Historia, sensatez y sentimientos

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En 1991 el Presidente Aylwin recibió el Informe Rettig, que lo llevaría a pedir perdón a las víctimas por los atropellos.

Se publica Rastros y gestos de las emociones, obra interdisciplinaria que propone temas y abordajes de creciente interés. La historiografía chilena sobre afectos y sentires ofrece, asimismo, un desarrollo que abre nuevas ventanas al pasado.


El modo en que afectos, sentires y otros pesan para los estudiosos, y para el resto del mundo, ha alcanzado en años recientes una centralidad desacostumbrada. Respecto del propio presente, para comenzar, y también del pasado lejano.

Piénsese, por ejemplo, en la deriva identitaria de la política y de la cultura contemporáneas: en no poca medida se alimentan de las memorias emotivas y de los sentimientos más profundos de individuos y colectivos. También está el mix de política y lenguaje: de un tiempo a esta parte, por ejemplo, y con personalidades como Michelle Bachelet marcando la pauta, el "pienso", el "creo" o el "considero", a la hora de opinar o ponderar, han cedido lugar al "yo siento". Y pueden sumarse la política y la educación locales, como testimonian los trabajos del historiador Pablo Toro, el más reciente de los cuales se titula De miedo y de ira: estudiantes universitarios y emociones en Dictadura e inicios de la Transición chilena.

Provisto de nociones fundantes, como la "emocionología" de Peter y Caroline Stearns (1985), el académico de la U. Alberto Hurtado propone una "historicidad de las emociones": la ira y la rabia, para comenzar, tienen componentes que invitan a la acción, que movilizan, mientras el miedo puede ser un factor desmovilizador, como se advierte en el examen de la lucha estudiantil de los 80.

En tanto, las lágrimas de Patricio Aylwin al comunicar por cadena televisiva la recepción del Informe Rettig, en marzo de 1991, pueden entenderse como parte de un repertorio que "alude a emociones que fomentan la quietud, el ensimismamiento y la reflexión, como, por ejemplo, la tristeza". Al ampliarse y masificarse como verdades de Estado, emociones individuales como la congoja del entonces Presidente "pueden tener un rol pedagógico, performativo, modelador, que condicione la arena política".

El ensayo de Toro es uno de los 16 que pueblan Rastros y gestos de las emociones. Desbordes disciplinarios (Cuarto Propio, 2018). Una obra colectiva que convocó a investigadores de historia, letras, filosofía, sociología y otras disciplinas que abordaron distintas épocas y países (entre otros, Chile, Argentina e Italia), editados por Macarena Cordero, Pedro Moscoso-Flores y Antonia Viu, docentes de historia, filosofía y literatura de la U. Adolfo Ibáñez, respectivamente.

Como investigadores del Centro de Estudios Americanos de la UAI, organizaron el seminario El Abanico de las Emociones (junio de 2016) y del material presentado nació un volumen que ya está en librerías.

Desde la historia

En su libro Geschichte und Gefühl (2012, traducido en 2015 al inglés como History of emotions), Jan Plamper observa que "en el amanecer de la historia de las emociones, hubo un solo hombre: Lucien Febvre". En 1929, junto a su colega y compatriota Marc Bloch, este historiador francés fundó la revista Annales d'histoire économique et sociale, en torno a la cual se formó una de las escuelas historiográficas más influyentes del último siglo. Los escritores de "los Annales" cambiaron los temas y las aproximaciones -hablando, por ejemplo, de "mentalidades" e "imaginarios"-, y no es raro que fuesen los primeros en tomar en cuenta los sentimientos. En junio de 1941, publicó La sensibilidad y la historia: cómo reconstituir la vida afectiva de antaño, donde Febvre llama a sus colegas a poner las emociones en el centro de su trabajo, alentándolos a vencer las dudas relativas al rol de la sicología al estudiar los sentimientos del pasado. Para el autor de Combates por la historia, en el abismo que separa los distintos modos de relacionarse con la muerte a través de los siglos, está el punto de partida de toda historia de las emociones. También la necesidad, al decir de Plamper, "de encontrar un lenguaje en el cual este abismo pueda medirse".

En cuanto al desarrollo local de este enfoque, cabe consignar el trabajo de Fredy Timmermann, autor de El gran terror. Miedo, emoción y discurso. Chile, 1973-1980 (2015), así como el del grupo articulado en torno al Sello Acto Editores y a una de sus fundadoras, la académica y editora María Eugenia Albornoz. Esta última es la autora de Experiencias de conflicto. Subjetividades, cuerpos y sentimientos en Chile, siglos XVIII y XIX (2015, donde examina injurias e intercambios amorosos, ricamente documentados) y del primer "estado del arte" sobre el campo historiográfico chileno de afectos y emociones: el texto La historia de las emociones. Comienzos, autores, tendencias, breve balance e inventario bibliográfico, incluido en el libro colectivo Sentimientos y justicia. Coordenadas emotivas en la factura de experiencias judiciales. Chile, 1650-1990 (2016).

Compañera de ruta en el sello Acto Editores, su colega María José Correa piensa que "mapear e historizar las emociones da protagonismo a las subjetividades y otorga mayor textura a problemáticas que hace unos años parecían inmunes al sentimiento, ampliando las preguntas, los análisis y los resultados de las investigaciones". Correa nutrió la propuesta de Rastros y gestos… con el ensayo Una vida material enteramente nueva. Los establecimientos termales como espacios emocionales en Chile central, siglo XIX.

Considerar las termas como espacios emocionales, explica en el texto, permite estudiar los significados de un proyecto terapéutico moderno que "consideró el sentir y su administración como un elemento protagónico de la salud y otorgó cualidades afectivas a los recursos usados para alcanzar la curación, de acuerdo a otros criterios, ligados al género y a la clase". Otro tanto, en cuanto a la salud, es lo que ofrece María Soledad Zárate: Señora, su hijo no va a morir: enfermeras y madres contra la mortalidad infantil, Chile, 1950-1980.

En lo que toca a la historia, quedan las reconsideraciones respecto del modo en que sensatez y sentimientos se acomodan en su propio ejercicio (habrá quienes se impongan la norma profesional de separar, de la partida, lo uno de lo otro). Pero algo que de todos modos le cabe hacer, piensa Pablo Toro, es "contribuir a desvelar el rol potencialmente humanizador y también posiblemente empobrecedor de los afectos y emociones socialmente conducidos, así como a precavernos de considerar que solo somos agentes racionales".

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