El último filme antes del Golpe y los años chilenos de Raúl Ruiz

Ruiz-puro-1974

Antes del exilio y después de Palomita blanca, el cineasta trabajó en Interferencia, cinta basada en un hecho de violencia política cuyo rodaje se iniciaba el 12 de septiembre de 1973. Un libro de Yenny Cáceres rescata esta y otras historias.


No ha sido infrecuente, en los años posteriores al 11 de septiembre de 1973, escuchar a testigos de la época decir que el golpe de Estado estaba en el aire. Que se presentía. Otra cosa es encontrar, antes del "Once", alguna traza de esas intuiciones.

Uno que ha dejado trazas es Raúl Ruiz (1941-2011), quien legó un par de escenas perturbadoras en dos filmes rodados durante el gobierno de la UP, pero estrenados más tarde: si en La expropiación (1971-74) Jaime Vadell es un funcionario que sostiene un cráneo, cual Hamlet, e imagina qué hacer si la oposición se alza contra Allende -"recurriremos al pueblo, a la masas"-, en Palomita blanca (1973-92) tres amigos especulan sobre un levantamiento uniformado y sobre los miles de proletarios que, desarmados, se batirían por el Allende recién electo. Pero hubo más, según constata Yenny Cáceres en su libro Los años chilenos de Raúl Ruiz (Periodismo UDP-Catalonia), que a fin de mes se presentará en la Feria de Autores de Santiago.

En las semanas previas al fin de la UP se echó andar, recordaría el puertomontino años más tarde, "una película sobre conspiraciones, sobre el golpe. Pero no el golpe con los responsables, el Ejército, sino el golpe latente entre la gente". La cinta, que no llegó a ser tal, se llamó Interferencia, y lo que de ella quedó, aparte de la memoria de los involucrados, es un registro documental cuyo paradero hoy se desconoce. Su historia se suma a una larga lista de proyectos, de incidentes, de aventuras e iluminaciones que, entre 1961 y 1974, jalonaron la biografía de un autor inconfundible.

"Cuando Ruiz me habló de esta película, me dijo que era sobre el golpe. A su manera, claro", recuerda la autora, periodista y crítica de cine, sobre un libro que tomó ocho años de investigación. Que partió con entrevistas al cineasta durante su último viaje a Chile, pocos meses antes de su muerte y que, como observa en su prólogo Gonzalo Maza, "viene a llenar un vacío impresentable sobre el trabajo de uno de los más grandes cineastas de la historia".

https://culto.latercera.com/2019/07/12/musica-nuevo-cine-chileno-pulsar/

Crimen en Concepción

Suele decirse de Ruiz que apenas terminó su trabajo -por encargo- en Palomita blanca, lo pillaron el "Once" y un pronto exilio. Pero no fue así. Hubo una película cuyo trabajo de preproducción (equipo, casting, locaciones) se había completado y cuyo rodaje estaba previsto para comenzar el día 12. Interferencia era también un encargo, pero de otro tenor. Como recalca Cáceres, era "más política", entre otras cosas por estar basada en un episodio de violencia política.

El 18 de marzo de 1973, se encontró en Concepción el cadáver del obrero Jorge Tomás Henríquez, con las manos y los pies amarrados a la espalda: con cada movimiento que había hecho para soltarse, se fue estrangulando. Lo hallaron junto al lugar donde la Superintendencia de Servicios Eléctricos había instalado una antena para interferir las transmisiones de Canal 13 (solo Canal 7, de Gobierno, estaba autorizado para realizar transmisiones a nivel nacional). La izquierda acusó al sacerdote Raúl Hasbún, director del entonces canal de la UC, de contactar a un comando de Patria y Libertad para poner fin a la interferencia. Este comando habría asesinado a Henríquez. El caso levantó polvareda y conmovió a Luis Poirot, quien decidió hacer una película.

Fotógrafo oficial de la cuarta campaña presidencial de Allende, Poirot se asoció al publicista Patricio Valenzuela. La dupla consiguió apoyo de la estatal Chile Films y se lanzó a la producción. Contrataron a Ruiz como director y sumaron en la producción a Darío Pulgar, amigo y excompañero de Ruiz en Concepción, conocido en los años de la UP como su "productor suicida" por acompañarlo, pese a todo, en sus aventuras fílmicas. Poirot y Ruiz se conocían del mundo del teatro -ambos trabajaron con Víctor Jara-, pero no eran amigos.

