Carla Cordua analiza el mundo imaginado por Kafka
La filósofa chilena va de la revisión de las obras literarias al examen de los diarios de vida del autor de La metamorfosis.
—¿Cuál fue la primera obra de Kafka que leyó?
—Creo que fue La metamorfosis, en que el personaje central amanece el día de su cumpleaños convertido en un escarabajo inmenso y no entiende la relación que hay entre su persona y este cambio que aparentemente ha ocurrido sin que nadie intervenga.
—¿Y qué asimila, para la interpretación de la realidad, a partir de esa historia?
—Yo encuentro muy interesante, en general en la obra de Kafka, la relación que establece entre el hombre y los animales. Es un tema que él trata en muchas formas diferentes. Hay un cuento que se llama, por ejemplo, "Investigaciones de un perro", en que éste mantiene la conducta de un investigador que se mueve de un sitio a otro e interpreta las realidades con que se encuentra; es un perro como poseído por un espíritu científico que trata de entender lo que sucede a su alrededor y hacer un discurso con eso. Hay, también, "El informe para una academia", de un mono que fue cazado con un tiro que le dieron los buscadores de monos que llevaban estos animales a Europa, pero este mono resulta kafkiano y decide convertirse en hombre a lo largo del viaje en el barco. Imita a los marineros, fuma cigarrillos, se emborracha, empieza por el lado de los vicios a acercarse al hombre en que quiere convertirse y, aunque nunca cambia de aspecto, en contraste con el escarabajo, se convierte, siendo cuerpo y mentalidad de mono, en un hombre sumamente vulgar, que se hace famoso como artista de circo. En vista de que le dispararon y cayó dentro de esta jaula, prisionero, decide liberarse haciéndose hombre, es un proceso contrario al de Gregorio Samsa. Estos procesos en los que los hombres se convierten en animal y los animales en hombre, sirven de argumento en más de un cuento de Kafka, porque nosotros en la vida corriente siempre admitimos que tenemos un elemento animal, pero en Kafka esto es como un corredor abierto en que usted va de animal, pasa a hombre, o es hombre y se ve convertido en animal, como si se pudiera transitar de ida y vuelta.
—Aparece el animal en un sentido sintético de la opinión que tiene Kafka sobre su entorno y que asoma en su obra como una verdadera teoría social, como si estuviéramos leyendo a Hobbes.
—Exactamente, o a esos teóricos que comparan la sociedad humana con la sociedad de las abejas o de las hormigas o de las termitas, que viven en sociedad porque cooperan unos con otros y comparten un lugar donde viven. Esta comparación entre la vida colectiva de los insectos y la vida colectiva humana es, obviamente, una de las fuentes de inspiración de estos cuentos de Kafka, quien, en vez de hacer una mera metáfora de que el hombre se parece en tal o cual aspecto al mono, pero no es un mono, o el mono se parece en tal o cual aspecto al hombre, pero no es un hombre, simplemente suprime las divisiones; por ejemplo, la falta de habla, la falta de lenguaje en los animales es algo que separa tremendamente al hombre de los animales. Sin embargo, estos animales de Kafka piensan como hombres a pesar de que no tienen lenguaje y ésa es la parte, entonces, fabulosa de esa literatura.
—Aparece el animal reflexionando.
—Reflexionando, planeando.
—Y en esta forma de narrar procede de un autor que no estuvo siempre seguro de ser un escritor.
—Estaba muy descontento.
—Se atormentaba.
—Se atormentaba, el diario de vida está lleno de estas quejas en que él no reconoce el valor de lo que hace y eso es muy extraño, porque luego de muerto él se hace mundialmente famoso.
—Se desparramó su obra en distintas lenguas, entre otras cosas, gracias a que Max Brod no le hizo caso.
—No le hizo caso, le hizo prometer que quemaría todo, todos los papeles que él dejaba, porque él había publicado muy poco en vida, sólo un librito pequeño de cuentos y lo demás no estaba publicado, lo demás fue todo póstumo. Por eso también tardó en hacerse muy famoso, aunque se murió el año '24, pero no llegó a ser conocido hasta los'40, '50, porque simplemente es un autor nuevo; es verdad, gracias a que el amigo, como usted dice, le hizo una promesa y luego falló, pero uno realmente puede dudar de si él realmente quería que quemaran todo.
