Hace unos días, Claudia Acuña salió a correr por los alrededores de Brooklyn. Temprano en la mañana, el día recién comenzaba y ella recorría solitariamente los senderos de un parque. De pronto, entre las ramas de un árbol divisó un halcón. “Fue como un regalo tan lindo, porque esta situación triste en la que estamos nos ha hecho detenernos y apreciar cosas simples, como salir a correr o caminar”, dice desde Nueva York, la ciudad a la que llegó hace 25 años, hoy dramáticamente afectada por la pandemia. En la escena neoyorquina del jazz, la cantante ha construido una trayectoria de resonancia internacional, que la condujo a los Grammy Latinos con su último disco.
Tras grabar con el prestigioso sello Verve y con Marsalis Music, la disquera del saxofonista Branford Marsalis, la artista logró un protagonismo inédito para un músico de jazz chileno a mediados de los 2000. Desde entonces cultivó un silencio musical de una década. Publicado en 2019, Turning Pages rompió ese hiato en su trayectoria y fue nominado a mejor álbum de jazz.
Nacida en Santiago y criada en Concepción, Claudia Acuña estuvo en Chile a fines de febrero. Viajó invitada como “madrina” del festival Picnic en la VIII Región. Fue un viaje especial para ella por varios motivos. “Estuve una semana ensayando con los chicos de la Big Band y me quedé una semana más para estar con mi familia. Fui con mi hijo, él no había podido viajar a Chile y no había visto a sus abuelos. Mis papás no lo veían hace cuatro años, entonces fue muy especial”, cuenta.
Claudia Acuña y su hijo regresaron a Nueva York el 5 de marzo y una semana más tarde entraban en confinamiento. Como muchos, no previó la fuerza arrolladora con que el virus golpeó a la ciudad. “En ese minuto todo el mundo estaba pendiente del horror que ocurría en Italia; nadie podía creer lo que se veía en las noticias. Pero estaba el temor, qué posibilidades hay de que pase para acá. Y antes de que termináramos de digerir esa pregunta, ya estábamos en cuarentena. Y entramos en cuarentena porque el gobernador de esta ciudad tomó una decisión por sobre el Presidente que tenemos en este minuto”, relata.
Del mismo modo que la epidemia apagó las luces de los teatros y las salas de conciertos, y presionó por el cierre de cines y museos, su agenda en torno al disco también se vio radicalmente alterada. “No tengo nada, se nos canceló todo. Ahora que están hablando de reabrir, tampoco estamos seguros de qué tan lejos vamos a llegar. Aun así, cuando comience la apertura, la música y los espectáculos van a ser lo último en activarse”.
La pandemia ha provocado una dolorosa estela de pérdidas en su entorno personal y profesional. De algún modo, el virus asfixió a una generación de gloriosas leyendas del jazz, desde Ellis Marsalis a Wallace Rooney, Lee Konitz y Manu Dibango.
“Varios de nuestros amigos, colegas y mentores han muerto, y por lo menos para mí, las primeras cuatro semanas fueron horribles”, dice. “No había día en que no me enterara de alguien conocido y querido que había muerto. El mundo del jazz ha sido muy afectado por este enemigo invisible”.
Además de arrebatar vidas, el Covid-19 priva también de los ritos vinculados a la muerte. De este modo, esas grandes figuras no recibieron la despedida que merecían. “El otro día Wynton (Marsalis) hizo una especie de memorial digital, que es una forma tradicional de despedir a los muertos en Nueva Orleans, con un carnaval y música. Lo hizo no solo para despedir a su papá, sino para todos los que han sido afectados y que no han podido despedir a los suyos como es su tradición”, dice.
Aislada junto a su hijo de nueve años, Claudia Acuña también busca la forma de adaptarse a la crisis. Por estos días, con la compañía musical de Ella Fitzgerald, McCoy Tyner, Ron Carter y Stevie Wonder, se comunica regularmente con sus seguidores a través de redes sociales. “Estoy dando mis clases por internet, pero no me ha dado el corazón ni el alma para dar un concierto, de la pena de tanta gente afectada o que ha muerto, y además preocupada por mi hijo, ayudándolo a entender, arreglando horarios con sus clases remotas. No me dio para ponerme frente a la cámara y decir el show sigue… Por ahí canté una canción en Instagram (@claudiaacunamusica), pero no tenía las herramientas emocionales para sentarme y cantar 40 minutos”.
Con todo, dice, “hay que poner el hombro”, y cuenta que prepara dos proyectos para ofrecer conciertos y un pequeño show de conversaciones en torno al jazz. Pese a la tristeza de la situación actual, la crisis la encontró fortalecida tras el reconocimiento obtenido por Turning Pages. Como lo sugiere su título, el disco representa un cambio significativo en su vida artística y personal.
Caer al vacío
Con un tono intimista y emotivo, Turning Pages es un disco maduro y a menudo conmovedor, donde resuenan creativamente desde la herencia latina al gospel. Integrado por nueve temas, el álbum cuenta con cinco composiciones de Claudia Acuña, entre ellas Agüita de corazón, Futuro y Home, y un homenaje a su admirada Abbey Lincoln.
“Turning Pages parece abrir un nuevo capítulo para Acuña, cuya nueva música es una respuesta deslumbrante para cualquiera que se haya preguntado adónde fue”, comentó la revista Jazz Times. Para la National Public Radio, la artista “expande sus formidables habilidades a nuevas alturas creativas”.
