El rock es una pieza de museo

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Por estos días en el MET neoyorquino está la más impresionante exhibición consagrada a los instrumentos del rock: Play it loud, una muestra de 130 piezas que viaja desde Elvis hasta Prince, y que establece que el género musical más influyente del siglo XX también puede estar en vitrina en los museos. Aunque los Rolling Stones digan lo contrario.


Muchos críticos de música -con ánimo de buscar rosca o de abrir el debate- han postulado que el rock adquiere cada vez más la forma de una pieza de museo. Con su gloria remitida al siglo XX, con sus héroes fallecidos convertidos en mártires de pósteres y poleras, y sin una gran banda que en la última década haya entregado renovación, el género semeja un artefacto de otra era, un veterano al que solo acudimos para gozar de sus historias de juventud.

Pero en Nueva York, el asunto se lo tomaron de forma literal. El Museo Metropolitano de Arte (MET) decidió que entre sus tesoros de la antigüedad clásica, sus piezas del paleolítico, sus jarrones griegos, sus figuras de la antigua Mesopotamia y sus óleos de Cézanne, había que poner a la par a otra expresión del ayer. Play it loud: Instruments of rock and roll es el nombre de la muestra que está abierta hasta el 1 de octubre y que se ha convertido en la más impresionante exhibición de instrumentos originales del rock montada hasta la fecha. 130 en total divididos en siete galerías temáticas, y que cubren desde Elvis hasta Lady Gaga.

"La exposición permite no solo apreciar el arte de los instrumentos, sino que también su poderoso papel en la identidad del rock", definió Max Hollein, el director de la entidad, en la inauguración de abril pasado. De alguna manera, acierta: las cerca de dos horas que en promedio dura el recorrido son una travesía sin tregua por los instrumentos que fueron ruidosos testigos de algunas de las más grandes composiciones del cancionero popular o que definieron para siempre la personalidad de sus ejecutantes. Un deleite para cualquier interesado, una fascinación de alta intensidad cardíaca para los seguidores de la música.

Y no es exageración: aquí está la legendaria guitarra Gibson doble utilizada en los 70 por Jimmy Page, de Led Zeppelin, para tocar en vivo los pasajes acústicos y eléctricos de Stairway to heaven. También está la guitarra "Love drops", de Jimi Hendrix, con su cuerpo en forma de V, pintada por el propio artista con esmalte de uñas y que tuvo entre 1967 y 1969. Aparece en otro rincón la célebre Telecaster/Esquire con que Bruce Spingsteen posó para la portada de una de sus obras mayúsculas, Born to run, de 1975, el mismo instrumento del que después dijo "cuando me pongo esto, no siento que tenga una guitarra: es solo una parte integral de mí". Y también, para los más contemporáneos, está la mandolina que Peter Buck convirtió en la médula del hit "Losing my religion" de R.E.M.

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Bajos y guitarras: Una visitante observa una amplia parte del museo dedicado a los más diversos instrumentos.[/caption]

Está claro que Play it loud está inclinado hacia las guitarras. ¿Cómo podía ser de otra forma? Es el símbolo por definición de la cultura rockera y el lugar lo establece desde un comienzo: en la entrada, reluciendo casi en un altar por sobre los mortales, se ve la gruesa Gibson con que Chuck Berry le dio su identidad definitiva al rock and roll y con que, de paso, interpretó clásicos como Johnny B. Goode. Un poco más allá, escrita en una pared hay otra frase, casi un versículo replicado por uno de sus apóstoles, que también le entrega épica y genealogía a todo lo que estamos viendo: aquella de John Lennon etapa 1972 en que postula que "si hubiera que ponerle un nombre al rock and roll, habría que bautizarlo como Chuck Berry". Amén.

El trayecto sigue con un leve paréntesis -el gran piano café de Jerry Lee Lewis, otra estrella del amanecer rocanrolero-, para luego retomar las cuerdas. Por ahí desfilan la Martin D-18 de 1942 con que Elvis casi una década más tarde hizo sus primeras grabaciones en los estudios Sun Records; la guitarra rectangular de Bo Diddley; y una Gibson con una cubierta de cuero labrada a mano y con el nombre de su dueño tejido en letras fuertes: Buddy Holly.

Quizás el gran quiebre de esta primera galería lo marca el set de dos guitarras y batería situado sobre el final: los instrumentos con que The Beatles se presentaron en sus shows de 1963 y 1964, en pleno fulgor beatlemaníaco. Todo está custodiado tras un panel de vidrio de amplio espesor y altura. Es casi la misma protección que posee a solo un par de metros, en otra área de este museo laberíntico, una pieza de la Antigua Roma. El poder de Julio César hay que preservarlo tanto como el de John, Paul, George y Ringo. Mientras la guitarra que pertenecía a Lennon fue cedida por Yoko Ono, la de Harrison guarda una historia singular: según se lee en el mismo sitio, en 1966 se la ganó en un concurso el músico alemán Frank Dostal, de la banda Faces and the Rattles, firmada además por los cuatro miembros de los Fab Four (mentira: ahí se aclara que fue el propio mánager del cuarteto quien lo hizo). Más de cinco décadas después, Dostal se la entregó por este tiempo al MET.

