El fascinante mundo de Pina
En poco más de una hora, la pieza permite recoger vivencias, maravillarse, reír y enriquecerse con nuevos antecedentes para extasiarse aún más con la creación.
Pina Bausch fue y es un referente de la danza. Su legado renovador, su particular manera de poner en el tapete miedos, vicios y frustraciones; de transmutar el diario vivir al movimiento; de conjugar acciones escénicas simultáneas; de ser un espejo crítico de la sociedad, son fuentes aún de inspiración y de admiración. Y en ese sentido, hace siete años Cristiana Morganti, quien fuera integrante del Tanztheater de Wuppertal por más de una década y, por ende, cercana a la coreógrafa alemana hasta su muerte en el 2009, le rindió homenaje al crear una pieza que devela parte del día a día creativo de la artista.
Moving with Pina, que se estrenó en el GAM como parte de Santiago a Mil, es literalmente una conferencia (en italiano, con subtítulos) danzada, que desenmaraña algunos tópicos -poéticos y técnicos, pero también humanos- que Bausch planteaba a la hora de crear sus obras junto a la compañía. Con profunda sensibilidad, no exenta de humor y derrochando simpatía, Morganti desarrolla un relato que explica claramente, con palabras, gestos, movimientos, y, por supuesto, danza, el lenguaje coreográfico de la artista alemana y ese proceso inventivo que el público desconoce.
Enfundada en un vestido largo rojo, comienza una narración plena de anécdotas que luego -y tras cambiar su ropaje en escena a algo más sencillo en negro- va sumergiéndose en la estética de Bausch en general, pero también en particular a través de referencias a obras específicas, como Agua (2001), que ejemplifica a través de parte del solo que le correspondió; Leyenda de castidad (1979), para explicar el "extrañamiento", término que acuñó la propia Morganti, para definir el cómo la artista transportaba un acto a un contexto totalmente distinto, o Kontakthof (1978), para demostrar cómo utilizaba los gestos de la vida cotidiana. Pero también saca a relucir otros hitos, ya sea La consagración de la primavera (1978), Viktor (1986), Carnations y Walzer (1982).
En poco más de una hora, la pieza permite recoger vivencias, maravillarse, reír y enriquecerse con nuevos antecedentes para extasiarse aún más con la creación. Un merecido tributo en manos de una artista que emociona con su magistral lección del universo de Pina Bausch.
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