Un Joker para millennials

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Joker.

El Joker de Joaquin Phoenix, para decirlo sin eufemismos, es una lata. Peor que eso, es uno con alma millennial: estresado, infeliz, con problemas de autoestima, baja tolerancia a la frustración, débil, inseguro para lidiar con las relaciones sociales e hipersensible. Como si fuera necesario justificarlo.


Es el Joker más aburrido que se haya visto en la pantalla grande. No hace reír como sí lo lograba la hoy olvidada encarnación de Jack Nicholson para el Batman de Tim Burton: teatral, carismático, juguetón y sádico, peleando con Bruce Wayne y coqueteando con Vicki Vale al ritmo de Prince. Tampoco se parece al que construyó Heath Ledger, inolvidable porque bajo su ferocidad y oscuridad provocaba empatía y sacaba risas diciéndole "you complete me" a Batman, sin demasiadas razones para ser villano.

El Joker de Joaquin Phoenix, para decirlo sin eufemismos, es una lata. Peor que eso, es un Guasón con alma millennial: estresado, infeliz, con problemas de autoestima, baja tolerancia a la frustración, débil, inseguro para lidiar con las relaciones sociales e hipersensible. Un perfil que coincide con las características de la llamada generación millennial (nacidos entre 1981 y 1999) y es lo que la película ganadora del Festival de Venecia muestra en dos largas horas sin matices: un hombre, Arthur Fleck, con larguísimo historial de abusos, malos padres, malos amigos, malos trabajos, mala vida y hasta malo para los chistes, para que no queden dudas de por qué se convirtió en malo. Un malo porque el mundo lo hizo así. Como si fuera necesario justificar, como si importara. Un Joker emo, llorón y aburrido.

En este verdadero vía crucis del Joker de Phoenix —sería absurdo decir que es del director Todd Phillips, porque en cada escena se nota que el actor no tuvo dirección e hizo lo que quiso, sobreactuando agotadoramente, lo que es una lástima para uno de los mejores de su generación y quien tiene al menos 10 roles mejores que este—, la película lo adorna de bailes sin sentido, musiquita antigua como Nat King Cole para darle aires cool y caras de locura del protagonista para que no nos olvidemos que está sufriendo mucho y se convertirá en villano.

"Algunos hombres solo quieren ver el mundo arder", le decía Alfred a Bruce Wayne en Batman: el caballero de la noche, probablemente la mejor de las películas del superhéroe y donde Christopher Nolan no intentaba explicar demasiado el origen del mal. El director Todd Phillips, que en Guasón piratea sin disimulo a Taxi driver y cree estar haciendo cine con letras mayúsculas (porque en la mayor parte del metraje no hay banda sonora y eso hace lento su visionado), se enfoca exclusivamente en el origen, pero lo hace con torpeza, explicando groseramente las alucinaciones del personaje, para que nos debemos cuenta —por si quedan dudas— de lo que acaba de suceder. Y con violencia gratuita, pero bastante menos de la que se nos ha hecho creer o de la que están imaginando los críticos estadounidenses.

No basta con filmar violencia para hacer sentir la violencia. Joker no es La naranja mecánica. Quisiera, pero no está ni cerca. Algunos han dictaminado que es "la Taxi driver del siglo XXI", pero esos rótulos son tan vacíos como este largometraje: pergaminos que se le intentan poner a cada película que se estrena, en tiempos de redes sociales e inmediatez, donde cada nuevo estreno es "lo mejor de Marvel", "lo mejor de DC", y un mes después ya nadie recuerda lo que hubo antes. Phillips no es Scorsese ni Kubrick para filmar la violencia, porque no profundiza —mostrar un par de momentos de bullying y al hijo bañando a su madre es pobre como argumento—, porque cree que con esa increíble fotografía azulada, música antigua y esa insoportable risa de Arthur basta y sobra para que, acto seguido, resulte creíble un asesinato. De un modo gráfico que no provoca terror, miedo ni gritos. En Guasón todas las muertes dan lo mismo, porque no lucen reales, porque los personajes no importan y porque el guión no se encarga de provocar tensión.

Quizás cada generación se merece las películas que tienen. Joker ha sido celebrada como una “obra maestra”, ha ganado uno de los festivales de cine más importantes del mundo y seguramente tendrá varias nominaciones a los premios Oscar, pero lo mejor de la película era su formidable trailer. Los millennials tienen al que creen el mejor Joker y la mejor cinta basada en cómics, aunque seguramente en 2020 otra será erigida como “la nueva mejor”y esta será relegada al lugar que merece.

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