Paul Taylor: el coreógrafo que sacudió la escena

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Provisto de gran musicalidad, Taylor fue en sí mismo un homenaje a la danza, a la festividad de ésta, y a la naturalidad, y naturaleza, humana.


Hace sólo poco más de dos meses el nombre de Paul Taylor volvió a resonar en nuestro país, cuando su compañía nos visitó. Hoy, lamentamos la pérdida de este gran creador estadounidense, del hombre que golpeó la escena en la segunda mitad del siglo XX y se transformó en un referente mundial.

Porque la danza moderna de las últimas décadas le debe mucho. Porque rompió con los convencionalismos y mostró un abanico de posibilidades creativas. Porque como coreógrafo tomó múltiples técnicas y las llevó al escenario de manera peculiar, donde el movimiento común, la poesía, la vitalidad y el júbilo tomaron forma y se hicieron arte.

Los medios dan cuenta de la muerte del "gigante de la danza moderna", de la leyenda, hasta ayer, viva. ¿Pero qué realmente lo convirtió en ello? Paul Taylor dejó de lado todo prejuicio, revistió sus obras de una versatilidad de movimiento y música y se convirtió en un artista ecléctico. Para él, el pasado y el presente -y con una mirada al futuro- se fusionaban para dar paso a una mezcla de estilos y melodías, y así construir piezas abstractas, enérgicas, de gran inventiva, alejadas de suspicacias, en las que jugaba con la verticalidad y horizontalidad de los bailarines.

El tango, el reggae, el rap y muchos estilos musicales norteamericanos, junto a la música clásica, le sirvieron de fuente sonora para plasmar sobre el escenario obras en las que convergieron movimientos cotidianos, de calle -como su mítica Esplanade (1975) donde se corre, se camina-, poéticos y líricos, vertiginosos y rítmicos.

Pero más allá de la alegría, sus obras estaban plenas de emotividad y humanidad. Y cómo no. Si desde ya el mismo movimiento natural al que acudía y tomaba cuerpo en su imaginación le permitió que fluyeran piezas originales, individuales, con un sello tan particular al que no se le puede poner etiquetas.

Provisto de gran musicalidad, Taylor fue en sí mismo un homenaje a la danza, a la festividad de ésta, y a la naturalidad, y naturaleza, humana.

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