Cuando se acercaba la Navidad de sus 13 años, Iván Segovia (36) solo pidió un deseo. Lo tenía claro desde hace tiempo y pensó que no tenía nada que perder.
“Quisiera una muñeca Barbie. Solo con una, sería el niño más feliz del universo”, le dijo a su madre. Aunque la respuesta fue negativa, no se rindió para cumplir su sueño. No sería la primera vez que se opusieran a cualquier tipo de posibilidad de que tuviera estas muñecas de Mattel solo por ser niño, porque luego vinieron otras más en que ocurrió lo mismo.
Desde ese momento ya han transcurrido 23 años. Muchas cosas han cambiado, excepto su entusiasmo por Barbie.
Iván, quien es mejor conocido como Giovanni Segovia en redes sociales, convirtió esto en una pasión de vida. Trabaja en el área administrativa de una empresa de toldos, pero su faceta más conocida es ser el mayor coleccionista de Barbie en Chile.
En una habitación de su hogar alberga una colección personal de más de 320 muñecas de todas las décadas y estilos posibles, por lo que el espacio se ha convertido en un verdadero museo de Barbie. Organizadas en repisas o vitrinas, todas ellas son cuidadas como un tesoro.
“Barbie ha sido una terapia y una alegría. Ha sido como restaurar mi alma”, cuenta a La Tercera.
El inicio de una pasión de vida
Uno de los primeros recuerdos que Giovanni tiene sobre Barbie es a sus 3 años: ingresa a una pieza de su tía paterna, Lisette, y ve los muros del cuarto colapsados con estantes de modelos de Barbie ochenteras. Su abuelo, quien era ingeniero textil, tenía que viajar seguido a Europa por trabajo y de allá las traía a Chile.
“Para mí era como un paraíso. Era algo fantástico”, recuerda con claridad. Como era muy delicado con todo lo que tomaba, se le permitió que jugara con dos de ellas.
La autorización duró hasta los 5 años, cuando su entorno comenzó a ver como algo fuera de lo normal que a un niño le gustara una muñeca. Ahí vino la que quizás sea la etapa más difícil del viaje que ha sido tener este hobby.
Durante varios años el padre de Giovanni rechazó que le gustaran estos juguetes, porque eran “de niña”. Lo consideraba algo vergonzoso. “La que sí me apoyaba en ese aspecto era mi mamá, pero a escondidas, porque frente a la familia tenía que ocultar que escondida me apoyaba”, recuerda.
“Fue muy triste y doloroso. Cuando a mi hermana le regalaban muñecas yo era el más emocionado, pero a la vez sabía que no podía tener contacto con ellas”, dice.
Así fue como decidió juntar poco a poco las monedas que le daban para la colación en el colegio. Se compró las primeras, pero nuevamente lo tenía que hacer a escondidas.
Por más que lo intentaba, su familia se seguía oponiendo a que tuviera Barbies. Cada vez que se las pillaban, se las quitaban. Ocurrió por lo menos con las diez primeras que se compró.
Giovanni entró a trabajar después de estudiar y con lo que ganaba volvió a persistir en su sueño. Por primera vez pudo conservar una Barbie a los 14 años: “Se llama Lara y es de la línea Mundo Joven. Fue la primera que logré comprar sin que me la quitaran, con ella inicié la colección que tengo ahora”.
Al recordar esa época, Giovanni asegura que lo que le hizo ser persistente fue que mientras más le pusieran barreras para tener Barbies, más crecía su amor y sus ganas de comprárselas. “En vez de impedirlo y apagar ese ánimo de que tuviera muñecas, solamente lograron aumentarlo. Era una batalla perdida. Yo iba a seguir con esto”.
Cómo es la colección de Barbie
Al coleccionista de muñecas de Mattel nunca se le pasó por la mente que tendría más de 300. No tenía la noción de lo que significaba el coleccionismo. Por lo mismo privilegió adquirir las Barbies ochenteras que tenía su tía Lisette, pues eran las que lo transportaban a los recuerdos de su infancia.
“Las compré por la nostalgia y el cariño que me transmitían”, explica.
Mientras buceaba por internet, descubrió que había todo un universo de coleccionistas. El interés aumentó a medida que fue conociendo más sobre la historia de las muñecas y las ediciones que habían marcado cada década, cada una con su propia particularidad.
“Afortunadamente siempre fui ordenado con las platas, entonces compraba de a poquito. Nunca compraba de un montón, no”, advierte.
Durante los años que lleva comprando Giovanni no solo ha adquirido parte de su colección por plataformas internacionales. De vez en cuando también se pasea por ferias e identifica Barbies en mal estado, pero que podrían sumarse al grupo. Con el esmero que lo caracteriza desde su niñez, las compra de todas formas, las restaura y les da una segunda oportunidad. Y las deja como recién salidas de fábrica, con el cabello limpio y el outfit que corresponde.
Cuando las Barbies llegaron a 150, el coleccionista empezó a sentir que estaban invadiendo su habitación y parte del living de su hogar. Hasta que en 2020 consiguió cambiarse de casa y tuvo el espacio que las muñecas necesitaban.
