Dos cucharadas, y a la papa

Imagen-Heist

El robo del siglo es otra cosa: un cine de vieja escuela que consigue enganchar sin más. Que se entrega a sus objetivos sin mayores muletillas ni comodines, sin mayores pretensiones y con toda la fe.


Apropósito de La odisea de los giles, estrenada hace menos de cinco meses, se celebraba en estas páginas la versatilidad argentina para obrar películas industriales de género, normalmente basadas en historias reales, capaces de atraer y seducir a públicos varios, en su país y donde las pongan.

Ahora, si en el caso de La odisea… el asunto fue más vencer que convencer (con sus metáforas rancias y su populismo por defecto), El robo del siglo es otra cosa: un cine de vieja escuela que consigue enganchar sin más. Que se entrega a sus objetivos sin mayores muletillas ni comodines, sin mayores pretensiones y con toda la fe. Dos cucharadas, y a la papa.

"Inspirada en una historia real", se lee al inicio del metraje del nuevo filme del prolífico Ariel Winograd. Real e insólita: el propio título corresponde a la etiqueta que los hechos recibieron por parte de la prensa. En enero de 2006, un grupo de cinco hombres entró a una sucursal bancaria de un barrio acomodado de Buenos Aires. Robaron unos 8 millones de dólares, más oro y joyas, y engañaron a todo el mundo.

La operación tuvo un "ideólogo" improbable, Fernando Araujo, que oficia ahora de coguionista y que en la pantalla es encarnado por Diego Peretti: un pintor y artista marcial que decide cambiar radicalmente de rumbo. Pero nada podía este hacer sin el apoyo de Luis Mario Vittete (Guillermo Francella), un ladronzuelo eficaz y encantador. La dupla, acompañada de tres secundarios que nunca cogen mucho vuelo, inicia así una verdadera carrera de obstáculos, propia de las heist movies o películas de atracos.

Como decía un tío a propósito de una película heist con el Rat Pack en pleno, "llega un minuto en que uno ya es parte de la banda". Y pocas cosas más lisonjeras pueden decirse acerca de una cinta de esta especie. Un largo que mide escrupulosamente sus tiempos para crear quiebres y tensiones, pero que parece intuir también que sin una dupla protagónica que crezca junto con la intriga, el asunto es más rutina que cine. Por eso anda como avión y por eso se le perdonan menudencias tales como un cover olvidabilísimo de Uno, dos, ultraviolento! en la banda sonora.

En la época del auténtico "robo del siglo", Ariel Winograd figuraba como pasante en el set de El plan perfecto, de Spike Lee, una de las heist movies impecables de la década antepasada. La suya es otra película (no hay acá un policía protagónico, como el de Denzel Washington), pero tiene lo que hay que tener. Es lo que importa.

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