Lecturas en cuarentena: escritores recomiendan sus clásicos favoritos
En épocas de crisis, la sociedad suele buscar consuelo y respuestas en los clásicos. Como decía Cervantes, "en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia". Consultamos a las escritoras Diamela Eltit, Marcela Serrano, Carla Guelfenbein María Paz Rodríguez y a sus colegas Raúl Zurita, Pablo Simonetti y Rafael Gumucio ¿qué clásicos recomiendan para estos días y por qué? Las respuestas abarcan desde Anna Karenina a las obras de Marta Brunet.
Diamela Eltit: María Nadie de Marta Brunet
"Pienso que es importante leer producciones clásicas chilenas. Y, por eso, quiero recomendar las Obras completas de Marta Brunet que exploró la desigualdad de la mujer atrapada en diversas redes de dominación. Lo hizo desde la tragedia hasta llegar a la ironía o el abierto el humor. Para estos días y noches interminables, recomiendo su novela María Nadie que pensó a la mujer sola, trabajadora, independiente económicamente y la estela de estereotipos adversos alojados en las mentes que la rodean. Y se la recomiendo de manera urgente a los escritores chilenos para que, a su vez, la lean y la recomienden, pues este tiempo inédito quizás pueda colaborar para democratizar (lo antes posible) las lecturas".
Marcela Serrano: La Ilíada de Homero
"Creo que este no es tiempo para lecturas de la contingencia. Al contrario, los clásicos son los únicos que pueden ayudarnos a trascender un momento como este.
Yo opté por el principio del principio: Homero (edición de Gredos, en verso, como el original). Su belleza es inconmensurable y su lenguaje es capaz de elevarte a los cielos.
Aparte de la hermosura, vale la pena leerlo hoy para constatar que el destino no está enteramente en nuestras manos, ni siquiera en las del héroe, sino en la voluntad de los dioses. Y entre ellos también se disputan el destino de los humanos. En La Ilíada aquello se palpa canto a canto.
La Odisea no es solo la historia de un viaje, es un homenaje a la pertenencia, a la memoria y al amor del origen. Es una isla... y es una mujer".
Alejandra Costamagna: Casa de Muñecas
"Recomendaría Casa de muñecas, de Ibsen, que marcó un hito en la dramaturgia mundial a fines del siglo XIX. Aunque las tensiones del texto apuntan a la falsa moral, a la crisis del matrimonio como institución, a los deslindes íntimos del poder o al despertar tardío de la mujer, hay otro asunto que en este escenario de cuarentena resuena con fuerza: la vulnerabilidad de las mujeres en el puertas adentro. La casa, para muchas, está lejos de ser un lugar de descanso e incluso un lugar seguro. Hay una pandemia que nos golpea día a día, en los espacios públicos y en el ámbito de lo privado, y se llama machismo. De eso trata, a fin de cuentas, Casa de muñecas".
Carla Guelfenbein: Las Palmeras Salvajes, Faulkner
"Un clásico que recomiendo para estos tiempos salvajes es Las palmeras salvajes de Faulkner. Ojalá la traducción de Borges publicada por Siruela. Dos novelas breves intercaladas que nunca se tocan, y que forman un tejido íntimo, magistral, que crece hasta componer un hemisferio. Una de las historias, nos introduce en las vidas de los amantes, Carlota y Harry, la noche en que ella se desangra por un aborto. En la segunda, Faulkner describe la gran inundación de 1927 en Missisipi y los esfuerzos sobrehumanos de un penado sin nombre por salvar a una mujer de las fauces del río. Faulkner es el gran hacedor de estructuras, de las frases sinuosas y complejas pero a la vez de una precisión devastadora. Escarba en la naturaleza humana y saca los terrones más duros, los más descarnados, y nos los muestra, así, sin cintas de colores ni alicientes".
María Paz Rodríguez: El Gran Gatsby
"Uno de mis clásicos preferidos es El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. Lo leí, no hace tantos años y creo, resume la historia de un país -Estados Unidos en los años los locos años 20- y un momento -la historia de amor entre Jay Gatsby y Daisy Buchanan-. Con una prosa ágil y llena de agudezas, Fitzgerald logra retratar la decadencia de la clase alta, la desigualdad en tiempos de ley seca y por cierto, el deseo y un pasado fantasmático que persigue al protagonista durante toda la novela. Recuerdo exactamente cuando Gatsby conoce a Daisy: ella está bajando la escalera de la casa de sus padres y la descripción de la atmósfera es sublime, prístina. En pocos párrafos, el narrador logra condensar la percepción de la belleza, la diferencia de clases y toda la fuerza del romanticismo del protagonista. Gatsby, en ese instante, escondido en su uniforme militar, reformula su identidad para proyectar un nuevo yo que, de algún modo, lo empuja a convertirse en ese millonario misterioso que ofrece fiestas para los ricos; que busca desesperadamente su pertenencia social para merecer a Daisy, lo que, finalmente, dará el pie para la tragedia, que no es otra que el gastado cliché del amor imposible, en quizás, uno de los personajes más idealistas e incomprendido de la literatura".
Rafael Gumucio: En Busca del Tiempo Perdido
El narrador propone la gran obra de Marcel Proust, una de las cumbres del siglo XX, una novela sobre la memoria y el paso del tiempo, editada en siete tomos. "Mi clásico favorito para el tiempo perdido es La búsqueda del tiempo perdido que fue en parte escrito en cuarentena (la de 1918). Es un libro interminable que da para varias vidas", dice.
Raúl Zurita: Los Hermanos Karamazov
"Creo que este es un gran tiempo para leer Los hermanos Karamazov; entrar en ella es entrar en las zonas más profundas y abismales de la experiencia humana, guiado por el más grande novelista de todos los tiempos", dice el poeta sobre la obra del ruso Fiodor Dostoievski. "Y en poesía Residencia en la Tierra de Pablo Neruda, porque es simplemente un genio".
Pablo Simonetti: Anna Karenina
"Uno pierde la sensación de estar leyendo algo creado y se siente en presencia del gran concierto de la vida. A medida que avanzamos, vamos ganando perspectiva, llevados por la mano segura del realismo paciente y preciso de Tostoi, por la fuerza de unos personajes nítidos y llenos de complejidades. Al final, tenemos la impresión de haber subido a una cumbre de compresión del comportamiento humano".
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