El nuevo disco de Cristóbal Briceño desde su rincón: “Hasta terminé aforrándole al sillón para conseguir el sonido de bombo que necesitaba”
No tenía en mente grabar un disco, pero el encierro en una casa en Limache propició el registro del sexto trabajo en solitario del hombre de Ases Falsos. En conversación con Culto, Briceño desmenuza el proceso que le significó aprender a grabarse por su cuenta, trabajar canciones añosas y recientes, además de usar utensilios caseros como improvisados instrumentos musicales.
En otro momento, Cristóbal Briceño podrá decir que le gustaba la casa, porque aparte de sus comodidades, guardaba los recuerdos de sus días de cuarentena, en que aperado de una guitarras roñosa, un mini sintetizador, un pandero de juguete y varios objetos que prestaron su sonoridad natural —una muy vintage botella de coca cola de vidrio, una cuchara de madera, entre otros—, grabó un disco. En realidad no pensaba hacerlo. Pero siempre pasa algo.
En mi rincón, es el título del nuevo trabajo como solista del músico, habitual voz de Ases Falsos. Está disponible para escucha en Spotify, y descarga gratuita en Portaldisc con aporte voluntario. Grabado entre el 9 de abril y el 4 de mayo en la casa de Limache donde reside en total confinamiento, se trata del sexto lanzamiento de una prolífica discografía individual, que arrancó en 2014 con el álbum de versiones, Amigo de lo ajeno.
Se trata de un lanzamiento sorprendente. Hace menos de un mes, el hombre de “Simetría” publicó Polvareda, el primer álbum del proyecto que lo reúne con músicos argentinos llamado Los Castigos. Pero en el camino, algunas situaciones empujaron la necesidad de trabajar nuevo material.
“Yo no tenía pensado grabar, menos un disco -reconoce Briceño, al correo con Culto-. Pero me entusiasmé y mi amigo Andrés [Zanetta] de Los Mil Jinetes me mandó por internet el programa de edición de audio que ocupamos en su casa, y por teléfono me ayudó a configurarlo”.
“Un día después de almuerzo, acá en mi casa me animaron a grabar algo, supongo que me veían medio bajoneado porque estaba muy acostumbrado a viajar los fines de semana a Santiago a grabar y a tocar”, recuerda.
“Ahora, mis mejores instrumentos los tengo en Santiago, y no iba a ir a buscarlos pues hemos sido muy estrictos con la cuarentena -detalla-. Pero guardo en mi casa la guitarra más carneperro [sic], una Yamaha que tiene el costado roto, le faltaba una cuerda y las otras cinco las tiene recontra usadas, más muertas que vivas. Pensé en usar una guitarra de cuerdas metálicas que tengo, y que de hecho usé su poco, pero los temas pedían nylon”.
Según Briceño, la falta de esos instrumentos de alguna manera condicionó el trabajo del álbum. “Acá en Limache no hay tienda de música, así que como pude me armé; conseguí unas cuerdas de guitarra argentinas, de las que usé solo una, la que me faltaba, por eso la guitarra del disco suena bien opaca. Un cabro de la dieciocho me prestó un cejillo y saqué un metalófono de la escuelita de mi hija”.
“En la última gira mexicana con Ases Falsos le compré un sinte de bolsillo a un cabro en Monterrey, le saqué harto el jugo. Con lo que tenía me puse a grabar, usé ollas, botellas, un pandero Plaza Sésamo que suena mejor que varios profesionales y hasta terminé aforrándole al sillón para conseguir el sonido de bombo que necesitaba para la canción ‘Corte de difusión’. Invité a mi amiga Natalia Molina a grabar un dúo [la muy contingente ‘Encerrarme contigo’, original de Carole King y Gerry Goffin] y me mandó su parte desde su casa. Me divertí haciéndolo y lo terminé en 25 días”.
El repertorio reúne viejas piezas inacabadas, y otras surgidas en el encierro. “Aproveché de trabajar varios temas que tenía inconclusos, como ‘Un rubí azul’, para el que tenía, desde hace siete años, la secuencia de acordes, la melodía y solo las dos primeras líneas de la canción. Ahora conseguí una letra bastante imaginativa. Creo que el encierro fomenta la memoria. E imaginar es algo así como recordar el futuro. Demás está decir que el disco me sirvió para sublimar un montón de angustia y ansiedad”.
“Aproveché también de escribir sobre cosas en las que he pensado este tiempo, por ejemplo ‘Un carro de toldo blanco’ que está basada en las epidemias del siglo XIX y comienzos del XX -detalla Briceño-. Viruela, cólera, tuberculosis, difteria. Esto de ahora es grave y lamentable, sí, pero hubieron épocas no tan lejanas infinitamente más crudas y terroríficas, que sin embargo han sido olvidadas. Debe ser un mecanismo de defensa”.
“Acá en mi casa le pedía a mi pareja opiniones sobre las mezclas y fui ajustando piezas, sin prisa, pero sin pausa. No fue tan intensivo el trabajo como puede parecer, hay muchas labores domésticas que deben ser atendidas, además mi hija no está en edad de decir ‘¿ah, estás haciendo un disco? por favor papá, tómese tu tiempo, yo me atiendo sola’. Ahí en los ratitos que fui pillando, lo terminé, sentado en mi rincón frente a la ventana”.
Precisamente, la imagen de trabajar arrimado fue la que condicionó el nombre del largaduración “Siempre supe que el disco tenía que llamarse así. Vivo en un cerro que está en un rincón de Limache, y mi casa está en un rincón del cerro, y mi puesto de trabajo en el rincón de la casa; así que es un rincón al cubo”.
-La situación del encierro, la grabación casera ¿cuánto le aportó a las canciones?
-Creo que fue una suerte contar con tan pocos recursos de grabación. Me obligó a un trabajo limpio y sintético, y parece que eso les convino a las canciones. Los temas están bastante frescos, y yo mismo los conocí mientras los fui grabando. Algo que demostró la revuelta de octubre fue la fuerza, el valor y la belleza de lo espontáneo y no planificado. Quizás este disco sea parte de mi aprendizaje. Me alegra que haya salido así y ojalá que alguien lo aproveche.
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