Producido por la propia artista, Turning Pages es acaso su disco más personal y, tras una década alejada de los estudios, confirmó su camino en la música. “Fue un esfuerzo muy grande, entonces recibir la nominación y darme cuenta de que era la única mujer nominada en mi categoría... Fue muy agradable tener ese empujoncito para seguir en este sueño y esta cosa que cuesta tanto, que a veces uno se pregunta será que a lo mejor me equivoqué”.
Desde el título el álbum habla de un cambio...
Habla de un cambio y de esos que te manda la vida, que derrumba todo lo que tenías planeado. La vida te saca la alfombra y caes a un vacío, casi a la nada, y hay que replantearse todo, un poco lo que nos está pasando a todos colectivamente.
Es un cambio no solo a nivel artístico, también personal, ¿no?
Sí, en estos 10 años fui mamá, y es una de las cosas más importante de mi vida, lo que significa eso como artista, como músico. Me divorcié y me encontré en una situación bastante delicada, dolorosa, nueva y en un país y en una profesión donde si decides tener familia... Mucha gente me dijo ah, tu carrera está terminada. Con un divorcio, con un niño chiquito de tres años, entonces era una situación dolorosa y difícil.
Más cuesta arriba aún.
Mucho más cuesta arriba y también con un tema fuerte... Es complicado, a veces habemos mujeres que sufrimos ciertos abusos de nuestros maridos, de nuestros compañeros…
¿Fue su situación? ¿Usted sufrió abusos?
Sí…
Hace 10 años, Claudia Acuña se casó con el bajista Mark Kelley. En 2011 fueron padres y tres años después se separaron. Firmaron el divorcio el 2018. A ella aún no le resulta fácil hablar de los aspectos ásperos de su relación.
“Cuando eres una sobreviviente de abuso doméstico es difícil hablarlo, porque la gente te dice nunca la vimos con un brazo quebrado ni un ojo negro. Pero, claro, hay distintos tipos de abusos, hay tantos niveles, y cuando ya se llega a las manos estamos muy mal… Yo he hablado con mujeres mayores y les he preguntado por qué ellas no se atrevieron nunca a hablar, y ellas me dicen, pero mijita, era otra generación, qué podría haber hecho yo. Y todavía hay muchas mujeres que se quedan; yo me quedé mucho más tiempo, porque uno piensa que va a cambiar…”.
Últimamente, muchas más mujeres se están atreviendo a hablar de los abusos.
Sí, las mujeres hoy nos levantamos y no tenemos miedo de hablar; es importante que lo hablemos para que otras y otros también hablen. Y al hablar y comunicarnos podemos encontrar avenidas para evitar llegar a desastres, para que una niña sienta la necesidad de decir me pasa esto y un compañero diga yo sé que no estoy bien, pero no sé qué me pasa, y a lo mejor lo pueden ayudar, para evitar las tragedias. Pero cuesta hablar de esto, a mí me ha costado todos estos años, esta es la segunda vez que lo hablo y estoy hablando muy cuidadosamente.
El año pasado en Chile el colectivo Lastesis provocó un fenómeno con una performance contra la violencia masculina...
Sí, las vi. Cuando hablas te das cuenta de que no estás sola. Es importante hablarlo, porque no puede ser, no puede ser que yo abra el Facebook y todos los días o casi todos vea que fulano mató a su compañera y después se pegó un balazo.
Al parecer, con el confinamiento ha vuelto a agudizarse este problema.
Imagínate. Esta situación tenemos que hablarla y ayudarnos, tenemos que acoger a nuestras mujeres y tenemos que acoger, integrar a nuestros compañeros, y hacerlos responsables, y donde hay cabida para ayuda, ayudarlos, y castigarlos donde hay que castigar, con justicia.
El jazz es un medio masculino, ¿ha tenido dificultades para desenvolverse o ha enfrentado desigualdades por ser mujer?
Más que dificultades o desigualdad, incomodidad a veces. Yo he estado en calidad de líder y siempre he sido respetada como músico, desde lo poquito hasta ahora, pero he pasado incomodidad, comentarios fuera de lugar, comentarios que no me harían si yo fuera hombre. Ahora habemos muchas más mujeres, la verdad es que siempre ha habido mujeres en el jazz, pero generación tras generación hemos ido abriendo el espacio y liberando más sillas disponibles para otros.
Ya que lo menciona, ¿qué le parece la recepción que han logrado jazzistas como Melissa Aldana y Camila Meza?
A las dos las conozco desde antes de que se vinieran, y para mí es como el sueño hecho realidad que haya más músicos chilenos. Está aquí también Rodrigo Recabarren y estuvo un tiempo largo Félix Lecaros, pero que haya mujeres como las que acabas de mencionar me pone muy contenta. Hace un tiempo hicimos un concierto juntas para la fundación Te Regalo mis Ojos. Yo soy mayor que ellas...
Usted abrió caminos.
Jajaja... Cada vez que las veo, las cosas que han logrado y lo talentosas que son, lo buena onda que son, pienso puta, qué orgullo.
¿Cree que los conciertos virtuales terminen por desplazar a las presentaciones físicas, o estas son insustituibles?
Nos tenemos que acomodar, por un par de años no podremos estar en un club o en un teatro. Y esta nueva situación no reemplaza a la otra de ninguna forma. Ojalá, cuando salgamos de esto, salgamos más nobles, sensibles, conscientes, y ojalá les demos importancia a las cosas que de verdad la tienen.