He pasado todo el año encerrado, como millones de personas, y sin hacer lo mío. Para los que vivimos en el ambiente de los músicos ha sido dramáticamente doloroso, no sólo en mi caso, que ya tengo un camino más que recorrido. Pienso en el músico joven que ve cómo pasa un montón de tiempo y la cosa no mejora. Le pasa a todo el mundo, es verdad, pero el consuelo de los tontos nunca le ha servido a nadie... Es uno de los dichos más tontos que hay.
Le tengo terror al virus, ¡terror! He sabido detalles de lo que significan el tratamiento y la hospitalización por boca de gente que ha salido de eso hablando horrores. Las personas tienen que saber que es algo horrible.
Me siento con la espada de Damocles en la cabeza, porque si tú te descuidas un poco cuando eres de alto riesgo, como en mi caso, que ya tengo 87 años, el resultado es muy triste. No estoy depresivo, porque si a lo que estoy pasando le sumo la depresión, el desastre es completo.
No esperaba este rebrote tan bárbaro. Estaba convencido de que la cosa iba a aflojar, pero aflojó en el camino contrario. El ser humano tiene eso de caer pese a todas las recomendaciones.
Toco piano todos los días, en la mañana y en la tarde. Todavía los vecinos no me reclaman... Toco lo que recuerdo, lo que se me antoja: folclore chileno, boliviano, cubano, brasileño, también el tango, que es mi pasión. La música popular tiene una riqueza tan grande que me ayuda para sentarme en el piano.
Después de 10 meses encerrado estoy muy pesimista, lamentando mucho que haya gente que no pudo resistir esta barbaridad y se fue de esta tierra. Perdí varios amigos músicos en esta pandemia, no sólo acá en Chile, sino que en otros países. No era gente con tanto cartel, sino más bien amigos de tantos años.
En toda mi vida nunca estuve cesante. Ahora estoy sin trabajo. Afortunadamente, no tengo una necesidad económica apremiante, tampoco soy millonario, pero tengo cómo subsistir. Sin embargo, pensar que va a pasar un año sin tocar en público, cuando estoy en la puerta de salida de la vida, es algo muy tremendo. Echo de menos mis actuaciones, mi contacto con la gente, con el público, con los artistas, con los amigos... Es demasiado fuerte.
Es muy triste esta monotonía de todos los días iguales. Por mucho que tú te programes un día, al día siguiente te vuelves a reprogramar y te das cuenta de que el programa es el mismo, y lo mismo y lo mismo.
Por suerte, la salud me acompaña. La forma de protegerme, como la de todos los viejos y las personas de edad, es extremar los cuidados, y eso es lo que hago junto a mi mujer y es lo que les pido a mis amigos y amigas: que extremen los cuidados, que no se dejen abatir por este problema tan brutalmente duro. Yo uso mascarilla hasta en la casa. Recién me saqué la mascarilla para hablar contigo por teléfono y me la saco para comer, porque soy un glotón. Acá en mi casa tengo un patio que da a la calle y para pasearme por ahí uso la mascarilla.
En lo más personal, estoy bien atendido. Mis hijos, mis hijas y mis amigos me llaman por teléfono, pero no soy solo en el mundo. Sufro con la angustia, con el dolor, con el hambre y la necesidad de miles de personas. Uno no los conoce, pero ellos están en mis pensamientos.
He pasado toda la pandemia con mi mujer (Aída Sibilla). Nunca estuvimos tanto tiempo encerrados, ni siquiera cuando pololeábamos, je. Llevo 63 años de matrimonio y el amor sigue estando, se transforma en amistad y protección mutua. Hacemos todo con extremo cuidado, porque en el supuesto caso de que tuviéramos un accidente o las famosas caídas que tenemos los viejos, no hay dónde llevarme. La prioridad es la gente con el virus.
Echo de menos a los nietos y a la familia. Muchísimo. Sentir el abrazo, el beso, el apretón de manos, el cariño. No se puede suplir todo eso. La cosa afectiva es muy fuerte; muy, muy fuerte. Afortunadamente, nunca me he sentido solo. Llamo a mis amigos que están en Chile y afuera, estoy siempre hablando con ellos, vibrando con todo lo que les pasa, con todo lo que sufren, compartiendo su cariño y también su dolor.
Mario Luis Kreutzberger Blumenfeld es dueño de esas cinco letras que forman la palabra amigo. No lo había leído (que Don Francisco podría ser uno de los primeros chilenos en recibir la vacuna a modo de ejemplo para el resto de la población), pero me ofrezco de voluntario para vacunarme con él. Si es alguna forma de promoción como estímulo para que más gente lo haga, estaría dispuesto a hacerlo, te prometo.
No siento que la vida esté en deuda conmigo, porque me ha tratado demasiado generosamente. La que está en deuda conmigo es la peste, je. Sería muy malagradecido, porque me he dedicado toda la vida a la música, he vivido de la música y al final de la vida sigo viviendo de la música, a pesar de que hoy no actúo. Tuve la suerte de dedicarme a lo que, pareciera, vine a este mundo, y eso es un privilegio.
Siento deseos vehementes de salir de esto, no sólo en lo personal, sino que a nombre de toda la humanidad. Los científicos tienen la palabra y le están poniendo mucho empeño. Que se cuiden también, porque de ellos dependemos miles de millones de personas.
No me he curado nunca, pero si salimos de esto me pegaría unos buenos tragos, porque qué manera de buscar la felicidad con tanta angustia.
Si este tiempo fuera un bolero le pondría “Qué bueno es recordar”. Recordar ayuda a vivir.