David Byrne: sin ironía alguna

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American utopia funciona como postales de un musical de géneros contemporáneos con reflexiones vastas sobre la sociedad. Byrne ha dicho que el título no representa ironía alguna, sino la intención de hacer preguntas


Carlos Alomar, uno de los guitarristas históricos de David Bowie, contaba que no siempre resultaban los métodos pocos ortodoxos de Brian Eno para hacer música, que a veces sus soluciones enrevesadas -un sistema de tarjetas con cambios de acordes azarosos por ejemplo-, solo distraían ante la falta de ideas. Eno es uno de los productores de este regreso de David Byrne después de 14 años y no se le prejuzga, pero es un dato a considerar. No figura solo, sino en compañía de Rodaidh McDonald, cuyo nombre se asocia a nombres actuales como The XX, Savage, The Horrors y Vampire Weekend, artistas que utilizan la electrónica sin recurrir al manoseo del vintage, sino explorando un lenguaje relacionado a la manera en que Depeche Mode utilizaba las máquinas en los 80, obteniendo nuevos sonidos mediante repeticiones y sampleos. Su presencia -punto para David Byrne-, se nota.

Lo primero que resalta en American utopia es el paso del tiempo. Los 14 años sin disco propio del ex líder de Talking Heads -que estará este viernes 16 en Lollapalooza Chile- se relativizan porque entre medio hizo álbumes con Eno, luego Fatboy Slim y St. Vincent. Como sea, ha envejecido y su voz lo delata. Cuesta acostumbrarse porque se trata de un gran cantante de registro característico, expresivo, inquieto, con un dominio operático incluso. En algún rincón de la memoria aún resuena su canto espectacular en la Estación Mapocho, también hace 14 años.

American utopia funciona como postales de un musical de géneros contemporáneos con reflexiones vastas sobre la sociedad. Byrne ha dicho que el título no representa ironía alguna, sino la intención de hacer preguntas. Cuando parte "I dance like this", con un piano secundado por andanadas sucintas de electrónica, y luego sobreviene un cambio radical y robótico espectacular, las expectativas sobre el regreso de esta leyenda aumentan. La letra puede que hable de un futuro mejor pensado para otros, no queda claro, pero la dicotomía funciona. En "Gasoline and dirty sheets" cuela mensajería política, disconformidad y cierta desesperanza, aunque cuesta descifrar hacia qué o quiénes se refiere Byrne. El fraseo se hace torpe y encaja forzado, asomando las primeras grietas sobre la voz.

La que sigue, "Everyday is a miracle", es un trago amargo. Versos destemplados, un pastiche que se mueve entre tonalidades del Caribe y África cantadas por un jubilado. La letra intenta provocar con una alegoría dudosa que recurre al mundo animal: "El cerebro de un pollo, y la verga de un burro, un cerdo en una manta, y es por eso que me quieres". Dog's mind describe escenas del poder y los medios -"entonces los periodistas agradecen al Presidente, y él les dice qué decir"-, en una especie de sinfonía electrónica con los contornos de un himno patrio.

Más tarde el álbum se abre a más territorios de world music -"This is that" con ecos del Lejano Oriente-, como "It's not dark up here" refuerza el sentido teatral sumando reflexiones de profundidad discutible: "Solo hay una forma de leer un libro, y solo hay una forma de ver televisión (...) solo hay una forma de oler una flor, pero hay millones de formas de ser libre".

Hacia el final en "Doing the right thing", con una letra mejor lograda sobre un personaje que alberga dudas de su vida aparentemente perfecta, el giro hacia una electrónica bailable, intensa y cósmica recuerda que al comienzo este disco prometía, hasta que llega "Everybody's coming to my house", compuesta por Brian Eno, resonando a LCD Soundsystem con respirador. Unos versos de Here, la última, definen la propuesta de American Utopia: "Aquí hay muchos sonidos para que tu cerebro los comprenda, aquí el sonido está organizado en cosas que tienen algún sentido, aquí hay algo que llamamos alucinación". Son canciones como piezas desperdigadas de aparente coherencia o no necesariamente. Entre medio hay un disco con exceso de ingredientes y mucha autoindulgencia.

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