Veinte minutos de Pink Floyd en Live 8: la historia secreta del mayor reencuentro del rock
Un evento solidario organizado por Bob Geldof en 2005, logró lo que hasta entonces se pensaba era un imposible: reunir en el escenario a los cuatro integrantes originales de Pink Floyd, quienes estaban distanciados debido a sus agrias disputas legales, creativas y personales. Lograrlo no fue sencillo. Requirió de una cuidadosa gestión. Incluso se especuló la posibilidad de invitar al antiguo líder, Syd Barrett. Pese a ciertas tensiones surgidas durante los ensayos, el mundo pudo admirar, por última vez, la gloria de una de las bandas más importantes de la historia.
Apenas comenzó a caminar por los prados de la granja, Bob Geldof sabía que sería un trayecto difícil. Nada que ver con animales, deudas o disputas amorosas, que suelen resquebrajar cualquier amistad. Bajo el sol tibio de West Sussex, Geldof recurrió a toda su labia para intentar convencer a David Gilmour de una idea que sonaba disparatada, imposible, absurda. Una reunión de Pink Floyd, en el marco del festival benéfico Live 8 que él organizaba para julio de 2005.
Horas antes, Geldof tomó su celular y llamó al guitarrista. “¿Vas a reunir a Pink Floyd para el puto Live 8?”, le preguntó. “No”, le respondió. “Ahora estoy en medio de mi nuevo álbum en solitario [On an island]”. En ese momento, el hombre a cargo del megaevento decidió que tenía que ir más allá. Tomó un tren y se fue a la granja de Gilmour a intentar convencerlo. Lo único que consiguió tras la charla entre los frondosos árboles, fue su promesa de que “lo pensaría”.
Pero Geldof, el hombre que se labró una relación con Pink Floyd gracias a su rol protagónico en la película The Wall (1982), estaba decidido a conseguir su objetivo. Luego de ir por Gilmour consiguió la aprobación de Nick Mason, el baterista del grupo. Pero aún debía sortear el punto más complejo: sumar a Roger Waters.
El histórico líder y bajista del grupo mantenía un agrio recelo hacia los otros integrantes del cuarteto, en especial con Gilmour, tras su alejamiento en 1985. A pesar de que él anunció, con su acostumbrada pompa, la separación de la banda a los medios, el resto decidió continuar e incluso en los años sucesivos publicaron discos como A Momentary Lapse of Reason (1987) y The Division Bell (1994), más algunos discos en vivo.
Golpeado en su orgullo -sumado al fracaso de su primer disco en solitario-, Waters nunca perdonó lo que consideró una afrenta y se enfrentó en una tensa y publicitada batalla judicial contra sus excompañeros. Perdió.
Precisamente, en 1985, hubo un primer intento frustrado de reunir al grupo. En junio de ese año, Geldof organizó el Live Aid, un festival que buscaba reunir fondos para naciones de África que contó con un cartel estelar en que figuraron David Bowie, Elton John, y la participación de Queen, quienes despacharon un show que se volvió legendario. Se hizo la gestión para sumar a los Floyd, pero fue un fiasco. Solo Gilmour se subió al escenario para acompañar como guitarrista el show de Brian Ferry.
Aunque Gilmour, Mason y Richard Wright se habían mantenido en actividad, prácticamente no tocaban juntos oficialmente como Pink Floyd, desde el 29 de octubre de 1994, tras girar con el álbum The Division Bell. De allí, dedicaron sus energías a proyectos en solitario y a una que otra colaboración en conjunto.
Pero los años dilataron las cosas. Sorprendentemente, apenas Geldof contactó a Waters para tratar de sumarlo a la idea, éste le respondió que sí. Al rato, según detalló a Loudersound, el bajista lo llamó de vuelta. “Quería saber qué pasó con la conversación de Gilmour. Le dije y él me respondió: ‘¿Puedes darme el número de David?’. Dije ‘ok ¿por qué no lo tienes?...pero aquí está’”.
