Menos es más. Esa es la moral artística en la que se mueve Mindhunter, la serie de Netflix donde profundiza en el estilo que ya mostró en su debut de 2017: la segunda temporada de la ficción, sobre dos agentes del FBI que investigan a asesinos seriales, convierte la televisión en cine, con un guion extraordinario que profundiza sobre el origen del mal: importa más el por qué que el cómo. Así, esta vez los crímenes del “asesino de niños de Atlanta”, en 1979, son ficcionados a través de varios testigos, donde el relato se impone a los juegos de artificio, la morbosidad y la obviedad, consiguiendo momentos realmente brillantes para la serie producida, entre otros, por Charlize Theron y David Fincher, este último a cargo de la dirección de los tres primeros episodios del segundo ciclo.

La mano del cineasta de Zodiac y Los siete pecados capitales se nota no solo en la dirección artística (una fotografía azulada y oscura, más cinematográfica y meticulosa en su ambientación y muy en el tono de la película protagonizada por Jake Gyllenhaal) sino también en dónde pone el ojo, con encuadres que son un lujo y más interesado en mostrar, esta vez, cómo el lidiar con el mal termina provocando consecuencias palpables en los dos agentes del FBI que protagonizan la historia (Holden y Bill, encarnados con aplomo por Jonathan Groff y Holt McCallany), donde nuevamente son las entrevistas a asesinos los que se roban los mejores momentos, en un método para conseguir información que esta vez tiene el respaldo de un nuevo jefe del FBI y donde hay un hábil manejo de la tensión, donde la mitad del relato —la visual— queda a voluntad del televidente.

La profundización de la sicología de los asesinos retratados —todos sacados de hechos verídicos y que en ningún caso los glorifica, sino más bien los expone en sus contradicciones— y de los personajes principales consigue que cada uno tenga varias capas y donde cada acción tiene una motivación en un sentido profundo y sin artimañas de esas que abusan los thrillers sicológicos en la pantalla. Acá no hay trucos baratos y es la antítesis de una serie para hacer spoilers.

Advertencias: el primer capítulo parte con cierta lentitud, pero desde el segundo se vuelve apasionante y adictiva. Lo otro es que la campaña de Netflix quiso aprovechar que se abordan los crímenes de Charles Manson y su secta para sugerir que la historia iba por ese lado y no: el muy famoso asesino —interpretado por Damon Herriman— aparece en una gran escena, pero el foco está puesto en el asesino conocido como BTK y principalmente en Wayne Williams, un veinteañero que mató a 28 personas de raza negra, en su mayoría niños y que deriva en un problema racial que también aborda la ficción.

En tiempos donde las plataformas de streaming estrenan varias series a la semana, a veces hay que elegir. Y en un año particularmente flojo para Netflix en términos de estrenos de series (Russian doll y Sex education son las más destacadas de estos meses y hay una larga lista de desechables), Mindhunter 2 viene a reparar las cosas: su entrega es lo mejor en lo que va del año en Netflix. Una imperdible.