Hembras de armas tomar




Los cuentos de la colombiana Margarita García Robayo, llamada "la escritora sexy" por cierta prensa de su país, son llamativos y cautivantes de entrada. Y pese a que por lo general se trata de piezas breves, es fácil darse cuenta de que están trabajados con sumo esmero. Aquí no hay palabras que sobren ni embelecos tendientes a lograr algún efectismo gratuito. Es más: la contención de los relatos reunidos en Usted está aquí es tal, que el lector no ha de extrañarse si en algún momento posterior a la lectura vuelve a imaginar la vida de tal o cual personaje del libro, en alguna etapa distinta a la narrada. La permanencia en la memoria es en este caso una virtud literaria.

García maneja un humor efectivo que vibra entre lo oscuro, lo soterrado y lo derechamente cómico. Ésta es una cualidad que campea por todas las narraciones, a veces por medio de observaciones ínfimas, y en otras ocasiones como parte de un escenario más grandilocuente. Otro rasgo que demuestra que la autora maneja a la perfección los códigos del cuento es el acierto en los finales: nunca predecibles, nunca inexplicables, siempre oportunos y sorprendentes. Y, claro, no está de más recordarlo: jamás ha existido un buen cuentista que no domine a la perfección el asunto del cierre de una historia.

El primer relato nos habla de Titi, un niño que nació gordo y que no paró de engordar obscenamente -pesaba 109 kilos a los 14 años- hasta convertirse en un ser inmóvil que, echado sobre una cama, se la pasa jugando video juegos. A los 16 años, Titi, que en realidad se llama Ernesto, sólo podía vestirse con kimonos. Pero un día, hastiado ya con sus logros ante el computador, decide que quiere salir a la calle. Fanny, la madre de Titi, juega un papel conmovedor y muy sutil en las circunstancias de la historia. Y ello nos ofrece un adelanto de algo que se repetirá en las narraciones posteriores: la capacidad de García para construir personajes femeninos que trascienden los estereotipos y se convierten en seres admirables por motivos muy diferentes.

Luego viene el pretendido encuentro entre un padre suplicante y su hija distante que vive en el extranjero. El padre quiere viajar hasta Roma, pero la hija no tiene intenciones de verlo: "Estás en crisis, no soy buena para lidiar con las crisis", le responde con dureza a través del teléfono. El hombre, no obstante, correrá el riesgo y se embarcará en lo que a ratos puede parecer una persecución patética, aunque de esa clase de patetismo que al mismo tiempo consigue conmover.

Lo que nunca fuimos es un cuento de iniciación sexual, la de Salvador, un joven altísimo, a manos de la experimentada, pequeña, manipuladora, ligeramente pervertida y sumamente pedante Eilín. "Lo primero que le pidió Eilín fue que leyera en voz alta mientras ella se la chupaba". Y así lo hicieron:

"Salvador leía poesías o fragmentos de novelas que Eilín elegía; o leía ensayos larguísimos que Eilín había escrito para la facultad y que, al principio, le daban dolor de cabeza. Al principio no se le paraba, era frustrante. Pero Eilín persistió tanto que terminó acostumbrándose y llegó a disfrutarlo mucho".

Le sigue una narración perfecta, la que le da el título al volumen de cuentos: transcurre dentro del hotel más grande de Europa y bajo el peso de todo aquello que pueda concebirse como accidental. Finalmente, el relato más extenso, Hasta que pase un huracán, nos presenta a otra hembra de armas tomar, dueña de una autonomía y de un sentido evolucionado del cinismo verdaderamente envidiables. Es poco más lo que se puede decir de estos magníficos cuentos sin arruinar sus delicadas formas o sin mancillar las soterradas sutilezas que mencioné al principio. Pero que nadie dude de lo esencial: aquí hay una joven que maneja las claves del género como una maestra.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.