El año pasado no vino al Festival de Documentales de Santiago (Fidocs), aunque muchos creían que era la ocasión idónea para presentar en Chile su última película, La cordillera de los sueños. Fidocs es, además, el encuentro de no ficción más importante del país y fue creado por el propio Patricio Guzmán hace más de 20 años. Tras un verano aún con ecos del estallido de octubre, la cinta estaba finalmente lista para exhibirse desde el 2 de abril en salas chilenas.
Finalmente, otro estallido, aunque de características biológicas y globales, impidió momentáneamente la presencia en cines de la tercera parte de la trilogía que Guzmán inició con Nostalgia de la luz (2010) y continuó con El botón de nácar (2014). A cambio, el realizador decidió liberar nueve cortometrajes sobre diferentes personajes que fue conociendo en sus rodajes en la plataforma IGTV de la cuenta @marketchile. Se emiten desde el viernes 10 de abril a las 19.00 horas y correrán hasta el 5 de junio.
Se trata de segmentos con entrevistas que muchas veces no cupieron en sus documentales, pero a los que Guzmán les tiene especial afecto. “Me parecía que esta era la mejor oportunidad para darlos a conocer masivamente. La gente está en su casa y puede verlos con tranquilidad”, comenta Guzmán al teléfono desde París, ciudad donde reside desde hace más de 30 años.
En los cortos hay de todo, desde viejos astrónomos entrañables como el fallecido Óscar Saa, en Atacama, hasta el arquitecto Miguel Lawner o incluso el excomandante en jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre. Es, después de todo, una muestra de Patricio Guzmán en modo online, el método que permite seguir funcionando a una porción importante de la humanidad en tiempos de pandemia.
Pero la disputa streaming versus cine no le quita el sueño. “La discusión sobre si una película se dará en streaming o en sala en el futuro es bien poco importante considerando los problemas de salud que enfrentamos ahora. Hay que preocuparse de eso mejor”, dice categóricamente.
Francia es el país de adopción del director de La batalla de Chile, donde vive junto a su esposa, Renate Sachse. En esa nación, específicamente en el último Festival de Cannes, La cordillera de los sueños se llevó nada menos que el premio L’Oeil d’or al Mejor documental.
Ahora, sin Festival de Cannes a la vista (todo indica que este año no se hará), el cineasta observa con mirada reflexiva la actividad detenida de un país que en primavera debería estar a otra velocidad.
¿Cómo está viviendo el coronavirus?
Igual que como a todo el mundo: a Renate y a mí esta situación nos pilló de sorpresa. Uno pensaba ingenuamente en un principio que era un fenómeno de China o Asia, pero sin darnos cuenta lo tuvimos en toda Europa, donde se expandió aún más rápido. Ahora la vida en París es como la de un domingo eterno, lo que resulta raro en una ciudad así, donde todo siempre fluye y corre. Miro las ventanas de las casas de los vecinos y lo único que pienso es que les está pasando lo mismo. Si es que esto algún día se acaba, seguramente habrá que plantearse qué tipo de sociedad queremos. Eso es tal vez el aspecto positivo de esta crisis, será lo bueno para quienes sobrevivan.
¿Dónde vive en París?
Entre los barrios de Bastille y Nation, es un sector bastante céntrico de la ciudad. En este momento es como vivir en el campo. No hay ningún ruido. Pasa un auto en la mañana y otro en la tarde y de vez en cuando algún peatón.
¿Esa tranquilidad lo inquieta o le permite hacer otras cosas?
Creo que es bastante apacible. Además, está empezando la primavera y hay buen tiempo.
¿Usted se está cuidando adecuadamente?
Sí. Es decir, salimos muy poco y quien realmente abandona la casa para hacer las compras en la esquina es mi mujer Renate Sachse. El resto de las tareas las hacemos acá. Nuestro metabolismo es casero. Siempre acostumbramos a ser bastante tranquilos y quietos. En ese sentido, nuestra vida no ha variado tanto.
