María José Ferrada y un Chile que desapareció
En su primera novela, la autora de libros para niños escribe una bella historia sobre vendedores viajeros.
En el catálogo de los productos Kramp es posible encontrar clavos, serruchos, martillos, picaportes y ojos mágicos para puertas. D inicia su carrera como vendedor viajero, llevando un maletín lleno de productos Kramp, el mismo día que el hombre llega a la Luna. Cuando ve que Neil Armstrong camina sobre la superficie lunar piensa con decisión que todo es posible. Así arranca -no con estas palabras- la primera novela de María José Ferrada (40), que cuenta la historia de ese vendedor viajero y de la relación con su hija, M, quien con solo siete años se sumará al ritual de visitar pueblos vendiendo artículos de ferretería.
En sólo 127 páginas, Ferrada construye una historia delicada, bellamente escrita, a partir de capítulos cortos en donde la voz narrativa es la de esa niña que recuerda todo lo que aprendió al lado de D: "El funcionamiento de los ecosistemas, la ley de causa y efecto, la relatividad, todo se puede entender mirando los cajones de una ferretería".
Aunque pareciera un relato biográfico, María José Ferrada aclara que su novela se nutre solo en parte de la biografía familiar.
"Mi padre era y sigue siendo vendedor viajero, pero nunca vendió artículos de ferretería", cuenta la autora. "Mi abuelo materno era un alemán que trabajó toda su vida como carpintero y a mí me gustaba mucho ir a su taller. Tenía muchas herramientas colgadas en su pared: alicates, martillos y serruchos de distintos tamaños. Desde pequeña sé lo que es una broca, una máquina para cepillar madera o un atornillador en cruz", agrega.
Con una destacada y premiada trayectoria en el mundo de los libros para niños, entre sus obras se cuentan El lenguaje de las cosas (2011), Animalario (2012) y Niños (2013, Premio Academia de la Lengua), la autora acaba de viajar a la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia para recibir una mención honrosa por su libro Un jardín, trabajo conjunto con el ilustrador español Isidro Ferrer, en el marco de los Bolonia Raggazi.
Si bien su novela no es autobiográfica, ella admite sí que muchas de las cosas que cuenta en Kramp ocurrieron en realidad.
"Como la historia del vendedor que mató a una señora de un infarto porque le envió un pedido muy grande", cuenta. "Mi papá me decía 'cómo es posible que aún recuerdes esas cosas'. Cómo no las iba a recordar: ¡mataron a una señora de un infarto!", dice.
"Ninguno de mis amigos actuales ha matado a alguien de un infarto", prosigue. "Vivíamos en un mundo un muy irreal. Pero así también mi tío, en el que me inspiré para el personaje de S, luego de agradecerme por darle tantas páginas a su personaje, me aclaró que nunca se había referido con tantos garabatos a sus jefes… esos malditos chinos".
Violencia invisible
Más allá de la historias de los vendedores viajeros, Kramp encierra una metáfora sobre un país que perdimos, que se extinguió, que difícilmente habrá de volver.
"Tiene que ver con el fin de un Chile que no solo fue arrasado por la dictadura, sino también por la explosión de las cadenas de farmacias -que terminaron con las farmacias pequeñas-, todas esas grandes tiendas que venden desde calcetines hasta seguros de vida -con tarjetas de crédito de las que ellos mismos se encargan-; son modelos que si bien nacieron en dictadura se instalaron como única opción de consumo en democracia", afirma. "Lo que me interesa son las formas que toma el poder para pasarnos por encima sin que ni siquiera alcancemos a notar desde dónde nos están golpeando. Creo que eso les pasa a los personajes de esta novela, los golpea una violencia que ni siquiera alcanzan a ver venir".
Una violencia que, si observamos bien, con esa lucidez que María José Ferrada tiene para mirar las cosas, convive diariamente con nosotros sin que hagamos nada -o muy poco- por desterrarla. Kramp no sólo rescata la vida de un oficio en vías de extinción, no sólo muestra la grandeza de las pequeñas cosas, de los rituales cotidianos, también es una novela que busca que abramos los ojos, que despertemos, que entendamos, de una buena vez, que el pasado es importante, clave, que sin él avanzamos sin rumbo, prácticamente a la deriva.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.