Versus: ¿Cuál es el mejor disco de Suede?

Suede

Los británicos, que se presentarán por segunda ocasión en Chile en marzo de 2020, son analizados por los críticos de música de Culto, Andrés Panes y Nuno Veloso, quienes escogen sus álbumes favoritos. Mientras uno aplaude Coming Up, el otro elogia Dog Man Star.


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Coming up, 1996.[/caption]

Coming Up: Un par de lecciones

Por Andrés Panes.

Hace rato que le doy vueltas a esta teoría cuando escribo sobre britpop: la sobrenatural adoración que sintieron los chilenos por esa movida no solamente tenía que ver con su innegable calidad musical y la gran cantidad de himnos que produjo, sino también con un asunto relacionado al amor propio que por allá abundaba y acá escaseaba. Me explico: el britpop es la banda sonora de una reivindicación al borde de lo patriotero, la Cool Britannia, y su estética, por mucho que uno desconozca todas sus referencias a causa de la barrera idiomática y cultural, está empapada de un orgullo fácil de leer incluso desde una realidad tan lejana como la nuestra. Cualquiera podía percibir que las figuras del britpop amaban ser británicas y esa clase de mensaje resulta muy poderoso para un país donde la actitud tiende a ser la contraria. Parafraseando la autoentrevista de Jorge González, acá nunca nos enseñaron a querernos mucho, así que el impacto de ver a Brett Anderson, uno de las más idiosincráticas figuras de su generación, para un chileno a mediados de los noventa era tremendo.

Para mí la adoración por Suede se termina de redondear ahí, aunque claramente se inicia motivada por las canciones, un repertorio impecable del que elijo Coming Up porque activa mi memoria emotiva como ningún otro de sus trabajos. Fue con ese disco que empecé a escucharlos en la radio tupido y parejo. Mi compañera de las tardes, la Concierto pre Rock y Guitarras, no paraba de tocar los singles del disco y yo no sabía cuál me alucinaba más porque ese sonido tan electrizante realmente sobresalía del resto. Para describir a Suede, echo mano a conceptos que nunca asocio a sus compañeros de generación más notorios. Oasis y Blur eran bandas grandiosas, pero ninguna podría ser descrita como sexy o glamorosa, términos que a Suede le quedan como anillo al dedo. Quedemos, para zanjarlo, en que se trata de un grupo descollante entre sus pares, y también fuera del contexto que los engendró. Al lado del grunge, que en 1997 seguía mandando en las radios juveniles, "Trash" y "Beautiful Ones" parecían la alternativa de lo alternativo, y en cierta medida eso eran. Es oportuno recordar que había un componente de resistencia al dominio gringo en la eclosión del britpop, con portavoces abiertamente antigrunge como Damon Albarn o Jarvis Cocker.

https://www.youtube.com/watch?v=xqovGKdgAXY

Ahora que muchos ojos parecen haber vuelto a fijarse en la calle, quiero hacer hincapié en los hermosos e innumerables afiches de fiestas de Blondie y Bal Le Duc que ayudaron a fortalecer la imagen de Brett Anderson como un ícono ante nuestros santiaguinos ojos anhelantes de parecernos un poco. Después de todo, nuestra propia clase política inventó que éramos los ingleses de Latinoamérica, así que la adoración pertenece a un largo historial de anglofílica genuflexión. El punto es que cada vez que me fui a meter a esas fiestas sonaban las canciones de Coming Up y resultaban ser las más disfrutadas, con el "you and me" de "Thrash" siempre coreado por parejas apuntándose cariñosamente con el dedo, parejas muchas discriminadas por su amor porque Suede también es, que no se olvide, parte de la banda sonora de la lucha por las libertades sexuales. Hablo, entonces, de una banda y de un disco emblemáticos con los que varios aprendimos un par de cosas útiles para la vida: hay que querer el lugar del que uno viene y no hay por qué comportarse de manera tan normada si a uno no le nace. Son lecciones que por estos días no viene mal recordar.

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Dog Man Star, 1994.[/caption]

Dog Man Star: dejad que el siglo muera a manos violentas

Por Nuno Veloso.