—Hay una personalidad bien atormentada.
—Muy atormentada.
—Parece que el tormento termina tomando la pluma de Kafka para escribir y reflexionar, también porque comienza a hacerlo en una época en que la pólvora se respira en Europa, aunque él no vivirá para ver el gran desastre ni lo que pasó con sus hermanas en el marco del Holocausto, por una parte; y, por otra, vive un infierno al otro lado en su propia casa, una batalla personal a nivel familiar con su padre.
—Bueno, la verdad es que la vida de él, tal como usted lo dice, es una vida de tormentos, el diario está lleno de las quejas. Ahora él, en buena parte, echaba la responsabilidad de su sufrimiento sobre sí mismo, eso es muy característico, él no le echa la culpa a los demás, él encuentra que el padre es grosero, que no entiende lo que él hace, que es muy rústico en realidad; entonces esas cosas a él le molestan mucho, pero Kafka comprende todo el tiempo en el diario que es él el que está, de alguna manera, en la raíz de su propio sufrimiento. Él se dice a sí mismo: la gente no tiene los padres que ha elegido, tiene los padres que le tocaron no más, que muchas veces no son tan fantásticos o no son del gusto de uno, pero Kafka se echa la culpa, se encuentra él intolerante, se encuentra mala persona, la responsabilidad por no avenirse bien con la familia es porque él ha desilusionado a los padres. Los padres son bastante arribistas. La madre viene de una familia de clase media; el padre es como de un origen muy humilde y, entonces, tiene un gran afán de que sus hijos escalen socialmente.
—Incluso le prohíbe emparejarse con una mujer que no pertenece a determinado rango social.
—Totalmente. Además, ese padre se desilusiona de que Kafka, habiendo hecho un doctorado en Ciencias Jurídicas y siendo abogado, no se dedicara a ganar dinero, sino que tuviera un puesto en una compañía de seguros italiana. Él es una desilusión para su familia, pero no culpa tanto a la familia como a sí mismo, se encuentra inadecuado en todo; como escritor, como hijo, como amigo, desleal, mala persona, desagradecido con su familia, malavenido con sus compañeros de trabajo. Tiene entonces una clave para entender todos sus defectos, y es que él solo sirve para escribir y está metido en veinte cosas diferentes y que le impiden entregarse enteramente a la escritura.
—Hay una parte del diario de vida donde dice que si se suicida no podrá responsabilizar de eso ni a tal persona ni a tal otra, y va eximiendo a todos.
—Durante toda su vida anunciaba que iba a saltar; a pesar de que no vivía más que en un segundo piso, pensaba que saltar por la ventana era equivalente a morirse.
—Estaba viviendo en la realidad una novela bastante más terrible que las que construía con la pluma.
—Terrible, es una persona de esas que cultivan la idea de suicidio a lo largo de toda su vida.
—Es muy frecuente encontrar en comentaristas de Kafka que esta situación que uno puede encontrar interminable en El proceso o en El castillo, es reflejo de una crítica social y alguna gente ha caído en la tentación de ponerle apellido a ese pensamiento. Pero más allá de eso, ¿no siente usted que hay, en ese juicio a la institucionalidad y al mundo social, un juicio hacia sí mismo, una desesperación, no respecto de esa institucionalidad que no termina nunca de resolverse, sino de que su propia vida no se concreta?
—Creo que sí, que es como un reflejo autobiográfico el que el arroja sobre el carácter de la sociedad que pinta. Por organización de la justicia en El proceso, que es una cosa delirante, donde no se aclaran nunca las cosas...
—Los agrimensores que aparecen...
