Lunes 4 de noviembre. Son las 10.30 de la mañana y el comercio de la calle Condell, una de las más céntricas de Valparaíso, empieza a activarse. No es un despertar normal. Tras los saqueos que hace algunos días arrasaron esta área, varias tiendas siguen selladas con gruesas placas de metal soldadas. El famoso Caracol Porteño abre una pequeña puerta de ingreso, mientras en su fachada se ve un cartel que también se repite en varios comercios: "Apoyamos las manifestaciones. No destruyan nuestra fuente laboral". Casi al frente, se alzan los restos de un edificio de comienzos del siglo XX que pareciera haber sido bombardeado; aún hay olor a humo. Peluqueros, quiosqueros y los pocos transeúntes que circulan por aquí repiten varias frases: "Arrasaron con todo", "es una pena", "es como vivir en Kosovo".

Esa es hoy la realidad de gran parte de esta ciudad, cuyo casco antiguo fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2003. La Unesco le asignó esa calificación a más de 20 hectáreas conformadas por casas y edificios que evocan la arquitectura inglesa del siglo XIX y que se extienden entre la Aduana próxima al puerto y la plaza Aníbal Pinto. En ese lugar, cuya pileta incluye una escultura del dios Neptuno que data de 1884, comienza una senda de destrucción que se extiende por Condell y llega hasta las inmediaciones del Congreso.

Un catastro preliminar divulgado esta semana por la dirección regional del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, identificó al menos 14 estructuras protegidas que fueron dañadas por los desmanes. Entre ellas está la Catedral, que sufrió un incendio en su puerta principal. También el Arco Británico, inaugurado en 1911 y que fue rayado con spray. En la misma zona, el Mercurio de Valparaíso sufrió un incendio parcial y los edificios del Registro Civil y el popular reloj Turri fueron cubiertos con grafitis. Eso no es todo: según un registro de la Cámara de Comercio y Turismo de Valparaíso, hay más de 360 establecimientos afectados por el vandalismo (ver recuadro).

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En este estado quedó el edificio que fue consumido por las llamas en la esquina de Edwards con Independencia. Crédito: AFP[/caption]

Paz Undurraga (53) presenció de cerca el caos. Esta arquitecta y directora del Centro de Estudios para el Desarrollo Urbano Contemporáneo (DUC), que funciona a un costado de la centenaria iglesia La Matriz del barrio puerto, vive a unas cuadras de la subida Ecuador. En ese sector, en la esquina de Condell con Bellavista, una turba quemó otra estructura icónica en cuyo primer piso funcionaba una farmacia. "Te puedo decir claramente que ése es el edificio de vivienda colectiva más valioso de Valparaíso. Tiene cien metros de largo, unidades pareadas, con un tragaluz interior precioso, más una planta comercial y un patio trasero", cuenta con cierto pesar.

Esa reacción suya nace de dos causas. Una, el aprecio que tiene por la ciudad que la acogió en 1985 cuando llegó desde Curicó a estudiar Arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso. La otra es su labor en el DUC, donde ha investigado distintas aristas de una ciudad que hoy califica como debilitada y donde los incendios en propiedades antiguas y desastres como el derrumbe ocurrido este año en una casa del Cerro Bellavista se repiten regularmente. "Aquí uno se siente en una situación súper privilegiada. Se puede tener vida de barrio, conocer a tus vecinos, abastecerse de un tipo de comercio donde compras a crédito sin interés con el sistema de la libreta de los almacenes. Pero también es cierto que la ciudad pierde calidad constantemente. Está vandalizada hace rato y la incivilidad se instaló hace tiempo", señala.

-¿Cuál es su diagnóstico del Valparaíso postdesmanes?

- Es un avance más en el estado de deterioro de Valparaíso. La ciudad ha estado desatendida por mucho tiempo, principalmente por parte de los distintos administradores locales que, por ejemplo, han promovido campañas como estimular el pintado de las fachadas. Eso distorsiona totalmente las principales necesidades de la ciudad. Esa iniciativa se realizó con el apoyo de Chilquinta, pero lo que en realidad se debería haber hecho es regularizar las instalaciones eléctricas internas, que representan la principal causa de incendios en los edificios antiguos.

