El temporal de Nicanor Parra
A dos años de la muerte del antipoeta, Culto conversó con Adán Méndez sobre Temporal, la obra de Nicanor Parra que estuvo perdida por más de dos décadas. Publicada en 2014 por Ediciones Universidad Diego Portales, el poema profundiza en las inquietudes que atraviesan su escritura: "En último término, lo que me interesa a mí es la crítica social. Es una necesidad impostergable en mí", se lee en la contraportada.
En 1987, el profesor de literatura René de Costa invita a Nicanor Parra a una residencia en la Universidad de Chicago. A esas alturas, la importancia de su obra es indiscutible. Su posición política, tras la polémica fotografía con Pat Nixon, no tanto. En una de las muchas conversaciones que sostuvieron en esa oportunidad, Parra señala: "A mí me hicieron un gran favor tirándome las orejas en ese tiempo, calificándome de esa manera, porque me obligaron a profundizar en la búsqueda de mi relación con la comunidad". Ese tirón de orejas, dicho sea de paso, vino de escritores como Carlos Droguett ("Se vende Parra. Tratar con Nixon") y Pablo de Rokha ("snob plebeyo y populachero").
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Temporal es una de las obras que surge como producto de esa indagación en torno a la relación de Parra con el lenguaje de su tribu.
"Parra me había hablado muchas veces de ese poema —me cuenta Adán Méndez por correo—. De hecho, me hablaba de él cada vez que llovía fuerte. Y contaba que lo había extraviado, que seguramente estaba en alguna parte, pero que lo tenía perdido".
Por supuesto que no era la primera vez que Parra extraviaba un manuscrito. En una ocasión en que Neruda lo invitó a él y a otros poetas a una lectura en la casa de Isla Negra, Parra llegó al lugar sin el maletín que tenía, entre otras cosas, los textos de Poemas y antipoemas. Fue Neruda, en su calidad de baqueano, el que logró recuperarlos del bar en que descansó, huérfana, una de las obras claves de la poesía latinoamericana del siglo XX.
El hallazgo, cuenta Méndez, fue un accidente: "El 2006 estuve en Barcelona, y conversando con René de Costa me contó que existían esas conversaciones grabadas en Chicago, una docena de casetes. Nos aleonamos mutuamente con transcribirlas. Pero el asunto demoró bastante, tenía que ubicar los casetes en Chicago y mandármelos, creo que llegaron un par de años después. En medio de la transcripción, resultó que en uno de los casetes Parra leía el poema completo. Ahí estaba".
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Escrito en los 80, la voz del poema recuerda a esas transmisiones radiales en tiempos de catástrofes climáticas: "Es invierno de 1987/ Es el más crudo de la historia de Chile/ Según informe de última hora/ 280 milímetros en menos de una semana/ Vientos huracanados/ A más de 100 kilómetros por hora/ Árboles arrancados de raíz/ Innumerables familias sin techo/ La carretera panamericana/ Interrumpida en cuatro o cinco puntos/ Y cantidad de víctimas fatales", escribe en el poema que abre el volumen.
El registro es el de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, pero también es una suerte de sampleo a un libro viejísimo que el mismo Parra cita de forma lateral: "No veo para qué tanta alharaca/ ¿Han leído el romance de la monja?/ Léanlo después hablamos". El romance al que se refiere fue escrito por Sor Tadea García de San Joaquín en el siglo XVIII intitulado Relación de la inundación que hizo el río Mapocho de la ciudad de Santiago de Chile, en el Monasterio de Carmelitas, Titular de San Rafael.
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En ese poema, al igual que Parra lo haría en los 80, Sor Tadea describe la salida del río Mapocho en junio de 1783. La similitud entre los textos es obvia. Parra escribe: "Nadie se preocupa de nosotros/ A la tortura sórdida de la tierra/ Se suma ahora la tortura del cielo". Y Sor Tadea: "Parecía, que Neptuno/ dejando su antiguo puesto,/ se difundía en las Nubes/ sin mirar con su respeto,/ y liquidando los Mares,/ juzgo que del Firmamento/ llover Océanos hizo".
Ambos, con años de diferencia, describen la destrucción del puente Cal y Canto y la ferocidad del clima, que lo coloca en la casilla de lo que se conoce como barro del desastre. En Parra, por supuesto, las exhortaciones a los políticos y a Dios padre son parodias, reversiones en clave delirante del romance de la que fuese la primera exponente de literatura femenina en Chile. De este modo, tal y como lo hizo con las formas métricas tradicionales de nuestra poesía —el octo y el endecasílabo—, Temporal revisita e indaga en nuestra tradición escatológica.
A dos años de su muerte, pienso en la voz de Parra recitando ese largo poema. Parra como el locutor de una emisora que transmite en vivo el fin del mundo. Parra como el pastor evangélico que por la madrugada nos recuerda que el infierno nos espera. Parra como el espectro que se resiste a la muerte en una cinta magnetofónica.
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