Retrocede la cinta
La cuarta visita de New Order tiene algo de revancha tras la abrupta cancelación de noviembre.
Flashback. 1984. Pavón y Clemente bailan "Blue monday" de New Order como autómatas en Sábados Gigantes, el primer encuentro de una generación con el breakdance y la música electrónica para fiestas. 35 años después aquellos niños son adultos que en su mayoría repletan el teatro Caupolicán la noche del miércoles y "Blue monday" es la penúltima canción del set de la banda británica en su cuarta visita. La noche tiene algo de revancha tras la abrupta cancelación de noviembre. El líder Bernard Sumner lo sabe y apenas puede da las gracias por la paciencia.
Stop. La cinta de esta cita retrocede un par de horas. El atardecer cede a la noche y la gente hace la previa con cervezas bebiendo en los alrededores de San Diego en medio de vendedores de credenciales falsas, ese tipo de identificación para conciertos en desuso hace años junto a poleras mal impresas con el nombre de New Order y Joy Division. El quinteto británico se retrasa 15 minutos, suenan David Bowie post glam y luego T Rex. Por la pantalla gigante se suceden imágenes en blanco y negro de saltos ornamentales. Aparece la banda y arrancan con "Singularity" mientras el tono evocativo de las secuencias se traslada a tomas de Berlín amurallado con tribus de punks, violencia callejera y carrete nocturno de alto octanaje. La nostalgia de New Order hace link con lo que Morrissey mostró el mes pasado en el Arena Monticello, con un show también plagado de videos con retazos de un pasado a más de tres décadas de distancia.
Sigue "Ceremony" y Gillian Gilbert abandona momentáneamente el teclado para colgarse una guitarra, el instrumento insignia de la primera parte del concierto para subrayar la dualidad rock y electrónica que los distingue. El cierre recargado de "Age of consent" remarca el costado orgánico. En "Restless" el video de jovencitos guapos en una trama monárquica contrasta con la voz cansina y a ratos desafinada de Bernard Sumner, un extraño caso de líder singular con escaso carisma. La ausencia del bajista histórico Peter Hook aún se resiente -Tom Chapman emula los dibujos pero no su pastoso sonido-, pero New Order sin Sumner es sencillamente imposible.
La juventud sigue siendo tema a la hora de "Crystal" acompañada del video a estas alturas clásico de unos chicos apuestos y onderos encarnando una versión alternativa de New Order con look de banda retro rock de inicios del milenio. El entusiasmo desciende en "Academic", un corte de hace tres años, antesala del segmento más electrónico del show a partir de "KW1" y su indisimulado tributo a Kraftwerk con una mezcla de imágenes urbanas y playeras rematadas con los nombres de los miembros de la banda como si fueran los créditos de una vieja serie de los 80. La sensación de discoteque aumenta en "Tutti frutti", "Subculture", "BLT" y "Vanishing point". En "World" las imágenes de la pantalla gigante recobraron protagonismo gracias al espectacular plano secuencia del video rodado en un lujoso hotel de ribera europea.
Llega "Blue monday", luego "Temptation". Pausa y bis con la cinta de nuestros recuerdos retrocediendo hasta llegar a Joy Division. "Atmosphere" se desencadena con ese maravilloso fraseo de toms urdido por ese metrónomo humano que es Stephen Morris en batería, preparando el terreno para esos quiebres de teclados que resuenan como cristales estallando en cámara lenta. Las imágenes de Ian Curtis en riguroso blanco y negro se reciben con vítores. Sigue "Decades" y finalmente "Love will tear us apart again". La gente corea la característica melodía del sintetizador. La masa salta uniforme, energética, rejuvenecida.
Fotos: Carlos Müller.
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