Ai Weiwei (Pekín, 1957) conoce bien de falta de libertades y de la vida entre cuatro paredes. Desde pequeño el artista vivió tiempos difíciles, cuando su padre, el poeta Ai Qing, fue denunciado por el Partido Comunista en los años 50 y deportado dentro de su propio país. Ya de adulto y convertido en uno de los artistas contemporáneos más importantes del mundo, Weiwei sufrió las represalias del gobierno de su país por denunciar las violaciones a los derechos ciudadanos: vivió cinco años de arresto domiciliario.
Cuando las autoridades le permitieron salir del país, Weiwei se trasladó a Berlín en el 2015, donde se radicó por cuatro años. Actualmente reside en Cambridge (Gran Bretaña) y desde allá respondió al diario español El País sobre la manera en que el gobierno de Pekín ha llevado la gestión de la pandemia.
“Esta es la primera vez que me topo con un desastre de carácter global”, dice Weiwei. “La epidemia llegó repentinamente, nadie estaba preparado para esto. Se dice que es un virus muy democrático porque ataca a todos por igual”, añade.
Con la expansión del virus han brotado reacciones de xenofobia en algunas partes del mundo. En Estados Unidos, Donald Trump se ha referido al covid-19 como “virus chino”, lo que atrajo críticas en contra. “No es extraño nombrar un virus basándose en su lugar de origen”, dice Weiwei. “No creo que exista discriminación racial en este tema. Además, todas las culturas tienen un grado de prejuicio hacia otras. Mientras estos prejuicios no dañen la dignidad nacional o la de los individuos, no creo que sea un problema”, sostiene.
El problema para el artista es otro y tiene que ver con lo que él ha denunciado incansablemente: la falta de transparencia y libertad de expresión en China. “Lo grave es que el virus brotó y se propagó debido a la falta de transparencia del gobierno chino. La pérdida de vidas globales ha sido enorme. Por ello, no veo mal que se le llame ‘virus chino’. Espero que llamarle así sirva para que ciudadanos y políticos chinos se den cuenta de que la única manera de contar con un mundo justo y seguro es garantizando la libertad de expresión”.
A su vez, Weiwei responsabiliza al gobierno de la crisis de contagios. “Si este desastre pudo expandirse se debe en gran parte a que China ocultó la verdad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) fue partícipe de esto al restarle gravedad y magnitud al problema, negando que estuviéramos frente a una epidemia”, añade.
Ahora, cuando China declara ser uno de los países donde más han disminuido los nuevos casos, su gobierno está facilitando insumos médicos a otros países. “China, al encarar un desastre, en vez de asumir sus responsabilidades, hace intercambios de favores políticos, politizando los principios humanitarios. Se está distorsionando el espíritu humanitario”, dice.
El fin del capitalismo
Así como algunos autores en estos días han discutido en torno al futuro del modelo capitalista, Weiwei se pliega a quienes creen en un cambio: “El capitalismo ha llegado a su fin. No puede continuar desarrollándose moral y éticamente. Hace daño a las naciones pequeñas, se apodera de los recursos del planeta, saquea sin freno. China alimenta los intereses de las grandes empresas occidentales y estas han hecho que China sea cada vez más poderosa. Estas compañías no están restringidas por ningún Estado, nación o cultura”.
Confinado junto a su familia en el Reino Unido, el artista se ha concentrado en reflexionar y trabajar sobre los temas que le interesan. “Pienso mucho en el humanismo, mi último libro se titula Humanidad. Este desastre nos ha hecho comprobar que en este mundo ya no existen regiones ni una libertad regional. Esta epidemia nos ha alertado de que el enriquecimiento de grupos empresariales o regionales a través de la globalización debe cesar. Y si no, las desgracias por venir serán aún mayores”.
Yan Lianke y la memoria
A la crítica de Weiwei se suman las reflexiones de Yan Lianke, el escritor más leído y censurado en China. Después de esta epidemia, convirtámonos en personas con la capacidad de recordar, es su último ensayo, que nació de una conferencia en la Universidad de Hong Kong.
“Los sollozos no han cesado y los cuerpos no están aún fríos cuando ya comienzan a alzarse cantos triunfales, de sabiduría y grandeza”, escribió el autor de Los besos de Lenin, quien llamó a conservar la memoria individual en un país de memorias oficiales. “Espero que, en un futuro previsible y no muy lejano, cuando este país comience a anunciar a los cuatro vientos con toda fanfarria y épica su victoria en la guerra contra la epidemia, no nos convirtamos en esos escritores que entonan cantos vacíos, sino únicamente en personas honestas y con memoria”, agregó.
“Que cuando lleguen los cantos”, finaliza, “por la que ha venido a llamarse una victoria bélica contra la aparición, azote y propagación de este Covid-19, permanezcamos a un lado en silencio, con nuestra tumba interior. Que nuestra memoria sea indeleble, para que podamos algún día transmitirla a las generaciones venideras”.