El primer ministro de Israel y el Presidente de México están intentando cambiar la política de su país de manera profunda, y ambos lo están haciendo de una manera profundamente antidemocrática.
5 mar 2023 09:50 PM
El primer ministro de Israel y el Presidente de México están intentando cambiar la política de su país de manera profunda, y ambos lo están haciendo de una manera profundamente antidemocrática.
En la medida en la cual la falta de resultados concretos de los “políticos de siempre” le abre la puerta a líderes populistas que basan su poder en la polarización y las mentiras, la utilización de las guerras culturales y farsas disfrazadas de revoluciones se va a hacer más frecuente.
Solo imponiendo altos costos monetarios, legales y reputacionales podrá defenderse la sociedad ante la manipulación de la realidad colectiva.
Por dramática que nos pueda parecer la cleptocracia, no es la principal amenaza de la corrupción a gran escala. Ciertos países van más allá y se convierten en estados mafiosos.
Ni China, ni ningún país asiático. El campeón mundial será Guyana.
El fin de la mundialización es una opinión que está de moda, pero errada en casi todo. Principalmente, desde el punto de vista de la economía, pero también desde el punto de vista social y cultural.
Tres P definen las realidades políticas en estos tiempos: el populismo, la polarización y la posverdad. Ojalá que la democracia colombiana sobreviva a ellas.
La forma en que las democracias se relacionan con regímenes que violan los derechos humanos influye cada vez en las relaciones internacionales.
Las estadísticas, reportes y evidencias del deterioro de la democracia en el mundo son sorprendentes y preocupantes. Pero más sorprendente aun es la falta de respuestas y la inacción ante los embates de las fuerzas antidemocráticas.
La invasión de Ucrania y la compra de Twitter ilustran lo débil que es la rendición de cuentas en regímenes autoritarios y en los gigantes tecnológicos.
Es difícil acostumbrarnos a pensar con los mismos criterios geopolíticos que prevalecían en el siglo XIX. La visión de que lo único que importa es el poder de fuego de cada bando resulta antigua y caduca.