El sábado pasado, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio hizo público el documento Catastro de estado de los agentes culturales y artísticos / COVID-19, donde se analizan los resultados de una consulta pública sobre la situación laboral en la contingencia sanitaria. La encuesta se desarrolló en paralelo a la determinación del Ministerio de reasignar 15 mil millones de pesos para ir en ayuda de los trabajadores culturales afectados por la pandemia.
En la encuesta respondieron 13.147 personas naturales y 1.932 representantes de organizaciones, entre el 23 de marzo y el 13 de abril. Las cifras son elocuentes: el 85,1% son trabajadores independientes, sin contrato, y de ellos, el 79,4% no tiene un ingreso estable. Además, el 82,7% dedica a la cultura, las artes o el patrimonio tres cuartas partes de su actividad laboral. Para este universo, los mayores problemas vinculados a la pandemia han sido la cancelación de actividades (36,4%), disminución de ingresos (25,6%) y la postergación de actividades (16,7%). La primera de esas tres dificultades afecta especialmente a las artes escénicas, como circo (42,2%), ópera (41,1%) y teatro (40,7%).
Según el análisis del Ministerio de las Culturas, esta fragilidad se debería a las dinámicas de las artes escénicas, que se caracterizan por su naturaleza presencial en la interacción con los públicos “y la dificultad o incluso imposibilidad de sustituir estas formas de actividades”. El informe concluye constatando “la amplia vulnerabilidad económica de los trabajadores del sector para poder enfrentar la situación con recursos propios”.
Justamente como una medida paliativa, el subsecretario de las Culturas y las Artes, Juan Carlos Silva, dijo el mismo sábado al diario El Mercurio que se pondrán en marcha tres nuevas líneas de fondos concursables: adquisición de contenido cultural, financiamiento de creación y circulación, y formación. Aclaró, además, que las postulaciones podrían abrir a partir de junio.
Las reacciones en el mundo de las artes no se han quedado atrás. “Esta respuesta es insuficiente, porque lo que en realidad se está demandando es un apoyo más directo e inmediato”, comenta Bárbara Negrón directora ejecutiva del Observatorio de Políticas Culturales (OPC).
Agrega: “Esta crisis ha dejado al desnudo las deficiencias y tensiones de nuestras políticas públicas: la principal herramienta con la que se cuenta son los fondos concursables, y lo que hoy se requiere es determinar dónde existen las carencias e ir rápidamente en apoyo. Pero nuestra institucionalidad cultural no tiene instrumentos para eso”.
El informe del Ministerio de las Culturas consigna las expectativas por no poder trabajar: el 72,3% de las más de 15 mil personas percibe que su situación económica actual es mala o muy mala (45,2% y 27,1%, respectivamente). Además, muchos ven muy complejo su panorama a tres meses plazo. Los mayores problemas que avizoran son la imposibilidad de generar nuevas actividades por las medidas preventivas (29,3%), la disminución del ingreso percibido (22,4%) y la cancelación de actividades (20,1%).
Nuevamente las artes escénicas, entre ellas los títere, la narración oral y el teatro, son las que más temen por no poder generar actividades. Precisamente Verónica Tapia, directora de la Red de Salas de Teatro, explica las señales de ayuda que esperaría para su sector: “Creo que el Ministerio tiene un panorama difícil y reconozco que están haciendo un gran esfuerzo, pero por lo pronto ahora necesitamos acciones claras y concretas”.
Necesidades urgentes
Recién declarada la emergencia sanitaria, fueron dos las organizaciones que comenzaron a visibilizar la crisis que se avecinaba: la Asociación de Productores de Cine y Televisión, y la Unión Nacional de Artistas (UNA), que reúne a 18 gremios de variadas disciplinas, desde las artes hasta la literatura, la danza y la música. Al sumarse más organizaciones, lograron que el Ministerio de las Culturas generase una mesa intersectorial, que sesionó hace diez días.
“Confío en que esto sea un puntapié inicial para una acción que se ha demorado demasiado. No dudo que los fondos vayan a salir a finales de año, sin embargo, la precariedad y las necesidades del mundo artístico son ahora”, destaca Mario Rojas, presidente de UNA.
Sebastián Freund, presidente de la Asociación de Productores de Cine y Televisión (APCT), cree que es necesario ir más allá del propio Ministerio de las Culturas: “Uno esperaría quizás que la propia ministra Consuelo Valdés converse con el Ministerio de Hacienda para gestionar ayuda económica desde allá”. Y precisa: “Agradezco la redistribución de los $ 15 mil millones, pero en este contexto echo de menos un fondo de emergencia para ayudar a todos quienes trabajan a honorarios, viven al día y tienen que pagar las cuentas y llegar a fin de mes. Todos aquellos que están sin trabajo en este preciso momento”.
Mario Rojas, de UNA, enfatiza: “El subsecretario de las Culturas y las Artes Juan Carlos Silva ha hecho un gran trabajo, al igual que Emilio de la Cerda, subsecretario del Patrimonio. El punto más importante ha sido la falta de liderazgo ministerial; la ausencia de la ministra en todas estas discusiones ha sido muy lamentable”, agrega.
La precariedad escénica
Desde las artes escénicas, una de las más golpeadas según el informe del Ministerio, sus trabajadores tienen claro las falencias. Así lo explica Daniela Espinoza, presidenta del Sindicato Nacional Interempresa de Profesionales Técnicos del Cine y Audiovisual (Sinteci). “Hay mucha gente que no está teniendo plata para sobrevivir; porque nuestra baja partió en octubre y no tuvimos actividad en el verano”, comenta.
Respecto de los fondos anunciados, aclara que ninguno de ellos abre posibilidades de trabajo: “La adquisición es de creaciones ya realizadas, y la creación de obras nuevas tampoco nos da trabajo, porque la película que se gane ese fondo no se filmará hasta un año y medio después. Puede ser una excelente medida como incentivo a la industria el próximo año”.
Concursos cuestionados
La ministra de Cultura anunció, en marzo, que se traspasarían $ 15 mil millones desde otras áreas del presupuesto para las urgencias del sector. Pero no se ha explicado cuáles programas se recortarán, ni cómo se desglosará esa inversión.
“La información de la que se dispone desde el primer anuncio no ha variado mucho, y esto contribuye a que la angustia y las expectativas se acrecienten”, apunta Bárbara Negrón, quien también hace críticas a la concursabilidad. “Mucho antes de la crisis había amplias críticas, pero ahora el asunto es aún más complejo porque significa poner a competir a personas e instituciones profundamente carenciadas”, dice.
Al respecto, la directora de Red de Salas Verónica Tapia es bastante gráfica y precisa: “La sensación que se instala es que todo termina siendo concursable y que este dinero es una suerte de Fondart Covid-19. Me parece que no debería ser así y al mismo tiempo creo que hay muchas líneas de concurso que al menos ahora podrían liberarse de tanta burocracia”.