El extraño (y colorido) mundo de Wes Anderson
Con nueve películas y otra que se estrena en octubre, The french dispatch, no hay actor de Hollywood que no quiera trabajar con él, aunque sea casi gratis. Mientras, sus fans le dedican blogs, cuentas en Instagram y agrandan el culto de un director con sello inconfundible, por su paleta de colores, estilo vintage y amor por The Rolling Stones.
Una de las cuentas más adictivas de Instagram es @accidentallywesanderson, que tiene 907 mil seguidores y postea diariamente lo que parece ser un fotograma del director estadounidense Wes Anderson (50). Parece, porque en rigor no son imágenes de sus películas, sino fotos de lugares que perfectamente podrían estar en sus cintas. Un tributo a su estética, quizás el rasgo más distinguible de su obra: colores pasteles, tipografía adolescente, barniz vintage, que ha influenciado a otros directores, además del mundo de la moda y el diseño (hay también un blog llamado Wes Anderson Palettes, dedicado a analizar la paleta de colores que utiliza).
Bastaría ver una foto para determinar si es andersoniana o no y la cuenta, que alguna vez mostró una imagen de Chile que podría ser locación de un filme de Anderson, es un reflejo perfecto del amor que toda una generación siente por el director de Los excéntricos Tenenbaums, El gran Hotel Budapest, Rushmore, La vida acuática o Isla de perros.
Más estética: esta semana se lanzó el póster oficial de su nuevo largometraje, The french dispatch, que se estrena el 22 de octubre y donde se repiten los colores pastel, la tipografía y estilo vintage, solo que esta vez como si fuera una historieta de Hergé, el padre de Tintín. Muy acorde a la trama, sobre tres historias de periodistas que trabajan en una revista —inspirada en The New Yorker—, en una ficticia ciudad de Francia de mediados del siglo XX.
Pero si la mirada se amplía, más allá de la estética, el póster muestra a una cantidad impresionante de actores-estrella en el reparto. Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Adrien Brody, Benicio del Toro, Owen Wilson, Timothée Chalamet son algunos que figuran como principales. Pero si uno mira más de cerca el afiche, aparece más elenco, en letras pequeñas: Elisabeth Moss, Willem Dafoe, Saoirse Ronan, Christoph Waltz, Jason Schwartzman, Rupert Friend, Anjelica Huston y otros. También se comenta que Natalie Portman y Brad Pitt tendrían un cameo. Lo que se llama reunir a la élite de Hollywood bajo una misma película.
Hasta hace algunos años, cuando Woody Allen gozaba de prestigio y no le caían encima acusaciones de su hijo Ronan por abuso sexual a su hermana, el neoyorquino podía armar elencos así de impactantes: literalmente todos los actores del mundo querían trabajar para él. En Celebrity (1998), por ejemplo, juntó a Kenneth Branagh, Judy Davis, Winona Ryder, Leonardo DiCaprio, Melanie Griffith, Charlize Theron y Joe Mantegna, entre otros. Pero hoy a Woody Allen le han dado vuelta la espalda prácticamente todos y ese lugar, ese sitial de cineasta-intelectual-favorito de las estrellas lo ha tomado Wes Anderson.
Su nuevo filme —que algunos rumorean, podría debutar mundialmente en el Festival de Cannes— tiene un presupuesto de US$ 25 millones, cifra absurda con ese elenco y para los estándares de Hollywood, pero que habla justamente de un director que puede no romper las boleterías, pero que es garantía de prestigio para cualquier actor que llegue a trabajar para él. Aún cuando todavía no ha ganado ni un solo Oscar con las nueve películas que componen su filmografía.
Proyeccionista en Austin
Gracias a sus dos primeros largometrajes, Bottle rocket (1996) y Rushmore (1998), Wes Anderson fue llamado "el próximo Scorsese". Quien dijo eso fue el mismo Martin Scorsese, en una entrevista a la revista Esquire, por un estado de ánimo diferente al cine estadounidense y un sello. Por cierto, Anderson no fue el nuevo Scorsese y su cine no se acerca mucho al del ítalo-americano: sus personajes suelen ser amables, rara vez son violentos o explosivos, los actores actúan bajo estricto control y pocos tics, con harto silencio, escenarios cuidadosamente elegidos y una banda sonora que rescata generalmente canciones antiguas. En una entrevista, Wes Anderson resumió su estilo: "Me gusta hacer cosas que son un poco surrealistas, pero con personajes que son reales. De modo que, incluso si las cosas son un poco inusuales, las emociones se manifestarán de todos modos".
En tiempos de secuelas, refritos y cine estadounidense donde cuesta distinguir la mano del director, el sello de Wes Anderson es lo más cercano a ser definido como "cine de autor". Al igual como ha sucedido con cineastas como David Lynch, Tim Burton o el ya mencionado Woody Allen, hay un universo en sus películas que remiten a su firma de modo inequívoco. No siempre fue así.