Era una película coral, se lee en el libro, "con un gran elenco en el que estaban Julio Jung, María Elena Duvauchelle, Alejandro Sieveking y Bélgica Castro, más actores que ya habían trabajado con Ruiz, como Marcial Edwards, Luis Alarcón y Nelson Villagra". El guion fue escrito por Poirot y Valenzuela. Para ahondar en la historia, fue útil la amistad del primero con Eduardo "Coco" Paredes, director entonces de Chile Films y director de Investigaciones al inicio del gobierno de la UP. Este los puso en contacto con el detective Mayo Baltra, quien lideró las pesquisas.

En agosto, el proyecto ya estaba completamente en marcha. La producción de la película estuvo a cargo de Valeria Sarmiento, esposa de Ruiz desde 1969, quien arrendó una oficina en la calle Matías Cousiño, donde se hizo el casting. Valenzuela quiso traer a un director francés de fotografía, Philippe Quidor, pues a su juicio no los había muy buenos en el país. Chile Films, como coproductor, ofreció sus instalaciones para el rodaje, mientras Quidor y Ruiz viajaron a Concepción para buscar locaciones.

Los actores tuvieron algunos ensayos en la oficina de Matías Cousiño y en el departamento de Ruiz, mientras Cristián Sánchez, ayudante de dirección del filme y alumno de Ruiz en la UC, reunía información de prensa y seleccionaba frases que pudiesen ser útiles. Eso sí, lo único que llegó a filmarse fueros unas secuencias documentales que registraron la marcha que conmemoró el tercer aniversario del triunfo de Allende, el 4 de septiembre. Las registró Jorge Müller, que tras el Golpe engrosaría la lista de detenidos desaparecidos.

Los misterios

Interferencia había reunido a Ruiz con viejos conocidos, como Villagra, Alarcón y Pulgar. A los tres los unía una amistad que se remontaba a 1961, el año en que arranca el relato del libro: tras breve paso por Derecho en la U. de Chile, este hijo único, criado en Quilpué por razones de salud y obsesionado por la escritura teatral, se va a Concepción, hasta donde lo acompañó su fama de geniecillo.

De él se dijo que, con 19 años, ya había escrito 100 obras, en tiempos en que la carrera fílmica no era siquiera un prospecto. Becado por el "Taller de los Diez" que funcionaba en la U. de Concepción, inició una carrera que suscitó comentarios desde temprano -de vanguardista y hermético, aunque prometedor, lo trataron en la prensa- y que lo vinculó al mundo de las letras y de las tablas locales, aunque con estas últimas no se entendió del todo.

En los años venideros sería estudiante de cine documental en Argentina, editor de noticieros en Canal 9 (de la U. de Chile), escritor de teleseries en México y autor de un par de filmes donde dio rienda suelta, respectivamente, a sus ideas acerca del doble y de los fantasmas: La maleta (1963, completada en 2008) y El tango del viudo (1967, completada en 2019). Después vino Tres tristes tigres (1968), que lo alzaría como un indispensable del cine chileno y que definiría el modo ruiziano de ver al país. Esta historia de seres errabundos pone en escena las sombras de la chilenidad, a juicio de Cáceres, para quien, "por mucho que reproduzca fielmente el habla chilena, su voluntad es ir un paso más allá de la mera descripción". Ahí radicaría la grandeza y la vanguardia de su cine: indagar en una realidad que se niega a ser filmada.

El cine etnográfico de Ruiz tuvo aliados y admiradores, pero caminó a contramano de los entusiasmos ideológicos de su tiempo, así como de las urgencias revolucionarias ("prefiero registrar antes que mistificar el proceso", afirmaría el 72). La suya era una manera lateral y perpleja de asomarse al mundo, al hacer películas y en la vida, en general. Por esa y otras razones hay una variedad de aspectos -desde las relaciones humanas hasta su laxa militancia en el PS, desde la afición por el vino hasta la excentricidad en el trato- cuya comprensión se hace necesaria para construir un personaje que no deja de ser un misterio.

"Se han escrito libros muy valiosos de Ruiz desde la academia, y la reciente edición de sus diarios fue una bendición", cuenta la autora de Los años chilenos…. "Pero mi objetivo con este libro es sacar a Ruiz a la calle. Creo que ha sido un poco secuestrado por la academia: siempre que se habla de su cine, se habla en difícil, y mi idea es acercarlo a un público más amplio". b

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.