La Cumbre: lejos de la paridad
Que La Cumbre garantice paridad sintoniza con el contexto musical del país. En el caso chileno el aporte femenino es real y se expresa en éxito y prestigio internacional. Ajustar la presencia de las mujeres sobre el escenario es una especie de ley que, como suele ocurrir, llega atrasada a regular una realidad.
"La calidad no tiene sexo", comentó un lector a este diario ante el anuncio de 50% de proyectos liderados o integrados por mujeres en la próxima versión de La Cumbre, el 12 de enero de 2019 en el Club Hípico. Sería ideal que el género diera lo mismo, pero estamos lejos porque, tal como sucede con los sueldos y los planes de salud para el género femenino, la cancha semeja una pista con obstáculos. En el caso de este festival, que definitivamente abandona el rótulo Cumbre del Rock porque resulta estrecho para la oferta musical presente en Chile, el empate incluso subvenciona el aporte masculino. En la escena femenina local hay mayor desprejuicio estilístico y apuestas, en tanto los grandes nombres del pop chileno conocidos en el extranjero son mujeres en su mayoría -Mon Laferte, Ana Tijoux y Javiera Mena-, mientras en el mercado interno Camila Gallardo ejemplifica el éxito con media docena de canciones en el top 200 de Chile en Spotify.
Hasta ahora el evento tenía índices aceptables de participación femenina. Este año protagonizaron el 35% del cartel, nada mal considerando que en Latinoamérica las cifras son aplastantes a favor de los hombres en festivales. Según una investigación de somosruidosa.com del Ruidosa Fest, el evento musical feminista promovido por Francisca Valenzuela, "un 78.1% de los artistas que han ocupado los escenarios de la región en 2017 son hombres, o bandas compuestas sólo por hombres".
El mismo trabajo apunta que en Chile la participación de mujeres en festivales es de un 29.2%, en segundo lugar tras EE.UU. (33.3%), superando a Colombia (24.8%), México (21.7%), y Argentina (13.2%).
¿Tiene méritos el cancionero femenino para reclamar mayor presencia? Al menos por arrojo, variedad estilística e impacto cultural, si. La radio pública estadounidense, NPR, publicó en julio el listado "200 Greatest Songs By 21st Century Women", selección que destaca ese mismo desprejuicio reflejado en la escena femenina chilena. "Esta generación de músicos, en particular las mujeres, desafía el paradigma del rock y el soul como elementos centrales del pop estadounidense". Sin embargo, el recuento apunta que pese al aporte cualitativo, esos logros son "infravalorados de forma rutinaria". La masiva presencia de mujeres en el pop de hoy no tiene eco, por ejemplo, en los Grammy. En las últimas seis entregas el 90.7% de los nominados han sido hombres. Acá, con los premios Pulsar, los números también son magros. En 2015 y 2016 las mujeres conquistaron 7 de 23 categorías, 2017 solo una, y este año 8 de 24.
En rankings la situación no mejora. Hasta agosto de 2017 apenas el 14% de las canciones del Billboard Hot 100 fueron hechas exclusivamente por mujeres, la cifra más baja según el medio "desde que los datos de Nielsen Music comenzaron a impulsar el Hot 100 hace más de 25 años". Solo una megaestrella como Taylor Swift pudo doblegar en septiembre la sequía de número uno en EE.UU. para las mujeres durante un año completo.
No solo los rostros sufren esa marginación. Tras bastidores la situación es peor. Las mujeres compositoras son una excepción en la industria estadounidense, con apenas un 12% de firmas acreditadas tras los éxitos del Hot 100 entre 2012 y 2017, y los nombres reconocibles de productoras prácticamente no existen. El listado de NPR también asevera que los servicios de streaming no contribuyen a cambiar este panorama. "Plataformas de transmisión como Spotify a menudo tienen un marcado desequilibrio de género".
Los ingleses tampoco reflejan el aporte femenino en galardones como el Brit awards. The Guardian apuntó en la última premiación que desde 1998 sólo un 16.2% de mujeres han sido nominadas a Mejor álbum, la categoría más apetecida.
Que La Cumbre garantice paridad sintoniza con el contexto musical del país. En el caso chileno el aporte femenino es real y se expresa en éxito y prestigio internacional. Ajustar la presencia de las mujeres sobre el escenario es una especie de ley que, como suele ocurrir, llega atrasada a regular una realidad.
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