La piel que habita Pedro Almodóvar
En la autobiográfica Dolor y gloria, Antonio Banderas es un cansado cineasta que se reencuentra con un amor de juventud a cargo de Leonardo Sbaraglia. El actor argentino cuenta detalles de la cinta a Culto.
Hace 15 años Leonardo Sbaraglia (1970) se presentó a una prueba para actuar en una película de Pedro Almodóvar (1949). Sus expectativas eran altas, pero de alguna manera sintió en aquel momento que ésa no era su oportunidad. El realizador español buscaba sintonizar en una frecuencia que el trasandino aún no alcanzaba y, a la larga, el rol del cineasta Enrique Goded fue a parar a manos de Fele Martínez, actor español cinco años menor que Sbaraglia. La película era La mala educación (2004), una de las obras más sombrías del director manchego.
Tres lustros más tarde, Sbaraglia pudo encajar sin demasiados esfuerzos en el plan de Almodóvar: le pidió que para Dolor y gloria (2019) interpretara a Federico Delgado, un amor de juventud del cineasta Salvador Mallo, a cargo de Antonio Banderas. Aunque Sbaraglia cree que en esta ocasión su sintonía fina estaba en total conexión con lo que deseaba Pedro Almodóvar, cabría decir que entre Dolor y gloria y La mala educación no hay tantas diferencias: el director se ha encargado de dejar en claro en las notas de difusión que ambas forman parte de una trilogía habitada por personajes cineastas donde el primer eslabón es La ley del deseo (1987).
El título de la nueva película del autor de Hable con ella (2002) no puede ser más explícito: describe los padecimientos físicos y espirituales de un cineasta ya entrado en los 60 que alguna vez fue el mejor de su raza en España y al que hoy se le rinden tributos por aquella lejana gloria.
La cinta, por la que Antonio Banderas obtuvo el premio a Mejor actor en el Festival de Cannes 2019, se estrena este jueves en el país. No es una obra más de su director: tiene las mejores críticas desde Volver (2006).
En la trama, Salvador Mallo tiene algo de fobia social y rehuye los encuentros con conocidos de hoy, pero sobre todo del ayer. Es una película autobiográfica (Almodóvar ha recurrido al término "autoficción"), pero las cosas están exageradas a un nivel, valga la redundancia, "almodovariano".
En una de aquellas vueltas melodramáticas, Salvador Mallo se reencuentra con Alberto Crespo (Asier Etxeandia), un viejo actor al que aún le tiene aprecio a pesar de que en el set era un animal chúcaro y poco dispuesto a hacerle caso. Cansado y con mil dolencias (desde migraña crónica hasta la úlcera), Salvador parece revivir algo de su antiguo fulgor en compañía de Alberto.
Nada pasa entre ellos y son sólo conocidos de los lujuriosos años 80. Con quien sí pasan muchas cosas otra vez es con Federico (Leonardo Sbaraglia), una pareja de aquella misma década. En Dolor y gloria, Federico tiene una segunda y breve oportunidad en la vida de su exitoso y enclenque ex amante.
"Todos estábamos conscientes de que él quería reconocerse en cada uno de los personajes de la historia o al menos encontrar parte de su vida en ellos", cuenta Leonardo Sbaraglia, al teléfono desde Argentina. "No es que los caracteres fueran exactamente iguales a la realidad, pero de alguna u otra manera él siempre nos expresó que se trataba de una película de su vida. Y Salvador Mallo es una clara metáfora de él", agrega el actor de Relatos salvajes (2014) y Plata quemada (2000).
En busca de Federico
El actor porteño tiene una trayectoria dilatada en el cine de su país, pero también en España, donde protagonizó El rey de la montaña (2007) y Diario de una ninfómana (2008), entre otras películas. Es en ese contexto que ya era parte del catálogo implícito de candidatos de Almodóvar, quien por lo demás produjo la exitosa Relatos salvajes, que tuvo a Sbaraglia en una de sus historias.
"Me enteré de que Pedro estuvo durante mucho tiempo buscando al personaje de Federico. No aparece desde el principio, pero sí forma parte del corazón de Dolor y gloria. Es esencial para la relación con Salvador Mallo, que interpreta Banderas. Afortunadamente parece que encontró en mí al actor adecuado para el rol", dice con modestia.
A pesar del tono triste de varios de sus pasajes, Dolor y gloria es un clásico filme de Almodóvar en términos estéticos. Las escenas en flashback que recrean la niñez de Salvador junto a su madre (Penélope Cruz) son un contraste de luz con el sombrío presente.
Para Sbaraglia esa marca autoral es única: "Almodóvar es de los grandes cineastas vivos, de los más originales. Lo podría comparar perfectamente con Fellini o Buñuel. Por otro lado, a pesar de que Dolor y gloria era una película de gran producción, siempre sentí muy cerca al director. El ambiente de rodaje era extremadamente familiar. Fue como si estuviéramos haciendo un cortometraje, en el mejor sentido de la palabra. Todo muy cálido y afectivo".
Muy elogiada por la crítica en el Festival de Cannes (a diferencia de Julieta, la anterior película del cineasta), Dolor y gloria merecía para muchos más que el premio a Mejor actor. El propio Antonio Banderas dijo echar de menos a Almodóvar en la premiación.
Aún así , Sbaraglia mira desde lejos con más equilibrio y paños fríos: "Por supuesto que a todos nos dio pena que Pedro no obtuviera la Palma de Oro a Mejor película, un galardón pendiente para él en Cannes. Sin embargo, así son los festivales. Hay decisiones y consensos en todos los jurados. Hasta el último día Dolor y gloria era la mejor evaluada por los críticos. Nos pasó un poco lo mismo con Relatos salvajes en el 2014, que era favorita, pero al final no se llevó nada. En fin, los festivales tienen sus propias reglas y hay un mundo y una política interna que se construye entre los jurados. Son decisiones muy personales que se producen en esos micromundos que duran lo que dura el festival: 10 días".
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