La mula: retrato impresionista de viejo sobreviviente
Pablo Marín, en su crítica de cine de hoy, afirma que Clint Eastwood, "uno de los actores/directores más destacables de la historia de Hollywood, ha estado a la altura de su leyenda" con La mula.
Si Clint Eastwood no fuera lo clásico y lo viejo que es (aparte de lo reaccionario, que también), sería un escándalo que su última película haya sido ignorada en la temporada de premios, Oscar incluido.
Ahora, no es que lo anterior importe mucho, menos si el tipo lleva rato en el panteón crítico, y si la propia Academia, tras un período de desprecio, lo tapó a estatuillas por Los imperdonables (1992). Pero no deja de sorprender que La mula, que Eastwood dirigió, produjo y protagonizó a los 88, haya pasado más bien de largo, más aún si recogió en la taquilla cuatro veces el dinero que costó realizarla, para no mencionar que se trata de un filme gozoso y sufriente sobre la redención y la vejez.
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La historia que cuenta apareció originalmente en 2014, en un reportaje de The New York Times que contaba lo ocurrido con Leo Sharp, veterano de la II Guerra y horticultor de renombre que se convirtió en un "burrero" más allá de toda sospecha. Ahora el horticultor, especialista en lirios, se llama Earl Stone, es veterano de Corea y se hace carne en un Eastwood que se nos muestra industrioso en su floricultura de Illinois, en 2005. Doce años más tarde, internet se comió al negocio "análogo" y Earl queda en la calle, tanto o más odiado que de costumbre por esa familia que ignoró, egoísta como siempre fue: arrinconado, alguien le da un "dato" para usar sus dotes de chofer jamás infraccionado. Earl no sabe lo que transporta, en un principio, pero una vez enterado, no deja de transportarlo. En tanto, una unidad especial de la DEA, la agencia federal antinarcóticos, estrecha el cerco a las entregas de droga a Chicago. Tarde o temprano, le pueden caer encima.
Drama con elementos de thriller y viceversa, La mula es el primer rol protagónico de Eastwood en una película propia desde Gran Torino (2008), y lo que se dijo esa vez en términos de testamento narrativo y estilístico, político y moral, es válido diez años más tarde. Próximo a la noventena, uno de los actores/directores más destacables de la historia de Hollywood ha estado a la altura de su leyenda, pariendo una película certera y precisa, tragicómica e inadecuada, que pulsa las teclas del desgarro incluso en el medio del cliché. Así da gusto.
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