—Los agrimensores también, es un mundo de locos, pero es obvio, me parece a mí, que él ve el mismo sinsentido en su propia vida, siendo que lo único que quiere es escribir y cree que para lo único que sirve es para escribir. Sin embargo, tiene esta vida en que tiene que pasar tantas horas como abogado de esa oficina de seguros, tiene que hacerse cargo de la fábrica de asbesto, que es de propiedad de su padre. Entonces él se ve enajenado por todas estas actividades; por una parte siente que tiene una deuda con su familia, pero, al mismo tiempo, piensa que la familia está extraviada al interpretarlo a él como un hijo que puede, en cierto sentido, pagarle a la familia por haberlo criado, educado y todo lo demás. Y él se siente explotado porque lo obligan a funcionar como abogado, porque lo obligan a ocuparse de la fábrica y porque también tiene muy mala salud, duerme mal, tiene pocas energías. La verdad es que es una persona que nunca se siente contenta con lo que es, o satisfecho, o realizado; nunca.
—Usted pasa de la revisión de sus obras literarias al examen de sus diarios de vida. ¿Cómo asimila esa experiencia? ¿Qué cosas encuentra allí que no estaban tan claras, a lo mejor, en su literatura?
—Yo encuentro que los diarios ayudan a ver las desgracias que él siente en su vida propia, no como autor, sino que como persona; las proyecta sobre sus temas literarios, porque la verdad es que tampoco los personajes de él son tan descontentos y desubicados y fracasados como él. En ese sentido yo encuentro que hay un reflejo personal muy fuerte en la invención literaria que proviene de la reflexión autobiográfica, de pensar lo que le ha pasado a él y todo lo demás. Por ejemplo, es un autor a quien se le atribuye la invención de las vidas sin sentido, vidas que no significan nada, ya sea porque se repiten siempre las mismas dificultades, como en El proceso, ya sea porque en el proyecto de entrar en El castillo y hablar con los funcionarios que están ahí adentro, nunca se cumplen ninguna de las dos cosas, es una eterna repetición del fracaso, de la obstrucción de que algo madure, se cumpla y le dé alguna satisfacción, porque nada se cumple, todo queda siempre pendiente, todos los trámites son inútiles, todos los proyectos fracasan.
—Existe el puente, pero no se llega al otro lado...
—Exactamente.
—Sus personajes no se suicidan, se transforman...
—... Sí, en animales...
—Es él quien está pensando en el suicidio.
—Él está deseando suicidarse.
—Y no se puede desembarazar de la familia, parece...
—... No puede, ni la deja ni la aguanta. Entonces uno podría decir si es que esa sociedad quebrada, en que todo se repite hasta que ya no tienen sentido los trámites, si eso no es una metáfora de su sentimiento, de ser un fracasado él, porque, claro, usted puede decir: él conoció la burocracia moderna y la caricaturizó en El castillo; está bien, pero al mismo tiempo, como él es tan autocrítico, uno podría decir que el sinsentido lo descubrió en su propia vida; encontró esta metáfora de una sociedad paralizada, en que nada calza con nada, nada avanza de un punto a otro, a pesar de los esfuerzos, de los trámites, de los abogados.
—En ese mundo imaginario, pero también en el mundo real, parece que la existencia de esa compañía de seguros es la prueba de que nada es seguro.
—Exactamente, también se puede poner así, lo cual me parece muy acertado. Él demuestra que nada es seguro, porque nada marcha en la dirección de su cumplimiento.
—Da la impresión de que esa literatura empieza a anticipar rápidamente lo que serán, en un terreno más amplio del debate, las corrientes existencialistas.
—Parece. Sobre todo, en un cierto pesimismo que es muy fuerte en él y que, luego, en el existencialismo, va a ser también muy fuerte, porque en el existencialismo hay una afirmación de la subjetividad que hace que los sentidos del mundo sean siempre puras imaginaciones, deseos, proyectos, pero nada cuaja como para hacer de la estadía del existente en este mundo un éxito, porque nosotros, digamos, si no nos ponemos en estas posiciones tan pesimistas, podemos decir: bueno, el mundo tiene sus dificultades, pero también sus compensaciones; a veces las cosas salen bien, cómo lo vamos a negar. Pero, tanto en el existencialismo como en Kafka, hay este interés en retratar el sufrimiento del esfuerzo vano, del esfuerzo que no da fruto, una existencia que es una tortura para el existente, pero no es una tortura fecunda. El hombre, el existente, sufre el mundo, pero el mundo no es un lugar de maduración y éxito.
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