Una noche sonó el teléfono. David, se levantó, lo tomó y escuchó la última voz que pensaba oír. “Me dijo: ‘Hola, soy Roger, ¿qué tal?’ fue...sorprendente”, confiesa Gilmour.
En esa conversación quedó sellado el acuerdo. Pink Floyd, en su alineación clásica Gilmour, Waters, Wright y Mason, volvería a reunirse en un escenario. No lo hacían desde el 17 de junio de 1981 en el Earls Court de Londres, en el final de la gira promocional de The Wall.
Sin educación
Cuando conducía por la carretera, el agente de prensa Bernard Doherty recibió una noticia. “Bob [Geldof] llamó a mi teléfono móvil para decirme que tenía a Pink Floyd mientras yo estaba en la autopista en dirección al Download Festival. Tan pronto como llegué allí, reuní a todos los medios en el centro de medios y anuncié que Pink Floyd se estaba reuniendo para Live8”, recuerda en conversación con Loudersound.
“Entonces todos corrieron hacia sus computadoras y comenzaron a teclear -agrega-. Salió en vivo en Radio One en un par de minutos. Entonces Bob volvió a llamar y me dijo: ‘Todavía no se lo has dicho a los medios, ¿verdad?’ Le había prometido a David Gilmour que podía hacer el anuncio exclusivamente en su sitio web”.
El 12 de junio, en el sitio web de Gilmour se publicó el anuncio oficial. “Quiero hacer todo lo posible para persuadir a los líderes del G-8 de que hagan grandes compromisos para aliviar la pobreza y aumentar la ayuda al tercer mundo. Es una locura que Estados Unidos dé un porcentaje tan insignificante de su PIB a las naciones hambrientas. Cualquier disputa que Roger y la banda hayan tenido en el pasado es tan insignificante en este contexto, y si la reforma para este concierto ayudará a centrar la atención, valdrá la pena”.
A diferencia de su predecesor ochentero, Live 8 no buscaba recaudar dinero. Era una serie de conciertos simultáneos en todo el mundo que se proponía persuadir a los líderes del G-8 (los países más industrializados del planeta: Rusia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Japón), de aliviar la deuda y aumentar la ayuda exterior para un África devastada por la pobreza y las enfermedades.
Mientras, los reformados Pink Floyd comenzaron a planificar la “operación retorno”. Se reunieron en un salón del Connaught Hotel de Londres, pero algo amenazó con revivir las viejas rencillas. De entrada hubo desacuerdo en el repertorio que se iba a interpretar. “Roger quería tocar ‘Another Brick in the Wall’, pero no pensé que fuera apropiado -recuerda Gilmour-. Esto era algo para África y realmente no pensé que los niños pequeños en África deberían estar cantando, ‘No necesitamos educación'. No hubo discusión al respecto. Tenía toda la razón”.
Incluso hasta se dieron maña para pensar en otro invitado sorpresa. El antiguo líder del grupo, Syd Barrett, quien vivía recluido en su casa de Cambridge tras retirarse de la música en la década de los setentas. Pero con su silencio, el “Diamante loco” dejó en evidencia que no era posible.
“Lo vi esta mañana y le conté la noticia, pero no reaccionó -detalló su hermana Rosemary-. Esa es otra vida para él, otro mundo en otro tiempo. Ya no es Syd, es Roger [su nombre de nacimiento]. No hay contacto y él no quiere que se pongan en contacto con él”.
“Él tiene que llevar una vida tranquila y sin estrés -agrega Roger Waters-. Cada vez que alguien pronuncia las palabras ‘Pink Floyd’ se inquieta, todavía lo hace. Jugamos con la idea de pedirle participar en Live 8, pero eso no parecía factible.
“No ser mandón”
Solo tres días dedicaron los Pink Floyd a los ensayos en los estudios Black Island en Londres. Acordaron un set de veinte minutos en que tocarían cuatro canciones: “Breathe”(reprise incluido) y “Money” del disco The Dark Side of the Moon (1973), “Wish You Were Here” del álbum de 1975 del mismo nombre y “Comfortably Numb” de The Wall (1979). ”Se supone que todos recordamos cómo se tocan”, bromeó el baterista Nick Mason.