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Una de las farmacias que sobrevivió en la calle Condell. Crédito: AgenciaUno[/caption]

-¿En qué se refleja esa incivilidad en la vida de los porteños?

- Yo le tengo cariño a esta ciudad, pero no orino en el espacio público, no vendo ni compro en la calle. Hace rato que da la sensación de que Valparaíso es un poco tierra de nadie. Es una ciudad totalmente rayada. Hay muchos que ven en eso casi una expresión cultural o artística, pero no puedes rayar donde se te ocurra. Si eso te gusta, hazlo en la fachada de tu propia casa. Tampoco puedes vender lo que se te ocurra en la calle. Para un comerciante que vende comida en un local cerrado las exigencias son súper altas, pero en la calle hay gente vendiendo alimentos y se hace vista gorda tanto con las personas que no tienen ningún permiso como con aquellas que poseen una autorización transitoria y que no permite vender ropa, papel higiénico ni comida.

Undurraga incluso señala con ironía que quizás algún día se vea algún dentista atendiendo en la calle: "Va a estar dentro de lo posible". También menciona la situación que se vive en la subida Ecuador, uno de los epicentros del carrete porteño. "Ahí los vecinos han tratado de pedir el cumplimiento de la ordenanza para la instalación de terrazas afuera de los locales. Esa norma tiene restricciones como que no puedes usar más del 30 por ciento de la zona frente a tu establecimiento con una terraza, pero ahí están de lado a lado. Todo ese dejar hacer genera un ambiente de que acá todo es posible. Y ahí la frontera es muy delgada entre lo tolerable e intolerable".

La ilusión del turismo

En sitios web de turismo como Lonely Planet, Valparaíso se sigue promoviendo con su popular apodo de "la joya del Pacífico". Un título que parece más bien un espejismo, que oculta deficiencias que persisten en el tiempo y en la vida de los porteños. "Nos hemos equivocado en los modelos usados. El resultado de eso, por ejemplo, es lo que ocurre en los cerros Alegre y Concepción, que se volvieron excluyentes. Prácticamente no hay cabida para una panadería, pero sí para un restaurante. Lo mismo pasa con las personas, porque no cualquier arrendatario puede vivir ahí. Otro caso es lo que ocurre con la zona puerto o el sector del Almendral -más cercano al Congreso-, que está abandonado a la espera que algo pase".

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Paz Undurraga cerca de su oficina en el barrio puerto. Crédito: Dedvi Missene.[/caption]

-¿Cuál sería la alternativa para reformular el turismo en la ciudad?

-No puede ser visto como un mero intercambio económico, sino que tiene que ser una actividad cultural. Hace años, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios advirtió sobre la experiencia de las comunidades anfitrionas y las visitantes. El turismo no puede ser mero consumo, pero si vas a los cerros Alegre y Concepción te da la sensación de que así es. Un parque de diversiones, donde la persona come, compra, come y compra. No está considerada la instancia de que la persona que funciona ahí se entere de cómo es el lugar del que viene el visitante. Se deberían estimular otras dinámicas.

-¿Qué riesgo se corre al seguir ese camino?

-La monofuncionalidad de un barrio es muy riesgosa. Cuando pones un estándar de turismo tan alto y artificial está el peligro de que si eso baja te quedes en cero. Eso puede haberle pasado a mucha gente del Cerro Alegre y Concepción. Si los precios no son incluyentes y se sigue una dinámica sólo para el visitante y nada para el habitante, un lugar puede convertirse en una especie de gheto turístico. Tenemos que poner el foco más en el habitante que en el turista. El visitante va a venir igual porque esta ciudad tiene atributos suficientes.

Undurraga, quien además tiene un magíster en economía urbana, considera que es un error plantear el sector patrimonial como una zona que funciona escindida del resto. "Cuando hicimos la gestión ante la Unesco para que se pronunciara sobre el mall en Barón, la primera discusión que surgió es que ese lugar estaba fuera del polígono patrimonial y por eso la Unesco no se iba pronunciar. Pero ese organismo nos hizo un gran favor al hacerlo, porque demostró que la ciudad no se puede partir de esa manera. No está dividida, sino integrada. Varios de los atributos del sitio de patrimonio mundial en realidad circulan por el resto de la ciudad, como los ascensores y los trolebuses", comenta.

- ¿Es posible que este deterioro progresivo termine por quitarle el estatus de patrimonio al casco histórico?

