1995 y el sueño de Maitén Montenegro que sigue en rodaje

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El musical dirigido por la actriz y cantante, de vasta trayectoria en el extranjero, tiene tantos momentos altos como peros. El corazón de los personajes, eso sí, termina por redondear una experiencia que se pasea por el rap, el rock, el pop, baladas y un popurrí de los estilos que mandaban en la década.


Una escenografía de patio recibe a un alumno encariñado con los objetos. Una caricia a un aro de básquetbol y una guitarra son el primer cuadro de "1995, el año en que nos volvimos todos un poco locos", el musical de Maitén Montenegro que tendrá funciones hasta el 17 del mes presente.

Cuajada y cuadrada en 75 minutos esta adaptación del libro homónimo de Marco Antonio de la Parra que es parte del currículum escolar del Mineduc, a ratos fluye entre voces discretas -en el caso de Santiago Tupper (protagonista)-, y otras muy destacadas, como la de Jacob Reyes, quien interpreta a Luciano.

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Las canciones de 1995 cumplen las promesas que algunos de sus textos no: son un paseo por los estilos predominantes en la época en que el rock tipo Nirvana -hay un personaje en claro tributo a la moda grunge-, el pop plástico -Frida, la presumida- y la música de la época se lucen, en una banda sonora que suena sólida, pero extraña músicos en vivo.

El montaje de danza, al tratarse de un proyecto de Maitén Montenegro, es sin duda lo más alto. El momento "tiene que estudiar" -una marcha que abraza cálidamente a Pink Floyd- saca los primeros aplausos de la función y permite que se luzca, probablemente, el otro mayor logro de 1995: el corazón de sus personajes.

Más allá de la evidente deuda -pagada a medias- con The Breakfast Club o Dead Poets Society, los adolescentes interactuando encaminan mucho más el montaje que las intervenciones de Nathalie Nicloux y Santiago Tupper, protagonistas de una historia de amor que de seguro con el correr de las funciones tomará el vuelo necesario.

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Estudiantes con asperger, bipolaridad, que juntan plata para la Teletón en una alcancía, peleadores, cantantes, chicos, raperos y sobre todo frágiles, no lloran la ausencia de un profesor. En cambio, sufren las aprensiones de padres que amenazan con aplacar sueños y voces que a veces no se escuchan a tiempo, merced del desafío técnico aún no resuelto por el recinto en que se presenta el musical.

1995 deja una sensación de mucha inversión de tiempo en coreografías, composiciones certeras para la banda sonora, actuaciones sólidas en los secundarios e incluso una construcción de roles que a veces logra hacer que el público elija su estudiante para identificarse.

1995: el año en que todos nos volvimos todos un poco locos se presenta en el teatro Nescafé de las Artes, tiene funciones hasta el 17 de noviembre y es la ópera prima de Maitén Montenegro en el género. Protagonizado por Nathalie Nicloux y Santiago Tupper.

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