Blanca Suárez, actriz de Las Chicas del Cable: "En esta serie los hombres pasan a ser los secundarios"
La actriz española habla con Culto sobre su protagónico en Las Chicas del Cable, la primera producción de Netflix en el país europeo.
Retratar la sociedad española en distintos puntos del siglo XX ha sido la base de alguna de las creaciones más exitosas y elogiadas de la realizadora Bambú Producciones, como fue el caso de Gran Hotel y Velvet. Además del contexto de época, ambas comparten una marca característica: un enfoque en los romances melodramáticos y complejas relaciones familiares dignas de teleserie.
A pesar que ambas historias han tenido un alcance internacional gracias a su emisión en el cable, su más reciente proyecto, Las chicas del cable, alcanzó un hito: co-producida junto a Netflix, es la primera serie original española de la poderosa plataforma de streaming, estrenada hace dos semanas.
Ambientada en 1928, la historia se centra en una moderna empresa de telecomunicaciones en Madrid, y en cuatro mujeres jóvenes que entran a trabajar como telefonistas a la compañía. La atención está sobre todo en una de ellas, Lidia, quien esconde un secreto: es una ladrona y estafadora cuyo verdadero nombre es Alba, que es chantajeada por un policía para infiltrarse en el lugar y robar la caja fuerte. Si no, arriesga ir a la cárcel por un crimen que no cometió. En la tarea, que resulta más compleja de lo esperado, Lidia se reencuentra con un viejo amor y establece una verdadera relación de amistad con sus compañeras. "Es un personaje muy diferente a mí, y muy diferente de todo lo que he hecho hasta ahora, pero de entrada me interesó que uno no sabe muy bien dónde va. Es una persona muy compleja, con muchas aristas y, sobre todo, mucho pasado. Tiene un dolor que esconde. Un papel como Lidia para una como actriz es un regalo", dice a La Tercera la española Blanca Suárez, quien interpreta al personaje.
A pesar de sus 28 años, la actriz ya ha tenido una amplia trayectoria en su país: es una de las nuevas musas de importantes directores como Pedro Almodóvar y Alex de la Iglesia, participando en La piel que habito -por la que fue nominada a un Goya- y Los amantes pasajeros del primero, y en Mi gran noche y El bar, del segundo. En Las chicas del cable, Suárez vio una oportunidad que, según ella, no podía dejar pasar: "Soy una seguidora de lo que ha hecho Bambú en España, y cuando Netflix se sumó a esta ecuación, no me quedaron dudas de que quería este papel".
—¿Tuvieron alguna inspiración o material base que las ayudara a recrear la vida de los años 20?
—No quisimos tomar muchos ejemplos externos, sino elaborar esta historia de cero. Pero al ser una época diferente a la que estamos viviendo, tuvimos que informarnos sobre muchas cosas, desde las formas de moverse de ese tiempo hasta el cómo hablar, las costumbres, el clima sociocultural, sobre todo para entender cómo la gente se relacionaba. Y eso implicó que todas tuvimos que investigar bastante.
—¿Cómo es participar de un proyecto con el foco puesto totalmente en el mundo femenino?
—Lo bueno es que es tendencia; en los últimos años han surgido cada vez más proyectos encabezados por mujeres, no sólo frente a las cámaras, sino también detrás de ellas. Como generación, creo que las actrices de ahora tenemos una gran suerte: podemos hacer cosas que a las mujeres que vinieron antes que nosotras les tomó muchos años conquistar. Es un gran avance, porque podemos ver en Las chicas del cable que los hombres pasan a ser secundarios en vez de los protagonistas. No por eso son menos importantes, pero está todo menos centrado en ella. Aquí las mujeres son lo principal. Todas las que formamos el elenco hemos tenido la suerte de poder coincidir en esto. Hemos conseguido conectarnos y entendernos mutuamente, y eso ha sido fundamental, porque éramos personas que tenían que pasar horas y horas juntas. Y creo que hemos establecido un lazo muy importante y eso se nota.
—A pesar de ser una serie de época, la banda sonora es moderna. ¿Sabía que eso sucedería o fue una decisión tomada en postproducción?
—Nos lo contaron desde el primer momento, y fue algo que me pareció muy bien. Se ha visto en casos recientes, como la versión moderna de El Gran Gatsby, en donde canciones modernas pueden ser la música de producciones de época. Es una forma interesante de conectar a aún más gente con la trama, más allá de los personajes. Se derriba la barrera que a veces pueden tener las historias de época con el público. Uno puede no darse cuenta, pero muchas veces la música hace la diferencia en cómo te sientes viendo una trama. Creo que al espectador le ayuda muchísimo a involucrarse.
—Si bien ha hecho cine y televisión en su país, Netflix entrega un alcance internacional mayor a sus proyectos. ¿Ha sido muy distinta la experiencia?
—La he disfrutado mucho, y lo sigo haciendo, porque ya estamos grabando la segunda temporada. Si bien el día a día de las filmaciones puede no distar mucho de otras producciones en las que he estado, cosas como la presentación de la serie y la promoción te hacen darte cuenta que no estamos hablando de una trama nacional. No es algo hecho sólo para españoles. Llega a los 190 países que Netflix abarca, y la hemos presentado desde en Berlín hasta en Miami. Todo es mucho más grande. Cuando lo pienso, resulta algo abrumador.
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