La historia tras el grupo del hijo de Golborne que debuta en Lollapalooza
"Mi vida familiar está separada de lo artístico", dice Christian Golborne, hijo del ex ministro y músico del grupo que inaugurará la cita de marzo.
Los integrantes de Fuglar aseguran que su calendario más inmediato guarda una página dorada, mucho más reluciente que el resto. Cerca del mediodía del viernes 16 de marzo del próximo año, serán uno de los encargados de inaugurar los tres maratónicos días del festival Lollapalooza Chile, en lo que asoma como el hito más trascendente de sus trayectorias.
"Queremos hacer un show que valga la pena. Todos los recursos que tenemos los ocuparemos ese día, para que la gente quede boquiabierta y diga '¿por qué yo no conocía a estos gallos?'", imagina el guitarrista Jorge Blanco, en el anhelo más frecuente de todo grupo aún en fase de desarrollo, cuando la primera vez en una vitrina tan masiva significa mayor repercusión, compartir los mismos escenarios que luego ocuparán sus héroes y capturar por unos minutos la atención de unos cuantos que jamás habían oído su música.
Aunque en el caso de ellos hay un matiz de diferencia. Es muy probable que a parte de quienes dirán presente ese día su nombre les suene familiar: cuando en septiembre se reveló el cartel del espectáculo, los medios destacaron a Fuglar como el conjunto encabezado por Christian Golborne, hijo del ex ministro y ex precandidato presidencial Laurence Golborne. Es el vínculo que ha merodeado al cuarteto desde su origen en 2015, como parte de un sustrato musical que articula melodías pop, guitarras en frecuente diálogo con los teclados y letras que van trepando hasta estallar en estribillos épicos, en la huella de Coldplay, Keane, Franz Ferdinand, Imagine Dragons y La Ley.
"Para mí son dos cosas separadas: mi vida familiar y mi vida como músico. La gente ve mi lado artístico, y si se pone a opinar de mi vida familiar, no tengo por qué escuchar eso", introduce el aludido, en referencia a los comentarios en redes sociales que no solo apuntan a su padre, sino que también al mote de "apitutado" que siempre persigue a los artistas con un apellido con raíces políticas.
Luego sigue: "Si me llega un comentario mala onda por redes, de una persona que no conozco, no tengo para qué ponerle atención. Mi vida personal es un tema aparte. Nunca me ha complicado o me ha molestado, todo el rato lo he tenido muy asimilado en el sentido de decir 'ya, obvio que va a pasar algo'. Hay que saber lidiar con eso. La mala onda me resbala y me da pena que la gente gaste su tiempo en sentarse frente a un computador a hablar de esto. Es todo lo que hacen, tema de ellos en lo que ocupan su tiempo".
Para subrayar que no hay ventajas extramusicales, los integrantes cuentan que acumularon dos años enviándoles mails a los organizadores del Lolla local, la productora Lotus, intentando arañar alguna respuesta. "Los mandábamos a esos correos genéricos que aparecen en las páginas, nunca nos pescaron", recuerda Golborne, de 23 años y también estudiante de Ingeniera Comercial en la UC.
Y cuando en septiembre vino la voz de Keane, Tom Chaplin, se ofrecieron con los mismos promotores para telonearlo. Aunque la respuesta fue negativa, Lotus les prestó más atención, escuchó su música -que incluye un puñado de singles y el EP El mundo te espera, de 2016- y premió la persistencia al invitarlos al evento de marzo. Una ruta similar los llevó a la próxima edición de otras de las fiestas de la temporada, el festival South by Southwest de Austin, el que se hará dos días antes del Lollapalooza santiaguino.
El mismo al que piensa asistir Laurence Golborne para aplaudir a su único hijo dedicado a la música. "La oveja negra", sueltan con ironía sus compañeros. El cantante se hace cargo: "Ya me ha ido a ver en vivo, aunque él no se mueve en el mundo del pop. Igual disfruta como cualquier papá y cada vez que sacamos una canción me hace sus comentarios. Nunca me ha dicho que siga sus pasos en la política ni ha tratado de dictar mi vida. Tuvo el típico sustito cuando supo que me dedicaría a la música, pero él sabe que mi vitrina es esta".
Finalmente, no es solo la sangre de uno de sus integrantes lo que sobresale en Fuglar. También son sus opiniones. El guitarrista Martin van der Valk apunta: "Cuando empezamos, nos dimos cuenta de que no queríamos sonar como el pop chileno actual. No nos sentíamos reflejados con ese círculo. Queríamos traer cosas de afuera. Hay música buena acá, pero no te logra emocionar, no está hecha con el corazón y habla de los mismos temas. Ahí encontramos un vacío y nos fuimos por ese lado".
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