“Fue muy divertido -recuerda Waters-. Entramos e hicimos algunos ensayos, y en el momento en que nos conectamos para el primer ensayo, fue como ponerse un zapato viejo”.
Para reforzar aquellos arreglos de estudio extras que no podían reproducir en directo, los Floyd convocaron a músicos de estudio que ya habían trabajado con ellos en sus giras noventeras, en la era post Waters. Uno de ellos, fue el guitarrista Tim Renwick, quien fue invitado por Gilmour, debido a la larga amistad que les unía.
Según el músico, en los ensayos, aunque se mantuvo un ambiente cordial, algunas viejas tensiones amenazaron con salir a flote.
“Roger llegaba al menos una hora tarde todos los días -recuerda Renwick-. Él llegaba con esta actitud de ‘Cierto, estoy aquí ahora, podemos comenzar’, que es lo que solía hacer hace años. Es un truco, y estaba haciendo sugerencias descabelladas sobre la reorganización de las cosas, porque con su banda había hecho arreglos en diferentes tempos y demás”.
“David, bendito sea, fue muy complaciente, pero al final del día tuvo que darse la vuelta y decir: ‘Mira, estamos haciendo cuatro canciones y, al final del día, la gente espera escuchar los hits exactamente la forma en que sonaban en los viejos tiempos’", agrega.
“Hubo momentos en que Roger estaba luchando por no ser mandón, y yo estaba luchando por seguir siendo mandón”, comentó Gilmour. “Vi cómo podrían haber tenido lugar las discusiones, pero ya no estamos en las gargantas del otro. Deshacerse de esa amargura debe ser algo bueno. ¿Quién quiere tener ese susurro en la mente el resto de tu vida?”.
De todas formas, según Renwick, la actitud de Waters causó cierta molestia en algunos miembros del staff que le habían conocido de antaño. “No había una sola persona en la habitación que Roger no hubiera molestado en algún momento de su carrera. Así que había mucha gente de pie, con los labios muy cerrados, siendo increíblemente profesional y bajando un poco la cabeza, y haciendo lo que se les decía. Debería haber sido una verdadera risa y no lo fue, en el análisis final, porque Roger todavía estaba tan obsesionado con tratar de hacerlo todo a su manera”.
Para Gilmour, la negociación constante con Waters resultó una molestia. De alguna forma lo devolvió a esos días de tensión en que el bajista intentaba imponer su supremacía en el grupo, mientras que el guitarrista abogaba por más espacio para todos. “Los ensayos me convencieron de que no era algo que quisiera hacer mucho”.
“Por un lado estaba Gilmour, que quería una banda que le proporcionase estabilidad económica, fama y libertad creativa para todos los miembros del grupo. -detalla Manuel López Poy, en su libro Pink Floyd: Vida canciones simbología conciertos clave y discografía (Ma Non Troppo, 2017)-. Enfrente estaba Waters, que consideraba que era el único que estaba poniendo toda la carne en el asador, arrastrando a unos compañeros poco inquietos y acomodados y que reclamaba a cambio el reconocimiento de su papel de líder y el absoluto control creativo de la banda. Mason y Wright se mantenían casi al margen”.
Apenas les dieron el pase, los músicos se apuraron en subir al escenario. Tenían solo media hora para ensayar porque Hyde Park cerraba a las 23.00 horas y el ensayo general de Madonna se había retrasado. Era el viernes 1 de julio, un día antes del gran evento.
“Había alrededor de 25 trabajadores en chaquetas de alta visibilidad colocando la barrera en la parte delantera, y todos simplemente se detuvieron, miraron y aplaudieron al final -recuerda Andrew Zweck, quien habitualmente trabaja agendando fechas para Roger Waters-. Fue entonces cuando todos supimos que teníamos un show ganador. La sensación esa noche fue muy especial. Todos lo sintieron. Cuando salieron, todos parecían estar caminando en el aire”.
