Amores, drogas, redención: así es la autobiografía de Jorge González
Héroe es el nombre del libro que sale a fin de mes y donde el músico narra en primera persona los capítulos más intensos de su vida, desde su infancia y sus comienzos en la música, hasta sus conflictos amorosos. Aquí, un adelanto de los mejores pasajes.
Sintetizar una existencia tan agitada y singular como la de Jorge González no es una faena simple para nadie. Ni siquiera para el propio Jorge González. Por eso, el cantautor empezó hace varios años -a principios de 2012 y cuando recién empezaba a vivir en Berlín- a dar cuerpo a su autobiografía, la narración más íntima acerca de su figura, el texto donde entregaría su versión definitiva en torno a la música, sus relaciones, Los Prisioneros y los tormentos que han condicionado sus 52 años de vida, en contrapunto a otros libros que durante años han intentado explicar esa misma historia.
Aunque siempre tuvo el plan de trazar un relato cronológico, su propósito era hacerlo sin grandes formalidades ni descripciones rígidas o amparadas sólo en datos, sino que a través de un tono distendido, muy en su estilo, desafiando incluso la gramática, con la obra Crónicas (2004), de Bob Dylan, como faro. Tras años en que ese propio destino cambió una y otra vez, en que los borradores quedaron archivados y cambiaron de país, en que el infarto isquémico cerebeloso de 2015 hizo retroceder todos esos planes, la publicación al fin ve la luz: se llama Héroe y su salida masiva está pactada para fin de mes (sólo se puede adquirir en avenidalanovena@gmail.com).
Un libro de 79 páginas, de formato cuadrado, y que también incluye muchísimas imágenes inéditas de todas sus etapas y antiguos afiches de sus shows. Además, reúne escritos de cinco años atrás con otros de hace sólo un par de meses, materializados en el reposo que implica la extensa rehabilitación que desde 2016 lleva a cabo en su departamento de San Miguel.
De hecho, aprovechó esa imprevista coyuntura para dar forma final a Héroe, tal como lo comentó en septiembre al diario La Tercera: "Hice un libro de cuentos de gatos y también mi biografía. Me senté en el computador y me puse a escribir no más, en orden cronológico, desde la infancia hasta hoy". Eso sí, el texto no aborda sus últimos años y sólo llega hasta la reunión de Los Prisioneros en 2001, el hito que cerró el círculo con sus amigos de infancia y que acompañó el nacimiento de su segundo hijo.
Los primeros años
"Puedo jactarme de una buena infancia, a pesar de mi asma y esa devoción a jugar pichangas bien peleadas y transpiradas. Jugaba en la selección del curso de puro simpático, porque siempre fui malo del verbo malo y no olvido que mi mamá nos hizo y pegó números en un juego de camisetas amarillas que mi papá regaló al curso y con menuda pintacha fuimos a representar al colegio a la 'Ciudad del niño' presidente Juan Antonio Ríos en la Gran Avenida… Mi abuelo materno se llamaba así y los pacos creían que les tomaba el pelo con semejante nombre cuando se lo llevaban curado y le aforraban duro por graciosito. El copete ha estado presente en mi familia, aunque ni a mí ni a mi hermano nos gusta emborracharnos".
Nacen Los Prisioneros
"Con un sistema muy sencillo podíamos multitrackear y agregar voces y baterías. Sonaba como el orto y a nadie se lo mostrábamos de pura vergüenza (…). Hicimos covers de Devo, The Stranglers y The Clash, pero salían tan mal que empezamos a tratar de hacer temas. Al principio era entre los tres, pero cuando aparecí con Brigada de negro todo parecía mucho más en serio, por la obvia calidad de los temas que me surgían (…) Pocos daban un peso por la banda, aunque me daba lo mismo".
Los 80
"Apareció una invasión de alien de los Andes, con gente como Sumo, cuya máxima rebeldía era decir fuck you o tomar ginebra en el escenario y acá caían en las 'giras entretención' del gobierno militar, que los veían muy bien y convenientes".
Jacqueline Fresard
"En un show de escuelas universitarias conocí a una mujer maravillosa, con quien me casé, por buena suerte para mí y no sé si para ella (...). Lástima que el ego y la inexperiencia me hicieron tener cada fin de semana diversas aventuras, aprovechando mi estatus de héroe y estrella de la música (...). Ella, luego de llorar un poco, decidió que siguiéramos, pero ya me había enamorado de otra".
El triángulo amoroso
"En Santiago, tanto se me acercó la mujer de Claudio, Claudia, que me caí para no levantarme en años. Me enamoré profundamente y poco me importaba nada, así estaba de envanecido. Caro lo pagué y aún duele cagarla de tal manera (…). Supo el colega de lo nuestro por unas cartas enviadas desde Colombia que yo escribí y mandé y nos pilló. Ardió Trosha y la banda se fue a la mierda en una semana".
La vida solista
"Mi novia Paolita quedó embarazada y se me ofreció mucha plata en dos compañías discográficas por firmar como solista, lo que jamás estuvo en mis planes, más mi pronta paternidad me hizo echarle para adelante con todo".
Las drogas
"Me cogí una mala adicción: la cocaína. Buscando reemplazar el ejercicio del sexo busqué las drogas como auxilio, con negros resultados y una especie de renta cara. Es una enfermedad muy de ciudad y al parecer la metieron los puritanos milicos, que cualquiera salta por dos pesos (…). Todavía me cuesta mirar en esos años, pues yo sabía en lo que me metía y fui igual (…). No quiero dar sermones más la enfermedad de las drogas parece inevitable hoy. Pasta base barata, 'algo pa' la mente' acompaña al humano sin esperanza en este planeta en crisis en los últimos cinco años".
Vuelven Los Prisioneros
"Nadie estaba tan oxidado aún. Ensayamos los temas con tranquilidad y salimos a la cancha. 27 canciones coreadas en esas dos noches ante un público con la mitad de nuestra edad saltando ante las leyendas. No me costó nada y lo repetimos en estadios de Colombia y Perú. Nació mi hijo Goyito y me llenó de felicidad".
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