Shogún presenta una nueva edición de su disco Demonio

Cristian Heyne CREDITO FOTO Rodrigo Ferrari

Sobre Demonio, el segundo disco de Shogún, un texto de Cristián Heyne.


Cuando salió Disconegro a fines del 96, la recepción que tuvo fue muy sorpresiva para nosotros.

Aunque sólo se vendían en la disquería Background, las primeras 200 o 300 copias se acabaron en pocos días.

Un par de diarios, los que había entonces, dijeron que era el disco del año.

A los días de eso, EMI y Warner ofrecían comprarnos el master y además firmarnos como artistas.

Aceptamos la oferta de EMI.

Regrabamos el único single radiable del disco, "Discobaby".

Relanzamos Disconegro.

Tocamos en vivo.

Etc.

Pero como a muchos músicos les pasa, cuando estás sacando un disco ya estás pensando en el que viene.

Y claramente yo no era la excepción.

Para el otoño de 1997 ya tenía preparados unos 8 temas nuevos pensando en hacer un segundo disco.

Recuerdo haber enviado esos demos a Carlos Fonseca, director de EMI en ese entonces, y haberle dicho que quería grabarlo en NY.

Tenía yo 24 años.

Sin embargo, durante los meses que vinieron la imagen de verme haciendo mi música se empezó a poner borrosa.

Empezó a parecerme totalmente ajena.

Para fines de 1997, desde mi percepción, en Shogún nos había empezado a costar trabajar juntos como una banda.

Una tarde de noviembre, después de un ensayo en la sala de Denver, nos llevamos todos los instrumentos en el auto de Jaime Laso rumbo al garage vacío del estudio Konstantinopla, de Carlos Cabezas y Miguel Miranda.

Hacía mucho calor. Instalamos todo. Intentamos ensayar unos temas nuevos, pero no funcionaba.

Jaime se fue.

Yo me quedé ahí.

Llamé a mi amigo Mauricio Acuña, ingeniero de estudios Master.

Al día siguiente me prestó una Alesis Adat de 8 pistas del estudio y me encerré a grabar ideas durante 3 o 4 días en el garage.

De esas sesiones salió el núcleo de Demonio: "Anhedonia", "Sui", "Te encontré, te perdí".

Los siguientes meses fueron de seguir componiendo y grabando.

Estaba haciendo otro disco.

Pero los ocho demos del otro "segundo disco" para grabar en NY se habían olvidado por completo.

En abril de 1998 me arrendé a medias con Jaime el piso de abajo de una casa de Ñuñoa, en Infante cerca de Irarrázabal.

Iba a ser sala de ensayo-estudio. Pero terminó siendo más un estudio que otra cosa.

Seguí componiendo.

De ese proceso salió "Aún tengo tu olor", "SZU", "SXU" y "Demonio".

Para ese momento aún no sabía si lo que estaba haciendo era o no un disco de Shogún.

Me costó tomar esa decisión, ya que era un disco en el que, salvo algunas colaboraciones de Jaime, otras del viejo amigo René Moncayo y algunas conversaciones con el querido Denver, casi todo había quedado totalmente en mis manos. Y hasta ese momento Shogún era una banda y no un proyecto solista.

Tras juntarme a hablar con Jaime y con Denver quedamos en que sí, sería un disco de Shogún.

Lo que vino fue un largo proceso de mezcla.

En esos tiempos mucha gente visitaba mi estudio.

Javier Pañella, mis amigos Miguel Miranda y Koko Stambuk; Cathy Lean, Gabriel Vigliensoni, Cristián y Claudio Torres, Edu y Caroline, Cristián Araya, David Ponce, Phillippe Boisier, Pepi VG, Beto Cuevas, Fonseca, los Congelador, Carlos Moena, etc.

A todos les mostraba pedacitos de las canciones en proceso.

Los días finales de las mezclas, en noviembre de 1998 y calurosos nuevamente, fueron extremadamente tensos. No había nadie más cerca para escuchar el avance del trabajo. Y recuerdo muy bien haber recorrido largos trayectos en micro con mis audífonos, escuchando mi walkman con pruebas de los cruces de canciones, el sonido de las mezclas, las cosas que faltaba por grabar, etc.

Finalmente llegó el día de la masterización.

Tomé mi computador G3 de 233 mhz y pasé las mezclas directo de ahí, saliendo por la Audiomedia III, al computador del estudio donde se masterizó.

El master quedó bastante mal.

Pero no había tiempo ni recursos para rehacerlo.

En paralelo me junté con mi amigo Javier Pañella para solucionar el arte del disco.

Fue la primera vez que trabajamos juntos.

Decidimos que la carátula sería blanca con el texto en el gris más claro que se pudiera. Que costara leerlo.

Javier añadió una capa de esmalte brillante y eligió un papel opaco.

El resultado estuvo listo en diciembre de 1998.

En el arte le pusimos 1999.

Yo no quería que el disco fuera 1998.

De ese master original decidí eliminar y alterar material; piezas que incluso con los años de distancia nunca llegaron a convencerme, por varias razones.

Ahora creo que la energía de ese disco está pura en esta nueva edición, sutilmente remasterizada este 2017.

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