La pandemia del coronavirus no solo provocó la mayor crisis sanitaria de las últimas décadas. Abrió también un horizonte de preguntas en torno a nuestra forma de vida, y la filosofía volvió al centro del debate. Así como el pensador esloveno Slavok Zizek pronosticó el fin del capitalismo y el sudcoreano Byung-Chul Han rebatió su tesis, el filósofo español Daniel Innerarity aborda los aspectos políticos derivados de la crisis en Pandemocracia, un ensayo que escribió durante la cuarentena y que saldrá a fin de mes.

Autor de Política para perplejos, el académico nacido en Bilbao en 1959 reflexiona sobre los desafíos del sistema político en su nuevo libro. “La crisis del coronavirus ha llegado a una Europa desprevenida, cacofónica, cuya principal preparación eran los recetarios ideológicos y con tensiones entre sus países, básicamente entre el norte y el sur. El contexto no podía ser peor”, dice el autor.

Invitado al ciclo #PuertodeIdeasEnVivo, presentado en conjunto con Escondida BHP, Daniel Innerarity ofrecerá una conferencia virtual mañana, a las 18.30 h, basada en su libro y titulada Pandemocracia: Una reflexión sobre la crisis. La presentación será transmitida por puertodeideas.cl, Facebook y YouTube de Puertos de Ideas, así como en ondamedia.cl y 24horas.cl.

Así como la crisis sanitaria está poniendo a prueba la vida en comunidad, también lo hace con el sistema democrático, afirma Innerarity: “Se ha suscitado un debate entre quienes piensan que esta crisis será un revulsivo que derribará el capitalismo y quienes presagian un sistema que consolidará las tendencias autoritarias en eso que llamamos democracias iliberales”.

El filósofo apunta que “la democracia se encuentra ahora en una encrucijada sin precedentes”.

-¿Qué rescata de la gestión china ante la emergencia?

-La contraposición entre autoridad y efectividad está en el origen tanto de la seducción como del temor hacia China. Como punto de partida, me parece más acertado el juicio de (Francis) Fukuyama que el de (Yuval) Harari o (Byung-Chul) Han: los gobiernos democráticos tienen muchos problemas de ineficacia, pero ni estos problemas se deben a que están obligados a respetar la voluntad popular y los procedimientos legales, ni las autocracias son un modelo de eficacia. El debate sobre este tema se superpone a una batalla de relatos por la reputación y en medio de una gigantesca manipulación informativa. La autoridad del gobierno chino no es un modelo de nada. Otros países han realizado confinamientos sin sacrificar valores democráticos. El aislamiento radical, por medio de la represión y la censura, fueron allí implacables. Tal vez tardemos mucho en saber la crueldad que tuvo lugar en aquel espacio cerrado de Wuhan y, en general, en conocer los datos reales de la pandemia en China.

-¿Cómo ha reaccionado el mundo globalizado ante la amenaza del virus?

-Uno de los interrogantes inéditos de este experimento social involuntario de la pandemia es si entramos en un periodo de desglobalización o si la globalización continuará. Mi conclusión es que no se va a detener porque así lo decidamos o lo decreten los gobiernos. El gran debate consiste en redimensionar los ámbitos de decisión en función de la naturaleza de los riesgos. Hemos de redefinir las escalas y los niveles adecuados de gestión y producción: local, nacional, internacional, supranacional, transnacional, global. A la globalización nerviosa le tiene que seguir la “glocalización” sostenible. En vez de oscilar entre disciplina y desorden, regresión y aceleración, lo que esta globalización necesita es más regulación. Los bienes públicos exigen instituciones y soluciones globales.

-Los líderes que no estuvieron a la altura del desafío, ¿pagarán los costos políticos?

-No estoy en condiciones de predecir si el virus acabará con los líderes populistas o creará un caldo de cultivo de rabia y frustración que les impulse, pero sí puedo afirmar que la pandemia ha puesto de manifiesto la simpleza de sus posiciones. Desde el punto de vista de las personas, se habla de que las más afectadas por la crisis del coronavirus serán las más vulnerables, pero desde el punto de vista ideológico, lo más afectado va a ser el populismo. Hay tres cosas que los líderes populistas detestan y que la crisis revaloriza: el saber experto, las instituciones y la comunidad global.

“Pensemos cómo contrasta la necesidad de conocimiento experto con el desprecio de Trump hacia la ciencia y cómo hizo caso omiso de las advertencias que le hacían sus asesores, así como sus estúpidas recomendaciones”, prosigue. “La segunda es la lógica institucional. No es un momento de grandes líderes que se dirigen verticalmente a sus pueblos, sino de organización, protocolos y estrategias. Se valoran los servicios sociales y un sistema público de calidad. Todo es inteligencia colectiva, tanto en la respuesta médica como en organización y política”.

En tercer término, apunta, “las medidas de cierre son solo coyunturales; la verdadera salida es la cooperación, en la ciencia, en la política, en la economía… No hay solución con el mando único ni con el interés propio a costa del de los demás. Ya lo advirtió Ulrich Beck tras la catástrofe de Chernobil: aunque pueda haber un primer impulso proteccionista, los riesgos compartidos son el principal factor de unidad de un mundo donde todos estamos amenazados”.