Wesley Wales Anderson nació en Texas en 1969, hijo de un publicista y de una arqueóloga y agente inmobiliaria, partió rodando video caseros mudos en una Super 8 —especialmente videos de skate y homenajes a Indiana Jones— y su plan era convertirse en escritor. Estudió filosofía y era proyeccionista de un cine en Austin cuando comenzó a leer libros de sus directores favoritos: Scorsese, Coppola, Truffaut, Fellini y Bergman.
Parte de su historia la recoge The Wes Anderson Collection, un libro donde el periodista Matt Zoller lo entrevistó. Ahí, el director cuenta que las primeras películas que vio fueron La pantera rosa y Star wars, aunque le empezó a interesar más la Nouvelle Vague siendo adolescente. Junto a su amigo de universidad, el actor Owen Wilson, escribieron Bottle rocket, que primero fue un cortometraje y que gracias al financiamiento de James L. Brooks (Los Simpson, La fuerza del cariño, Mejor… imposible) se convirtió en largometraje. Pero la historia de tres amigos que planean un robo tiene poco del universo por el que sería conocido después: con toques de comedia negra, no tuvo el éxito que sí consiguió con Rushmore, donde sí comienza a definir su estilo, tanto en ambientación como en música (ocupa una canción de los Rolling Stones, banda que suena en casi todas sus películas).
Rushmore marca su primera colaboración con Bill Murray, quien aceptó bajar su salario y recibió US$ 9 mil. Además, el actor desembolsó de su bolsillo US$ 25 mil para rodar una escena con un helicóptero que el estudio no quiso pagar. Desde entonces se volvieron inseparables.
Los excéntricos Tenenbaums, su tercer filme, fue el que lo consagró. No solo tuvo a un gran grupo de actores importantes —Gene Hackman, Gwyneth Paltrow, Ben Stiller, Anjelica Huston, Owen Wilson, por supuesto—, sino que toda la estética, que ya es su sello, estuvo ahí, con la historia de un padre incorregible y sus muy particulares hijos, que parecen negarse a crecer. También aparecen canciones de los Stones y otro de sus actores fetiche, Jason Schwartzman. La cinta fue un éxito de crítica y de taquilla, logró varios premios y hasta hoy es apuntada como su obra maestra. Definió su estilo y marcó a una generación que se convirtió en devota suya.
Animación y el regreso
Para La vida acuática su co-guionista fue Noah Baumbach (Historia de un matrimonio), volvió a ocupar a varios actores que comenzaron a ser parte de su troupe y rindió homenaje a Jacques Cousteau, mientras que en Viaje a Darjeeling intentó buscar un nuevo estilo, que también se siente en El fantástico Sr. Fox, una cinta hecha en stop motion donde se mezcla humor con existencialismo.
Moonrise kingdom, sobre la historia de un amor entre un boy scout y una niña, ambientada en los años 60, fue su retorno al cine con actores y le siguió El gran hotel Budapest, otro éxito de crítica, boleterías y premios, incluyendo varias nominaciones al Oscar. Isla de perros, en tanto, fue su vuelta a la animación, donde el universo japonés calza muy bien con su cine, con animales parlantes y una intriga de acción y humor negro.
Anderson, quien ha grabado comerciales para H&M y Prada, ahora está ad portas de un nuevo estreno y las expectativas sobran y también los rumores. Trascendió que The French dispatch duraría cuatro horas, pero los estudios ya han aclarado que no dura ni la mitad de eso. El póster y el primer tráiler han venido a dar más pistas de un proyecto cuyos detalles ha guardado celosamente, muy en su estilo de hablar poco y dejar que sus obras hablen por él.
“Para mí la libertad es hacer lo que quieres, no conformarte y arriesgar hasta incluso equivocarte”, dijo hace dos años Wes Anderson, en una entrevista al diario español El Mundo. “Me gusta experimentar y te diré que lo que más me motiva es encontrarme con algo que me frene. Cuando te topas con una resistencia, ya sea económica o de otro tipo, consigues sacar lo mejor de ti. Porque luchas, porque peleas por lo que quieres. Desde luego, reivindico la libertad para equivocarnos. Aunque sea mejor no hacerlo”, dijo en la entrevista, definiendo por qué tarda tanto entre una película y otra y porque, alguien de su trayectoria y prestigio, sigue trabajando en cintas de presupuestos bajos para Estados Unidos, consciente de la libertad que eso le da. Que todos los actores de Hollywood quieran trabajar con él, con sueldos ínfimos en relación a lo que habitualmente cobran, es la demostración que Wes Anderson puede darse los tiempos y lujos que quiera.
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