Zakk Wylde: por las cuerdas




Suena el mejor cover de una canción Beatle -With a little help from my friends en la garganta desgarrada de Joe Cocker-, luego la versión acústica de Crazy de Guns N' roses, y finalmente la catedral de guitarras y mandolinas tras la épica The Battle of evermoore, de Led Zeppelin. La ex Oz del barrio Bellavista espera la noche del lunes con ligera crispación a Jeffrey Phillip Wielandt, Zakk Wylde (48) para las huestes del heavy metal, que casi colman la sala. Esas canciones anticipan parte de lo que vendrá: desgarro en la interpretación, y la confianza plena de quien no necesita más que una guitarra de palo para convencer, aunque el nombre y la reputación estén basados en los decibeles y la distorsión.

Zakk Wylde, siempre enorme e intimidante con su aspecto entre motoquero y vikingo dispuesto a cortar cabezas, se sienta junto a su compañero en Black label society Dario Lorina, Lizzy Borden en los afiches, con un par de guitarras acústicas. Arrancan con Losin' your mind de Pride & glory, la primera banda que Wylde formó tras ganar fama junto con Ozzy Osbourne, una canción de hace 21 años que perfectamente podría pertenecer al cancionero de Alice in chains. Es el relato de un testigo ante la espiral descendente de un adicto. Los acordes lúgubres y la voz profunda de Wylde estremecen. Canta con la convicción del que sabe lo que habla. Continúa con Suicide messiah, del repertorio de BLS, y remata con un solo que provoca vítores. Si bien el show es formalmente desenchufado, en los punteos no corre la regla y el sonido se vuelve denso, pastoso, propicio para que Zakk haga lo suyo, recorrer el mástil como si huyera raudo.

Al turno de Spoke in the wheel, también de BLS, Wylde se pasó al teclado y convirtió el lugar en una especie de iglesia, nuevamente haciendo gala de una voz poderosa y a la vez dolida, vulnerable, que es el costado refrescante de esta variedad unplugged para un músico proclive a los excesos.

De ahí en adelante esa inclinación se fue apoderando del show y le restó matices. El quinto corte fue una exhibición de velocidad suicida y finalmente tediosa. Machine gun man, otra selección de Pride & glory, imprimió onanismo guitarrero compartido entre Wylde y Lizzy Borden que parecía no tener fin, con exponentes que entienden la guitarra sin mucho respiro.

Zakk Wylde es el primero en saber aquello y claramente no le importa. Lo suyo es tocar como una bestia, impresionar, y luego agotar. En formato acústico asoma cierta vulnerabilidad, pero no permite que agarre demasiado vuelo. Prefiere el látigo a la caricia.    

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.