Café Tacvba: cuestión de tiempo
Jei Beibi representa un triunfo como síntesis de géneros y ejemplo de maestría musical, sólo posible de alcanzar tras décadas de ejercicio e inquietud artística.
Artistas que han disfrutado la combinación éxito masivo + favoritismo de la crítica como Radiohead y Blur se desmarcaron de la urgencia en la adultez, así el núcleo duro de seguidores envejece con ellos. Ese proceso lo vive también Café Tacvba, una banda que en la esfera latina es parangón a esas instituciones inglesas. Jei Beibi, el octavo álbum, desecha la efervescencia para recorrer sus caminos habituales con pausa y detalle.
Un acto de fe en tiempos de singles por goteo: el cuarteto mexicano aún confía en el formato disco, en el orden de las canciones y la configuración del relato. Incluso piensan, lo declaró en reciente entrevista el guitarrista Joselo Rangel, en esa vieja lógica del LP y el caset, de la cara A y B. La trama aquí adquiere un cariz zigzagueante entre cortes alusivos al brillo de antaño, otros taciturnos y reflexivos.
El elemento rítmico resulta crucial, una vez más cortesía de los excelentes arreglos en batería en un grupo que formalmente no alinea el instrumento, mientras la voz de Rubén Albarrán, que suele ser chillona y a veces algo irritante, se expande en texturas más graves.
Arranca "1-2-3", un corte de doble filo, efectiva pieza de synth pop cruzada por una guitarra funk y letra romántica con alcances a la desaparición de los 43 estudiantes en Ayotzinapa: "Cómo te pido que no seas una más, de las historias que se cuentan a diario, no quiero que seas sólo un número más (...) 1-2-3 cuéntalos bien, y si sigues tal vez llegues a 43". Matando pulsa un ritmo con sabor a folclor argentino -por cierto, produce una vez más Gustavo Santaolalla-, que crece como un torbellino paulatino e irremediable.
"Automático" es lo más parecido en todo el álbum a los primeros años del conjunto con máquinas de ritmo, sintetizadores colorinches y mensaje directo: "De corbata y celular, solo me quieren explotar".
Las fusiones en "Enamorada" implican un nivel de virtuosismo que no se relaciona con acrobacia sino el buen gusto para maridar, sostenida entre un tiempo acompasado, rasgueo en clave reggae, pinceladas de tango, y retoques de bolero en la interpretación. "Resolana de luna" eleva el espíritu con magnífica arquitectura de guitarra y batería. "El mundo en que nací", canción de amor filial de carácter nocturno, tiene ecos de Revés/Yo soy (1999). Nuevamente percusión y guitarra protagonizan "Disolviéndonos" con aires progresivos -pasajes etéreos, cortes, métricas ajustadas-, camino que Café Tacvba explora desde Sino (2007).
Jei Beibi, editado por lo demás de manera independiente, representa un triunfo como síntesis de géneros y ejemplo de maestría musical, sólo posible de alcanzar tras décadas de ejercicio e inquietud artística.
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