La segunda galería se llama Guitar Gods y es un goce para los más virtuosos, con piezas de Eric Clapton, Eddie Van Halen, Jeff Beck, Angus Young, Jack White y St. Vincent. Luego está The Rhythm Section, dedicado a los bajos -se luce el Höfner de McCartney- y las baterías -se muestra una de las últimas de Lars Ulrich, de Metallica-.

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Prince: La guitarra Love Symbol que marcó sus shows.[/caption]

Otro quiebre: la sección Expanding the Band ofrece un arsenal de sintetizadores, teclados -está el gigantesco órgano Hammond de Keith Emerson, de Emerson, Lake & Palmer, en el que clavaba cuchillos para mantener las notas, hasta que terminó explotando-, arpas, violines u otros tan exóticos como el dulcimer, aquel instrumento de cuerda percutida que Brian Jones descubrió en The Rolling Stones (aquí se muestra el que tocó para el disco Aftermath, de 1966). En este punto, Play it loud adquiere un sentido más didáctico y da la bienvenida a una sala donde varios guitarristas, entre ellos Jimmy Page, Keith Richards y Tom Morello, explican desde una pantalla cómo se enamoraron de la música (el video de Richards, con su facha de viejo marino cuentacuentos, es el que más público convoca).

En la galería Creating an image están los casos de artistas que diseñaron sus propios instrumentos para darles un carácter personal: el listado lo encabezan el futurista piano ARTPOP de Lady Gaga y la guitarra afilada de Prince bautizada como Love Symbol.

Sobre el final, la belleza da paso a la rebelión. En uno de los tramos más atrapantes están algunos instrumentos destruidos por sus propietarios, como la Fender Stratocaster despedazada por Kurt Cobain en el tour de Nirvana de 1993, además de una Gibson hecha añicos por Pete Townshend en los 70, acompañada de un póster protagonizado por el mismo músico de The Who y que se titula "Cómo destrozar tu guitarra en 17 pasos".

El rock definitivamente es una gran pieza de museo. Aunque hay un detalle: en todo lo que se exhibe, hay una sola vitrina vacía. No hay nada y solo cuelga el mensaje de "este objeto está fuera de acá, de tour con los Rolling Stones". Parece broma, pero es real. Es una guitarra de Keith Richards que hoy está en plena ruta con sus padres. Se resiste a estar encarcelada. Quiere sentirse viva y no resignarse como una simple reliquia nostálgica.

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Una réplica de la figura de Jimmy Page junto a la guitarra original de 12 cuerdas que ocupó en vivo en los 70.[/caption]

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La legendaria guitarra "Love drops" con el cuerpo en forma de V que Jimi Hendrix tuvo entre 1967 y 1969.[/caption]

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El ingreso a la exhibición del MET, con la Gibson de los 50 de Chuck Berry como emblema.[/caption]

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El piano café que Jerry Lee Lewis tocó desde los 50 hasta hoy.[/caption]

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La guitarra con que Elvis Presley hizo sus primeras grabaciones en los estudios Sun Records en los 50.[/caption]

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Las guitarras y la batería con que The Beatles realizaron sus shows de 1963 y 1964, incluyendo su memorable debut en el programa de Ed Sullivan.[/caption]

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La mandolina que Peter Buck convirtió en la columna vertebral del sonido de Losing my religión de R.E.M.[/caption]

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El dulcimer, un instrumento de cuerda percutida que Brian Jones descubrió en The Rolling Stones y que llevó hasta el disco Aftermath.[/caption]

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La mítica guitarra cuadrada diseñada por Bo Diddley.[/caption]

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Dos bajos Höfner, de distintas épocas, de Paul McCartney.[/caption]

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Dos cuchillos enterrados en el teclado de Keith Emerson, de Emerson, Lake & Palmer, los que usaba en los shows para mantener las notas.[/caption]

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Un sintetizador imponente de la era en que el rock descubrió los sonidos más sintéticos.[/caption]

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La guitarra Love Symbol de Prince.[/caption]

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El set ocupado por The Who a principios de los 70.[/caption]

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Cuadros y afiches de shows también adornan la exhibición.[/caption]

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Una guitarra destruida por Kurt Cobain en 1993.[/caption]

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Otra guitarra despedazada por Pete Townshend en su vida en The Who.[/caption]

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