La jornada de Live 8 tenía presentaciones en Tokio, Moscú, Johannesburgo, Filadelfia, Cornwall, Roma, París, Roma, Berlín y Toronto. En el Hyde Park, todo arrancó a las 14.00 horas con la presentación de U2 junto a Paul McCartney, quienes interpretaron la canción del catálogo Beatle, “Sgt.Peppers’ Lonely Hearts Club Band” -la idea era aprovechar la línea “It was twenty years ago today” en referencia al Live Aid. Sí, un mal chiste-. La actuación de Pink Floyd era la penúltima del día, antes del show de “Macca”.
Hacerlo por Syd
“Había sido un día muy largo -recuerda Zweck-. Entre bastidores había un revoltijo de gente: se tomaron muchas fotos a un montón de famosos y Paul McCartney marchaba con un equipo de camarógrafos, pero había un gran espíritu y atmósfera, algo que Geldof siempre engendra”.
Apenas Gilmour cantó la primera línea de “Breathe”, el público aplaudió a rabiar. Como si la riada cálida de su voz confirmase lo que todos veían en directo. Eran las 23.23. Pink Floyd volvía a la vida por veinte minutos.
Siempre compuestos en escena, solo Waters se mostraba más expresivo. La transmisión televisiva lo “pinchó” muy seguido, como si quisiera seguir sus reacciones. Fue el único de la banda que habló, antes de tocar “Wish You Were Here”. “En realidad es bastante emotivo, estar de pie aquí con estos tres tipos después de todos estos años, para ser contado con el resto de ustedes. De todos modos, estamos haciendo esto para todos los que no están aquí, y particularmente, por supuesto, para Syd”.
Mientras Gilmour y Waters alternaban la voz principal en “Comfortably Numb”, la frase “No more excuses” se proyectó en la pantalla, con el habitual juego de visuales que caracterizó a la banda desde sus comienzos. El guitarrista tocó cada solo -con su característico sonido de suave overdrive con un baño de delay- a la perfección, sin errar prácticamente una sola nota, ni desafinar ningún bending. Al final, la ovación fue cerrada. Waters llama a Gilmour. Se le unen Wright y Mason. Todos sonríen con algo de nervio. Fue su último abrazo juntos en un escenario.
“Llegamos allí y lo hicimos...bastante bien, creo. Fue genial sentir cómo se sintió eso en esa ocasión con Roger allí -recuerda Gilmour-. El odio y la amargura son cosas muy negativas, se sintió muy bien haber puesto todo eso en perspectiva y redondeado muy bien”.
“Debido a todos los argumentos y problemas que Roger tuvo conmigo y con David, fue maravilloso que realmente llegáramos allí y lo hiciéramos juntos -dijo Richard Wright-. Pero aprendimos algo. Sería muy difícil para nosotros cuatro hacer una gira mundial, simplemente porque nuestras ideas son muy diferentes musicalmente”.
A pesar de que les ofrecieron dinero por hacer una gira mundial, los músicos no accedieron. “Nos ofrecieron $ 150 millones para una gira mundial, pero no estoy de humor”, dijo Waters. “Lo de Live 8 fue genial, pero fue el cierre. Fue como acostarse con su ex esposa. No hay futuro para Pink Floyd”, sentenció Gilmour.
De todas formas hubo espacio para encuentros puntuales, pero siempre de a tres. En 2007, Gilmour, Mason y Wright se reunieron para tocar en un espectáculo en homenaje a Syd Barrett quien falleció dos año antes. Esa noche en The Barbican, Wright cantó “Arnold Layne”, el primer sencillo que lanzó la banda en un ya lejano 1967. Esa fue la última actuación del tecladista con ellos. Murió en 2008.
Desde entonces Gilmour se concentró en su carrera en solitario, que incluyó un retorno a Pompeya, el lugar donde Pink Floyd rodó una legendaria película entre las antiguas ruinas romanas. Pero en mayo de 2011, Mason y el guitarrista participaron en una fecha de la gira The Wall, de Waters, en el O2 Arena de Londres. “Outside the wall” es lo último que tocaron los tres sobrevivientes. Como si de alguna manera, decidieran salir desde los recuerdos aciagos y dejar que su historia discurra en paz.
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