E l año pasado partimos con un grupo de nueve amigos a caminar por una ruta que une dos reconocidos lagos de la Región de Los Lagos; una travesía que pasa por un costado del volcán Puntiagudo, bordeando bosques, ríos y los mismos lagos que se encuentran al inicio y al final de la ruta. Este viaje recibe varios nombres: travesía Valle el Callao, Todos Los Santos-Rupanco y la Ruta de Los Jesuitas. Sobre esta última, existen otras con la misma denominación en el país, siendo la más reconocida la que une Ralún con Bariloche por el Paso Vuriloche.

A pesar de que la época recomendada para este paseo es el verano, fuimos en septiembre y nos resultó muy bien. Lo único importante era estar bien preparado para la lluvia y el frío. El primer día llegamos temprano al terminal de Osorno, tomamos desayuno y desde ahí nos aventuramos hacia la cordillera en búsqueda de Puerto Buey, lugar desde donde saldría la embarcación hacia río Gaviota, en el extremo este del lago Rupanco. Para llegar a Puerto Buey se puede ir en bus, pero preferimos irnos en tránsfer y llegar a la barcaza de la 1 pm, pudiendo así empezar a caminar ese mismo día y llegar con luz a nuestro primer camping. (El horario de la barcaza cambia por día, es importante revisarlos para poder coordinar la pasada).

Desembarcando en el lago, estábamos listos para ponernos las mochilas y empezar a caminar hacia nuestra primera parada: la laguna Los Quetros. Desde el lago comenzamos a subir por unas pampas en dirección al sur, teniendo al final del camino una zona más boscosa y muy densa, que debíamos penetrar. Esta parte no está muy bien señalizada, por lo que es importante pedir indicaciones a los pocos habitantes que se ven.

Una vez en el bosque, notamos que gran parte de la caminata sería por unos estrechos túneles de barro formados por el constante paso del agua, logrando unos interiores oscuros, fríos y húmedos. La subida duró cerca de tres horas, en las que fuimos entrando y saliendo de estas franjas enterradas y penetrando en un increíble y denso bosque que apenas dejaba entrar la luz.

Ya terminando el primer tramo, luego de una larga subida, el bosque se comenzaba a abrir y veíamos de nuevo el cielo, lo que nos indicaba que la laguna estaba cerca, y así fue.

La semana previa a partir nos coordinamos con Miguel Fuentealba, cuya familia es la única que vive en la laguna Los Quetros. Ellos ofrecen todo tipo de servicios ahí, desde paseos a caballo, camping y la opción de tener una comida junto a su familia, en la acogedora casa de madera que tienen a pocos metros del agua, donde la fría noche se calienta con la cocina a leña y se ilumina sólo por la luz de las velas. Recomiendo mucho esta experiencia a los que vayan a visitar la ruta. La calidez de los anfitriones hace difícil la partida. Ellos también ayudan con la coordinación de la barcaza, saben el estado del camino y todo tipo de información útil para la visita. Ese día dormimos en el privilegiado jardín de la casa de Miguel.

Al día siguiente, en la segunda jornada de este viaje, Miguel nos acompañó internándonos en el bosque nuevamente, hasta un punto en que se podía ver claramente por donde seguía el camino hasta las Termas del Callao. Segunda parada de la caminata.

Después de casi cuatro horas caminando por bosques tupidos, llegamos al caserío donde se encontraban las termas. Lamentablemente no encontramos a la persona que nos abriría y no pudimos conocerlas por lo que tendremos que volver en otra oportunidad. (Así que tomen nota: es importante coordinar con las personas encargadas de las termas antes de llegar).

Seguimos buscando y ninguna de las casas estaba habitada. Sólo nos encontramos con algunas mascotas hambrientas, esperando probablemente la vuelta de sus amos. Ese día dormimos con una panorámica vista al volcán Puntiagudo.

Al tercer día, y totalmente acorde con el pronóstico de septiembre, amaneció lloviendo muy fuerte, y tuvimos que levantar todo. Tomamos desayuno y partimos el último tramo de la caminata, la que nos llevaría hasta la ribera norte del lago Todos Los Santos.

Ese día de caminata fue especial. Un par de miembros del grupo comenzaron a caminar antes, porque tenían coordinado encontrarse con el bote que nos esperaría en el lago a una hora determinada, y querían llegar antes. Siguieron su camino y lograron llegar. El grupo de cierre, en cambio, tuvo una caminata más accidentada. Por la mala visibilidad y la lluvia que no dejó de caer en ningún momento, nos perdimos un par de horas en unos bosques bastante cerrados, nos desorientamos y perdimos la ruta hacia el lago.

Con paciencia y suerte, logramos encontrarnos con la única persona que vimos en todo el recorrido entre los dos lagos, un habitante de las mismas casas que estaban vacías en la zona del Callao. Fue él quien nos indicó la ruta para seguir el camino hacia el punto final de nuestra corta, pero intensa expedición.

La indicación que nos dio fue que una parte del sendero desaparece cuando llueve mucho, por lo que para seguir debíamos meternos al río, avanzar 50 m y luego encontraríamos la continuación del camino. Cuatro horas más tarde, aún acompañados de la fuerte lluvia que caía e inundaba todo el sendero, logramos ver el lago Todos los Santos. Sólo nos quedaba un tramo de pampa verde sutilmente cortado por el camino de tierra que nos llevaría hacia la playa donde nos embarcaríamos para volver.