-No me parecería justo castigar a una ciudad o poner en duda esa calificación por todo lo que ha ocurrido. Quizás sí se podría poner el lugar en la lista del patrimonio mundial en peligro, porque en el caso de las salitreras Humberstone y Santa Laura esa medida fue un incentivo para que se desarrollara un plan de manejo y gestión. Tal vez esa situación más límite presione para que esta ciudad tenga algo así.

Otra ciudad

La semana pasada, el municipio porteño designó como delegado de la reconstrucción de Valparaíso a Daniel Ramírez, quien integraba la Secretaría Municipal de Planificación. Este martes, el funcionario señaló que en los edificios quemados se están realizando estudios de ingeniería "para ver si necesitan ser reparados o demolidos. El edificio en Edwards con Independencia -en cuya base también operaba una farmacia- ya ha sufrido más de un siniestro y requiere un tratamiento distinto a nivel estructural".

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Carteles como éste abundan en el centro de Valparaíso. Crédito: AgenciaUno[/caption]

Los montos que demandaría la recuperación público-privada en Valparaíso impresionan: "No son pocos recursos. Estamos pensando en más de 100 millones de dólares", señaló el delegado. Paz Undurraga considera que la falta permanente de planificación y la falta de recursos han sido dos de los principales problemas de Valparaíso, por eso cree que ahora hay un desafío importante que debe ser asumido con una estrategia bien pensada y una mirada sistémica.

"No se puede pensar sólo en pagarle al comerciante la reparación de su vitrina. Eso no basta. Esta es una ciudad muy golpeada, no sólo en términos materiales, sino también en el plano humano. Ha habido muchos detenidos y heridos, personadas abusadas en sus derechos. Eso es un daño que hay que reparar. Lamentablemente, nos estábamos acostumbrando a meter los problemas debajo de la alfombra y dejar que la vida siguiera como si todo fuera normal, pero hace rato que la ciudad no tenía una vida normal", asegura.

-¿Cuál va a ser el rol de la comunidad en este proceso?

-Deberíamos articularnos más y aumentar los niveles de participación, pero de manera conducida e informada porque es muy fácil repetir ciertos eslóganes. Es lo que ocurre con esta idea que se ha instalado en Valparaíso de que todas las quebradas deberían ser áreas verdes o parques. Eso ha sido aplaudido, pero alguien debería explicar que no es posible, tanto por la capacidad de compra del municipio y de gestión, porque las quebradas están habitadas y son privadas. Espero que haya una organización social que exija adquisición de capacidades para mejorar su estándar de participación. De repente a los que están al otro lado del mesón eso no les gusta, porque empiezas a ser menos cliente y comienzas a cuestionar más.

Brauchy: "Muchos comerciantes aún duermen en sus negocios"

"El comercio y turismo en Valparaíso son las principales actividades económicas; entregan más del 80% de los empleos a nivel comunal. No tenemos grandes industrias y, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer, el puerto hace mucho tiempo dejó de ser una actividad comercial relevante para la ciudad y tampoco ofrece muchos empleos", dice Marco Brauchy, presidente de la Cámara de Comercio y Turismo de Valparaíso. Por eso, la destrucción que ha vivido ese sector va a tener un alto impacto: según un catastro de este organismo y la municipalidad, "más de 1.000 personas perderán sus empleos dada la afectación directa a los negocios por saqueos e incendios".

El dirigente agrega que existe la sensación transversal que "Valparaíso quedó abandonado a su suerte desde que comenzaron los incendios y saqueos". Hoy, explica, la ciudad sigue en "alerta permanente. Muchos comerciantes aún duermen en sus negocios y se organizan barrialmente". Sin embargo, señala que el vandalismo tuvo matices: "La intervención de grupos y bandas organizadas no fue sólo de gente de Valparaíso. Acá llegaban vehículos con patentes de Santiago y de otras comunas. Estigmatizar a la población más vulnerable de la ciudad no es justo con los habitantes; muchos comercios en barrios y cerros fueron protegidos por los mismos vecinos". Hoy la estrategia es coordinar acciones que no sólo permitan recuperar la ciudad, sino que "restablezcan una vinculación y experiencia positiva de la comunidad con el espacio público, como conciertos en plazas y eventos de alta convocatoria".