Siete años del iPhone y la locura por tener lo último




Hace casi 50 años Gordon Earl Moore, uno de los cofundadores de Intel, postulaba que las capacidades de los artículos electrónicos se duplicarían cada dos años, lo que popularmente se conoce como la "Ley de Moore". Con el tiempo, el postulado sufriría un "pequeño" ajuste, para fijar el tramo en sólo en 18 meses.

Para comprobar la veracidad de esta "Ley", basta con ver los artículos que actualmente están en el mercado, o con poner atención a los anuncios que se hacen todos los años en ferias tecnológicas, como la CES que se realiza por estos días en Las Vegas.

Quizás la muestra más palpable del avance tecnológico masivo en el último tiempo, es la explosiva evolución que han tenido los equipos de telefonía móvil, mutando desde enormes y pesados aparatos para sólo hacer llamadas, en smartphones que cada vez cubren más necesidades y que hoy celebran siete años desde su primera aparición pública.

El 9 de enero de 2007, Steve Jobs presentó el primer iPhone en la convención Macworld, en un evento que cambiaría para siempre la forma en la que el mundo se comunica a distancia. Hoy, estos equipos son verdaderos computadores personales de bolsillo, transformándose además en uno de los artículos de primera necesidad para los fanáticos de la tecnología.

Más allá de los poco conocidos problemas que tuvo aquella histórica presentación, la presentación del revolucionario dispositivo de Apple hace sólo siete años aparece como un hito que nos recuerda que la "Ley de Moore" es una realidad, y que por más que gastemos lo que muchas veces no deberíamos para tener la última novedad tecnológica, debemos asumir que en menos de dos años aparecerá una versión mejorada del mismo aparato, que nos "obligará" a entrar en un círculo vicioso de obsolecencia programada, muchas veces potenciada por un mercado que se sostiene dentro de esa lógica.

La intención de este texto no es invitarlo a no comprar o no "invertir" en tecnología, sino más bien es un llamado a la mesura y a la cordura a la hora de gastar grandes sumas de dinero -que en la mayoría de los casos no se tiene- en artículos que muchas veces están muy por sobre nuestras necesidades como usuario, y que responden a un objetivo más aspiracional que a uno de uso directo.

Obviamente el dinero es de cada uno y lo puede gastar en lo que estime conveniente, pero recuerde que en sólo 18 meses, "por ley", habrá un producto mejor y quizás mas barato que el que tanto le costó adquirir. Todo esto puede ser un buen consejo para tomarse con calma esa desesperación irracional por tener "lo último", o quizás una forma de descargo de alguien que se molesta al ver a gente endeudada por tener en su casa un martillo de oro para clavar tachuelas, sin siquiera darse cuenta. Aunque, de todos modos, están en su derecho.

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