Catapultados por la revista Select en abril de 1993 a la vanguardia de un constructo marketero denominado britpop –una suerte de respuesta británica a la muerte del Grunge, con el titular "Yanks go home" y un retrato de Anderson con el telón de la Union Jack-, para 1994 Suede estaban hastiados de ser considerados responsables últimos del para entonces caricaturesco desfile de actos que tenían de eje la hinchada futbolera de Blur y Oasis.

En medio del circo, donde bandas tan disímiles como los retornados Pulp, Supergrass o Elastica -donde militaba Justine, la ex pareja de Anderson y guitarrista rítmica en la primera versión de Suede- Butler y Anderson estaban teniendo problemas para comunicarse. El abrasivo y talentoso guitarrista, cuyo ánimo perfeccionista terminó por exacerbarse al punto de ser incapaz de transar creativamente con el resto de la banda tras la muerte de su padre, chocó con el aislamiento progresivo de Brett que comenzó tras las giras en suelo norteamericano, carcomiendo silenciosamente la relación de ambos. Tanto así, que en la segunda parte de sus memorias -editadas a principios de octubre y tituladas Afternoons with the blinds drawn, Anderson hace un paralelo entre el ostracismo de Butler y las actitudes impenetrables de su propio padre. En ese marco, "Stay Together", una de las canciones de Suede más odiadas por Anderson y uno de los singles más exitosos de la banda editados en aquella era, reflejaba ya inconscientemente el ánimo de continuar trabajando juntos, casi como una súplica entre ambos compañeros.

El contenido de Dog man star, inseparable de las condiciones mismas que le dieron origen, fue escrito por correspondencia entre los dos pilares creativos. Y su carácter de lamento en tres niveles –por Justine, por el padre de Butler, y por la relación entre Brett y Butler- es el que dota a composiciones como "The Wild Ones" –considerada por Anderson como la más grande de toda su carrera- o "The 2 of Us", de un arrastre y un anhelo casi sacro. Líneas que hacen referencia constante a "una canción que suena en la radio", o un "hombre que canta que podríamos haber estado juntos los dos", contribuyen al efecto demoledor que se logra al involucrar al oyente en el torrente de alienación, en ese "zumbido solitario de la nada", como le llamaría alguna vez Anderson. Esta es la naturaleza muerta ("Still life") de la vida moderna. Un tono que empaparía también los lados b de aquél período, material superlativo como "My dark star", "Killing of a flash boy", "The living dead", "Whipsnade" o "Modern boys".

https://www.youtube.com/watch?v=a0SuX1IvJys

"Si pudiera elegir ser recordado por un único documento musical, sería este", escribió Anderson en los créditos de la edición de lujo lanzada en 2011. Se abre la casetera. Se cierra. Play. La cinta comienza a girar. El hiss se cuela por los audífonos. Una reverberación grave crepita lentamente, las cuerdas rechinantes de una guitarra se deslizan y unos golpes secos de batería inician el drone de "Introducing the band". El sonido es opaco, casi abisal, y sobre un bajo serpenteante la guitarra eléctrica hilvana un arpegio oriental que desgarra el aire. La voz de Anderson aparece, épica como el Bowie en cocaína, autoreferente, citando el nombre mismo del disco que se cuela: "Dog man star took a suck on a pill…". Subversivo ("We are the pigs"), tan desolado como perverso ("Heroin", "The Asphalt world"), y a la vez melancólico y envolvente, una obra sangrante como Dog man star solo podía cobrar, para existir, la vida misma de Suede. Y así, proféticamente, en su apertura, Anderson clamaba a su séquito "dejad que el siglo muera a manos violentas, presentando a la banda".

El Suede que dos años después arribaría en Coming up, tras asumir la salida irrefrenable de Butler y evadiendo 1995 -el climax del britpop- debía, imperativamente, ser otro. Poéticamente, en la fase inicial de la carrera de los chicos salvajes, cada uno de aquellos primeros cinco álbumes marcó un nuevo mañana hasta que, irónicamente, el desechable y corporativo A new morning trajo la noche. Una noche que era sumamente necesaria para la llegada de un renacimiento elogiable como el de Night thoughts y The Blue hour, herederos irrefutables de la incandescente desesperación de este, el mejor disco de Suede.

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