Los dos mundos de U2 que llegan a Chile
El grupo, fiel a la dualidad de universos que siempre ha explicado su obra, llega mañana al Estadio Nacional con un show nostálgico sustentado en una tecnología futurista. El escenario se empezó a montar el lunes y ya hay fans acampando fuera del coliseo.
U2 siempre parece ejercitar un delicado equilibrio sobre una cuerda que separa a dos mundos demasiado enfrentados. A principios de los 80, cuando intentaban adjudicarse un espacio en la vibrante escena británica de esos días, sus dos caudillos, Bono y The Edge, seguían militando en el colectivo cristiano y conservador Shalom, cuya estricta disciplina los hizo meditar seriamente un temprano retiro de la música. En el transcurso del decenio, ambicionaban una fórmula donde las guitarras abrasivas y la liturgia acerca del destino de la humanidad se fusionaran en grandes conciertos para estadios de fútbol, mientras sus coetáneos -Joy Division primero, The Smiths después- se confinaban a un credo alternativo que los aislaba cada vez más de la popularidad. Y desde hace 20 años, su sensibilidad humanitaria colisiona a cada minuto con múltiples tentáculos comerciales que los llevan, por ejemplo, a cobrar algunas de las entradas más caras del planeta en regiones como Sudamérica.
En esta gira, que revive de manera íntegra su obra maestra The Joshua Tree (1987) y que llega mañana al Estadio Nacional, han abierto otro flanco, impensado hasta hace un tiempo para parte de su fanaticada: los irlandeses, siempre sinónimo de vanguardia pop, de avanzar sin transar, de álbumes que siempre parecían sintonizar con el aquí y el ahora, de joyas como Achtung baby (1991) que diseñaron el sonido que el mundo escucharía a fines del siglo XX han sucumbido a la nostalgia y el revisionismo. Por lo demás, el grupo ha intentado en esta década cortejar a las nuevas generaciones, a aquellos que nacieron mucho después de sus capítulos más victoriosos, pero las amenazas no han dado en el blanco.
Por ejemplo, la radio en Chile que más programa al cuarteto es radio Concierto -de hecho, es la emisora oficial de su visita-, la que llega a un público que va de 35 a 44 años. En otras de base más juvenil, como Rock & Pop (de 20 a 34 años) su rotación es bajísima.
Pese al gallito entre pasado y presente, los músicos jamás partieron desde la derrota y en 2014, cuando se alistaban a cumplir 40 años desde su nacimiento, intentaron dar un golpe maestro: su último título, Songs of innocence, lo publicaron de forma gratuita por iTunes, bajo la ambición declarada de ofrecer el producto a tanta gente como fuera posible, lo que se cuantificó en 33 millones de personas accediendo al disco en su primera semana. Eso sí, el trabajo naufragó en la intrascendencia y no despachó un solo hit global. Ante las quejas de muchos clientes más jóvenes, que veían sus cuentas invadidas por una banda del pasado, la compañía tuvo que habilitar una herramienta que entregaba la opción de eliminar el disco.
Frente a los nuevos tiempos, la agrupación escogió refugiarse en el pasado, aunque de modo azaroso. Según The Edge, fines de 2016 sería la temporada para festejar un nuevo trabajo junto a sus camaradas (Songs of experience), pero el triunfo de Donald Trump giró los planes y los hizo recordar al viejo Estados Unidos ochentero regido por Ronald Reagan. La América de The Joshua Tree. La declaración de amor de la banda al país cosmopolita, estimulante y multicultural que escondía la mano republicana: el grupo se movía tal punto entre dos universos que hasta última hora el nombre de la obra iba a ser The Two Americans.
Y en la actual visita a sus días veinteañeros, los europeos actúan como antes. El show parte con los cuatro integrantes en un escenario B cercano al público, con la pantalla trasera aún apagada y sin mayores ornamentaciones que un par de luces blancas. En lo musical, el comienzo con el redoble marcial de "Sunday bloody Sunday" alerta que la primera parte recorrerá la previa a Joshua tree, los primeros 80, siguiendo con "New year's day", "Bad" y "Pride (in the name of love)", los hits que construyeron la marca y el estilo de la agrupación antes de su batacazo planetario. Luego, el disco tributado, para desembocar en un cierre con temas más recientes, incluyendo "You're the best thing about me", single aparecido recién en septiembre y parte de la nueva obra que ahora sí se estrena el 1 de diciembre: en pleno tour que recuerda su catálogo más pretérito, U2 se encargado de subrayar que está preparando un álbum inminente.
De hecho, también han recalcado que la actual seguidilla de recitales fue programada a la rápida, sobre la marcha, y que en un principio sólo proyectaban un par de shows puntuales, pero la alta demanda los obligó a ampliar la agenda. "Este show fue toda una sorpresa, porque cuando planean las giras, lo hacen con al menos dos años. Aquí fueron seis meses", reveló Craig Evans, tour mánager de los irlandeses, en su reciente escala en Buenos Aires.
Por otro lado, toda la segunda parte del espectáculo es secundada por una extensa pantalla con tecnología 8K, la de más alta definición en todo el circuito y que tarda casi una semana en montarse. De hecho, los trabajos en el Nacional comenzaron el pasado lunes. Son las mismas estadísticas que quitaban el aire en 2011, con el tour 360º, el que ya se lucía una de las escenografías más impresionantes mostradas hasta esa fecha en un espectáculo masivo. U2 hoy está transitando por esa cuerda que divide el ayer y el hoy, tentado desde ambos costados, aunque siempre parecen sostenerse para no yacer de manera definitiva en ninguno de ambos abismos.
De fans a reuniones oficiales
Pese al paso del tiempo, los discos irregulares y los shows anclados en la nostalgia, hay algo en U2 que no se modifica de modo radical: siguen contando con una base importante de fans en distintas partes del mundo.
Por ejemplo, los primeros seguidores en aparecer por el Nacional para su concierto de mañana llegaron el martes por la noche. Gran parte de ellos fue coordinado a través de la comunidad u2chile.net, una de las más completas páginas del conjunto en el circuito mundial.
Anoche eran cerca de 50 y todos estos días han pernoctado en Ñuñoa. Por otro lado, la banda aterrizará en su avión privado este sábado en la mañana, horas antes del espectáculo.
La Moneda ya envió una carta para gestionar alguna clase de encuentro con los músicos. En caso de resultar, sólo se materializaría en esa misma jornada, en los momentos que anteceden al concierto.
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