“El cuarto lo convertí como en un mini museo, para que ahí se concentre la colección y que no invada el resto de la casa”, cuenta.
Dentro de la habitación puso varias vitrinas. Una de ellas, la que se ubica al centro, está especialmente dedicada para muñecas que están ordenadas según el año de estreno: “Están las Barbies de los 60, 70, 80, 90 y actuales. Las tengo con letreros para que la gente que visite pueda ver cómo han ido evolucionando en los 64 años que tienen de vida”.
Las repisas que están en las paredes del mini museo de Giovanni también se roban las miradas de quienes lo llegan a visitar. A diferencia de la vitrina central, en esos estantes las muñecas están en sus respectivas cajas.
Son de casi todas las ediciones que alguien se podría imaginar, con temáticas de profesiones, princesas, fashionistas, sirenas, deportistas y playeras. Hasta tiene un Ken caracterizado como él: se lo fabricaron tras ser juez en un concurso de la muñeca. Al observar la gigantesca colección también es posible apreciar los cambios en la fabricación y el estilo de las muñecas con el paso de los años.
Como el espacio alberga a modelos que ya han cumplido varias décadas, ha tenido que tomar varios resguardos para que no se deterioren. Un ejemplo de ello es que procura que no entre demasiada luz natural al cuarto y realiza limpiezas mensuales para evitar el exceso de polvo.
Además, considerando que Chile es un país sísmico y la colección corrió un poco de peligro durante el terremoto de 2010, Giovanni optó por poner hilos de pescar para sujetar a las Barbies situadas en las repisas.
El significado de ser coleccionista
De las 320 que tiene, Giovanni sabe muy bien cuáles son sus favoritas. La primera es la Barbie Superstar, que salió al mercado en 1976: “La tenía mi madrina y jugué de niño con ella. Tenerla ahora es muy valioso por la nostalgia que me trae”.
Otra de las más valiosas que posee son dos ediciones de la Barbie Ponytail, la primera muñeca de Mattel que comenzó a venderse oficialmente en 1959. “Están en perfecto estado, es un tesoro porque es muy difícil tener una de esa época que se conserve tan bien”, dice.
También tiene su propia muñeca que fue fabricada en Chile. A fines de la década de 1970, Mattel entregó la licencia a varios países de Latinoamérica para que pudieran crear Barbies, ya que en ese tiempo aún no se exportaban. En el caso de Chile la licencia la recibió Plásticos Gloria. De las pocas que se pudieron rescatar tras el quiebre de la empresa, Giovanni consiguió comprar una años más tarde: la Barbie Malibú.
La travesía del coleccionismo tiene un significado muy especial para Giovanni, pues se ha convertido en una terapia y un refugio. “Me ha salvado de mi depresión congénita por la felicidad que me regala cada día de mi vida”, describe en sus redes sociales.
“Barbie es parte de mi vida y es una de las grandes alegrías que tengo. Es mi felicidad, es mi resguardo. Puedo llegar del trabajo estresado, con problemas, pero entro al cuarto de las Barbies y se me olvida todo: me siento contento solo con verlas”, dice.
Lo único que lamenta de las obras de Mattel es que con el paso de los años han ido empeorando su calidad y han elevado su precio pese a ese factor. Muchas de ellas ya no son comercializadas con su característica ropa a la medida, sino que vienen con las prendas pintadas en el cuerpo.
Pese a lo anterior, Giovanni seguirá cultivando su pasión y tiene algunas ideas de qué hacer con su colección a futuro. Su sueño más grande a largo plazo es poder hacer el museo de Barbie, pero asegura que no es algo fácil. También cree que podría donar la colección a quien pueda hacer esa iniciativa y conservar a las muñecas con mucha pulcritud, tal como él lo ha hecho durante más de dos décadas.
La semana pasada, la esperada película Barbie de Greta Gerwig llegó a los cines chilenos. Su llegada causó una fiebre en el público de todas las edades y en pocos días se coronó como el mejor estreno del 2023. Giovanni ya fue a verla dos veces, primero en la Avant Premiere y más tarde al estreno general con amigos que también son coleccionistas de la muñeca.
Si bien comenta que “le encantó”, cuando supo del proyecto en 2018 no estaba de acuerdo con que se realizara. “Tenía cero fe. Decía que iba a ser espantoso”, recuerda. Su percepción fue cambiando al saber que participarían Margot Robbie y Greta Gerwig, y más tarde cuando salieron a la luz los trailers del largometraje.
Para el mayor coleccionista de Barbie en Chile, la importancia de la muñeca está en que ha sabido cómo adaptarse a través de las décadas y porque hace tiempo que dejó de ser considerado solo un juguete, sino que se convirtió en un ícono de la cultura pop y una marca. También considera que marcó un antes y un después en la historia después de que salió al mercado en 1959.
“En ese tiempo todos los juguetes o las muñecas que existían para niñas representaban un bebé, una guagüita. Y que saliera una muñeca que representa a una mujer adulta, que es astronauta, profesora, doctora o veterinaria, incentivó a que las niñas que jugaban desde pequeñas se representaran en Barbie y se imaginaran a ellas mismas en un futuro. Eso es lo que marcó mundialmente Barbie en la sociedad”, concluye.