Pimpinela, el amor no se puede olvidar
Fue una ventana diferente en un Viña 2020 más politizado. Con una presentación sostenida en sus éxitos del recuerdo, el dúo trasandino despachó una presentación correcta, emotiva, dedicada a su nicho, y con nula alusión a la contingencia.
La noche más retro de un festival que hasta el momento había mirado hacia adelante, estuvo cruzada por la versión latinoamericana del dramatismo. En esa cuerda, el cierre con el dúo Pimpinela exhibió un show correcto, sostenido en el sentido novelesco que imprimen a su repertorio los hermanos Lucia y Joaquín Galán.
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Pero a veces, las pausas trajeron al presente. Lucía, la de la voz cálida, la que sostiene el peso de las interpretaciones, la que ofrece la cuota de exageración ante el compuesto Joaquín, fue quien hizo algún nexo con los tiempos de empoderamiento femenino. "Nosotras cantamos y ellos escuchan", dijo al invitarlas a ellas, a corear ese clásico del despecho que es "A esa". "Me quieren cortar las voces a las mujeres", dijo. "No lo van a lograr".
Pese a que el paso de los años ha gastado las voces -y algunos molestos problemas de sonido-, el sentimiento de su público no ha cesado un ápice. Fue el coro del público adulto de la Quinta Vergara quien se sumó en un karaoke efusivo cuando la dupla despachó uno a uno algunos de los clásicos de su repertorio, como "Dímelo delante de ella", "Me hace falta una flor", "Esto no es amor", "Olvídame y pega la vuelta", y otros tantos.
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El emotivo show de los trasandinos se trató de un espectáculo acorde a una noche caracterizada por una cuerda más contenida respecto a las jornadas anteriores. A ratos más parecido a los años noventa, con los Galán, correctos, con poca estridencia y con la seguridad de un repertorio conocido, hablando al corazón de un público devoto que vive sus canciones como telenovela.
Pasa el cruce con Dyango, en "Por ese hombre", como dejando en claro su vínculo con la balada latina más clásica que fue la banda sonora de buena parte de los hogares criollos. Porque los Pimpinela, a fin de cuentas, se sostienen en su alma más familiar. Una expresión cálida y amistosa que tiene en el drama casero su conexión con el culebrón latinoamericano.
Por ello, dedican "El amor no se puede olvidar" a su madre fallecida. Y como buen show televisivo, no podía faltar la exhibición de un video con las palabras de la progenitora, mientras el respetable pedía la Gaviota de oro. Una escena más parecida al Viña más clásico. Ese que se sostenía en la comunión entre el público y artista. Y que invitado a la mesa, con parentela y todo, cantó "La familia", ese espacio de cultura pop y nostalgia que por una noche, se hizo presente en la Quinta Vergara.
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