Comentario de danza: genial reinvención del Lago de los cisnes
Recitado por una de las bailarinas (madre de Siegfrid), los integrantes van ejemplificando eficaz y sarcásticamente las convenciones del ballet.
Qué gran imaginación la de Dada Masilo. Porque reinventar un clásico como "El Lago de los cisnes", un ballet que está en el imaginario universal incluso en aquellos no aficionados, no es tarea fácil. Pero la coreógrafa y bailarina sudafricana lo toma y lo reinterpreta con tal genialidad que hace sucumbir hasta al más reacio.
La obra de Tchaikovsky-Petipá es sólo la base, porque la versión de Masilo y su compañía The Dance Factory Johannesburg, estrenada en el Teatro Municipal de las Condes como parte del Festival Santiago a Mil, es una exploración mordaz e inteligente de lenguajes dancísticos mixtos, de piezas musicales diversas –desde el compositor ruso a Saint-Saëns, Arvo Pärt, Steve Reich y René Avenant-, y de temáticas actuales en las que convergen la homosexualidad, las convenciones sociales, el racismo, el rechazo o los sentimientos encontrados, todo bajo un halo de mucho humor, pero también de lirismo.
La coreógrafa, en una hora, toma la narración y la transforma, pues aquí el romanticismo mágico se diluye para sumirse en una realidad más cruda, donde Siegfrid es conminado por sus padres a casarse con Odette (interpretada por la propia Masilo), a pesar de que él se ha enamorado de Odile, un cisne negro macho. Para ello combina –con los bailarines siempre con los pies descalzos- técnica clásica, como las puntas de pie, los arabesques o los port de bras, con danza contemporánea y mucho baile africano, con caderas que se menean, palmas que aplauden y voces que marcan ritmos.
Tras un vertiginoso comienzo, en la que aparecen cisnes encarnados por hombres con tutú blanco al son de uno de los temas más famosos de la pieza de Tchaikovsky, el humor arriba con fuerza a partir de un irónico texto del periodista Paul Jennings, publicado en el Sunday Telegraph, en el que describe cómo ve el ballet un neófito. Recitado por una de las bailarinas (madre de Siegfrid), los integrantes van ejemplificando eficaz y sarcásticamente las convenciones del ballet. Pero no todo es comicidad. Masilo imbuye momentos poéticos de gran hermosura, ya sea el conmovedor pas de deux entre Siegfried y Odile con música de Reich o, sobre todo, el impactante y recogedor cuadro final, donde los cisnes negros danzan, bajo la partitura de "Spiegel im Spiegel" de Pärt, con un último aliento antes de desplomarse.
Los trece integrantes, de cuerpos fornidos, se sumen en este ecléctico imaginario de forma contundente, con acabadas técnicas e interpretaciones expresivas –donde impresiona el bailarín que interpreta a Odile como también la propia Masilo- y se convierten en el conducto ideal para la lozanía y el ingenio de esta propuesta.
*Créditos de la imagen de la nota: Sitio web de Santiago a Mil.
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