Columna de Rodrigo Mora y Giovanni Vecchio: Buenos buses para buenas ciudades



A diario vemos a exautoridades desacreditando la presencia de buses urbanos. Las razones cambian con los días: a veces es que andan semivacíos, otras que el subsidio es demasiado -casi US$1.000 millones al año, lo que sería un despilfarro de recursos públicos que podrían ir a la construcción de muchos hospitales o escuelas. Hoy esas exautoridades nos dicen que los buses de dos pisos en realidad solo sirven para la foto, pues sus dimensiones les impiden moverse eficientemente por la ciudad. Así, los buses estarían “guardados” en alguna bodega de la capital.

Hay puntos válidos y hay otros que son muy discutibles. Conviene a separar la paja del trigo, como dicen en el campo.

¿Van vacíos los buses? Sí, dependiendo de la hora, muchas veces van muy vacíos, como también lo van los vagones de Metro que se dirigen al sur de Santiago en la mañana. El problema no es ni el Metro ni los buses: es que el patrón de movimiento de las personas en la capital se dirige solo hacia algunos sectores de la ciudad. Así, comunas altamente pobladas como Maipú, Puente Alto o San Bernardo dependen de comunas como Providencia, Santiago o Las Condes para trabajar o estudiar. ¿Es culpa de los buses ese problema? Por supuesto que no, sino que es culpa de cómo hemos diseñado la ciudad en los últimos cuarenta años. Algo similar ocurre justo antes o después de las horas punta, en que es necesario aumentar o disminuir frecuencias de buses para acomodar los volúmenes de pasajeros en las paradas.

¿Es mucho el subsidio de 1.000 millones? Sí, es mucho dinero, pero también lo es dejar de recaudar 1.800 millones de dólares por subsidiar al diésel, que usan fundamentalmente camiones y que contamina más que la gasolina. Con ese dinero también se harían hospitales o escuelas. En Santiago el subsidio representa poco menos del 60% del pasaje, pero el 43% de ese subsidio va a disminuir el precio del pasaje que pagan escolares, universitarios y personas mayores. ¿Queremos facilitar que quienes no tienen ingreso o tienen bajas pensiones se muevan en la ciudad? Pues eso tiene un costo. Subsidiar el transporte público permite no solo que respiremos un aire más limpio, sino también que las personas puedan acceder a todas las oportunidades urbanas.

¿Afectan 10 buses de dos pisos la operación de una flota de más de 6.500? Los buses de dos pisos, que cuestan lo mismo que los buses articulados, son un aporte para la movilidad de todos los días, y lo demuestran grandes ciudades como Londres, Hong Kong y Ciudad de México que ocupan regularmente estos vehículos en importantes recorridos del transporte público. Además, los usuarios valoran estos buses, percibiéndolos como cómodos, espaciosos y seguros. En efecto, el servicio 520, que funcionó con buses de dos pisos en los celebrados Juegos Panamericanos de Santiago, tuvo una nota promedio de 6,9.

Es cierto que no todos los recorridos requieren o permiten el uso de buses de dos pisos por la altura de cables o presencia de ramas de árboles, pero esos ajustes son menores. ¿No es mejor optimizar los recorridos de estos 10 buses -de una flota de más de 6.500-, para que los usuarios puedan seguir disfrutando del servicio a fines de este semestre?

Quienes estamos en la academia, enseñando e investigando cómo tener mejores ciudades, sabemos que el transporte público provee oportunidades a toda la ciudadanía y permite nivelar la cancha. Además, sin los buses nuestro espectacular Metro tendría muchos menos pasajeros. Proveer transporte público eficiente, rápido y seguro es un deber para los gobiernos, independientemente de su color político.

Por Rodrigo Mora, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile / CEDEUS, y Giovanni Vecchio, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Católica, / CEDEUS

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