Wall-e: nunca es demasiado tarde para cuidar el planeta
En días en que la discusión por el cambio climático se tomó la agenda noticiosa, la lectura que una película como Wall-e (2008) ofrece del futuro parece ser una señera advertencia en clave Pixar.
Uno no se acuerda de todas las películas que fue a ver al cine cuando era niño, pero de Wall-e me acuerdo perfecto. No voy a decir que me cambió la vida, porque sería una exageración, pero sí me enseñó muchas cosas y tengo que reconocer que a pesar de que se estrenó hace más de 10 años, si en ese entonces era contingente, ahora lo es mucho más.
Era 2008 y Andrew Stanton, el director de la película, salió apurado a decir que no tenía un mensaje ecológico ni mucho menos intenciones políticas. En esos años, muchos consideraban –algunos aún lo hacen– que hablar de cambio climático era tema de agendas ideológicas y no algo de lo que la humanidad en su conjunto tuviera que preocuparse. Es relativamente hace pocas décadas que todos estamos atentos a las cumbres en que líderes del mundo se juntan a pensar en soluciones para "salvar" el planeta.
Stanton insistía en que el tema central era la historia de amor entre estos dos robots y que todo lo que pasa alrededor de eso, era un accesorio. Puede que esa haya sido su intención, pero la historia que a mí –y probablemente también a ti– me da vueltas en la cabeza hasta ahora, es otra.
Cuando pienso en Wall-e, lo primero que viene a la mente es este robot de ojos adorables que vive casi solo en la inmensidad de la Tierra y que fue programado para levantar la basura del suelo, compactarla y apilarla. En algún momento hubo muchos más como él, pero ahora es el único que queda. Durante los 700 años que los humanos llevan fuera de la tierra, todos los otros pasaron a ser parte del paisaje de desperdicios en que los rascacielos más altos que alguna vez fueron construidos por la ingeniería humana, parecen pequeños en comparación con las torres de basura.
Si Wall-e había sobrevivido todo ese tiempo, era porque él era especial y por lo mismo, sentía que alguien tenía que protegerlo a cualquier costo y por lo mismo, hasta un poco antes del desenlace, sentí que todo era terrible.
No solo era que la Tierra se hubiera convertido en un basurero infinito, que todo estuviera sucio, no se vieran árboles y los barcos estuvieran enterrados en lo que alguna vez fue el mar. Lo peor de todo era que este pobre robot, abandonado por la humanidad, se había enamorado de EVA, una androide mucho más moderna y sofisticada y nosotros sabíamos que ella, toda perfecta y misteriosa tenía que venir por orden de alguien. A nuestro Wall-e le iban a romper el corazón y los culpables éramos nosotros mismos (o una versión animada de nosotros mismos).
Wall-e, en toda su ingenuidad, le muestra a EVA todos las cosas que él considera sorprendentes, la guía por el planeta y los dos crean una conexión genuina, demasiado humana y muy poco robótica. Todo pinta perfecto hasta que él le revela la planta, el objeto que más aprecia y todo lo que ella necesitaba para completar su misión. Ahora que consiguió su objetivo, Eva entra en modo automático y Wall-e queda desolado.
Una nave aparece para recoger el cuerpo inerte de Eva y llevarlo con ellos, los culpables de todo. Están ahí, acostados e incapaces de levantarse de sus asientos, convertidos en masas gelatinosas e inútiles que lo único que pueden hacer es comer cosas líquidas y entretenerse con la pantalla que tienen en frente, casi pegada a la cara. No piensan por sí mismos y viven siguiendo las órdenes que les da la máquina central del crucero espacial que habitan.
El plan original era que la humanidad abandonara la Tierra que había hecho inhabitable por un plazo de cinco años. Durante ese tiempo, un ejército de robots la limpiaría hasta que volviera a ser apta para la vida. Mientras eso pasaba, ellos podrían vivir acostados y en modo vacaciones, navegando por el espacio. Stanton decía que era una historia familiar sobre el amor entre dos robots, pero ahora que el cambio climático es más relevante que nunca, se pueden hacer muchas otras lecturas.
Desde el inicio de la película, la marca Buy n' large aparece en todas partes, desde supermercados hasta medios de transporte e incluso en discursos políticos. Habían transformado el planeta en el territorio de su monopolio y ahora, que vendían la posibilidad de vivir en su nave, estaban dominando el espacio. Los humanos se habían entregado completamente a lo que Buy n' large quisiera, y habían abandonado todo lo que conocemos como "una vida normal". Todas sus necesidades estaban satisfechas por la tecnología: se desplazan en unas reposeras flotantes que los separan de los demás, tiene comida en vaso y se visten todos iguales. Irónicamente, están muy cerca pero a la vez muy lejos.
Ahora que nuestras preocupaciones son similares a las que hicieron que la sociedad de Wall-e decidiera abandonar la Tierra, nos preguntamos qué pasará si los océanos se secan o si acaso el consumismo podría llevar a que nos veamos superados por el plástico. Algunos dicen que los gobiernos no están haciendo lo suficiente y otros adoptan soluciones personales o se convierten en micro activistas. Algunos reciclan o reducen su consumo de plásticos y otros siembran sus propias huertas.
Lo cierto es que la lectura que Wall-e ofrece del futuro es una advertencia señera. En los primeros minutos, todo es adverso y no podemos dejar de pensar en cómo las personas dejaron que el planeta se convirtiera en un basurero, pero también tenemos a este pequeño robot que después de cientos de años sigue trabajando por limpiar el planeta. Está solo y se dedica sin cansancio a la misión para la que fue programado, pero puede apreciar todas las cosas buenas y simples que la humanidad pudo construir en el mundo, las atesora y las cuida. Él estaba solo. Nosotros somos miles de millones y, en teoría, aún estamos a tiempo.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.