¿Un documentalista no es tan callejero entonces?
Eso es verdad. Uno puede estar tres o cuatro meses en locaciones, pero lo que queda de tiempo nos la pasamos leyendo, investigando en casa o montando películas.
¿Está de acuerdo en que un país con un Estado fuerte está en mejores condiciones para enfrentar el coronavirus?
No tengo una opinión tan clara al respecto. Gran Bretaña, por ejemplo, que es un país fuerte, está bastante apurado por la epidemia, con situaciones algo caóticas en algunas partes.
¿Qué le parece la respuesta del gobierno francés?
No está mal, pero eso no significa que sea perfecta. Hay países que han sido más rápidos en la contención de la enfermedad. Tal vez disponen de más recursos o de un sistema de salud mejor, como es el caso de Alemania. Francia, por su parte, no está tan mal como Italia, pero aún así esto no se trata de una competencia. A todos nos puede pasar lo peor o lo mejor en la vida.
En Chile se produjo una discusión porque Argentina planteó que ellos han manejado mejor la crisis.
Es que hay muchas variables que influyen, muchos elementos a considerar. No creo que lo mejor sea andar midiéndonos entre países a partir de una contingencia tan trágica como el coronavirus
¿Se puede hacer un buen documental de todo esto o es mucho riesgo para la salud?
Creo que se puede. Todo depende también de los permisos que puedas lograr para transitar. Aquí mismo en París hay mucha gente que está filmando el gran vacío de esta ciudad abandonada. En las grandes avenidas, plazas y parques no hay absolutamente nadie. Sin embargo, debe haber tantos haciendo lo mismo, que es necesario tener cierta distancia para filmar la soledad o el encierro.
¿Quiere filmar la epidemia?
La verdad es que en este momento tengo mi cabeza en mi próxima película, que es sobre Chile otra vez. En el país ha existido un movimiento de protesta importante y la mitad de la ciudad sale a marchar, pero además ahora hay una epidemia que tiene paralizado todo. Lo que tenemos es entonces un panorama muy interesante para un documentalista. Se abren muchas direcciones.
¿Y esta nueva película continuará la trilogía integrada por Nostalgia de la luz, El botón de nácar y La cordillera de los sueños?
No lo sé. Es difícil a estas alturas decir para mí hacia dónde evolucionará la película.
Pero sería lo lógico, considerando que terminó de filmar La cordillera de los sueños no tanto tiempo antes del estallido de octubre.
Creo que hay que fijarse en algo: uno de los personajes de La cordillera de los sueños es el camarógrafo Pablo Salas, quien tiene cientos de horas de protestas y manifestaciones filmadas en las calles de Chile desde los años 80 hasta hoy. Al mostrarlo le recordamos cómo fue Chile antes y de cierta manera nos anticipamos al movimiento social que explotaría pocos meses después. En fin, tampoco me voy a alejar demasiado en esta película de lo que ya he hecho.
Actualmente la plataforma de cine chilena Ondamedia tiene todas sus películas gratis, incluyendo La batalla de Chile, donde llama la atención el articulado discurso político de los entrevistados, sobre todo los más humildes, ¿Cómo recuerda aquello?
Eso también llama la atención a quienes lo han visto en el extranjero. Me preguntan si acaso había muchas universidades en Chile o por la preparación intelectual de los sindicatos. Simplemente creo que tuve la suerte de filmar la culminación brillante de un proceso político y me imagino que a los que estuvieron en Mayo del 68 en París o en la España tras Franco les pasó lo mismo.
Una curiosidad, ¿por qué cuando en La batalla de Chile hacía las entrevistas en el barrio alto decía que era de Canal 13?
Era un método para lograr que aquellas personas nos dieran su opinión. Por supuesto que no era verdad: yo nunca trabajé en Canal 13. Pero durante la Unidad Popular esa pequeña mentira nos sirvió para lograr importantes secuencias del documental.