Fue una de esas noches agitadas de la Beatlemanía. El 28 de agosto de 1964, los Beatles terminaron el primero de los dos conciertos que tenían agendados en el Forest Hills Stadium, de Queens. Agotados, decidieron volver al hotel en que se hospedaban en la Gran Manzana, el Delmonico en Park Avenue.

Mientras descorchaban una botella de vino, comentaban la actuación y pedían comida por el servicio a la habitación, el encargado de prensa del cuarteto, Derek Taylor, debía contener a la horda de periodistas, fotógrafos y famosillos de turno que aguardaban para intercambiar palabras, o sencillamente obtener un recuerdo de los ingleses. No era raro. Era una rutina a la que los fab four, muy a pesar, comenzaban a acostumbrarse.

Fue entonces cuando apareció Bob Dylan. Menudo y con su característico cabello rizado. Quien le permitió llegar hasta la banda fue un amigo en común, el escritor Al Aronowitz. Este llevó al Hotel al músico, y a pesar de la resistencia inicial de los guardias, consiguieron que Mal Evans, el roadie del grupo les reconociera y les hiciera pasar a la sala donde los de Liverpool montaban una pequeña fiesta.

"Aronowitz y Bob formaban parte de un grupo beatnik", rememora George Harrison. "Un día nos llamó y dijo que Bob estaba en la ciudad y propuso presentárnoslo".

Cuando los ingleses vieron al de Minnesota frente a ellos, se asombraron. Por entonces, era un personaje al que admiraban. "Era nuestro ídolo", recuerda Paul McCartney en el libro The Beatles Anthology. "Le admirábamos como poeta y todos teníamos su primer álbum en el que aparecía con su célebre gorra", agrega.

Meses antes, durante la primera actuación de los Beatles en París, los fab four se llevaron consigo un elepé que no paraban de escuchar una y otra vez. Era The Freewheelin', el segundo álbum del cantautor. "Creo que aquella fue la primera vez que escuché a Dylan", rememora John Lennon en mismo volumen ya citado, aunque la precisión con los datos nunca fue su fuerte (en las entrevistas solía confundir discos, personas, fechas, etc). "Recuerdo que a Paul le pasó el álbum un DJ francés. Estábamos haciendo una cosa para la radio y él lo tenía en el estudio (...) durante lo que nos quedaba de las tres semanas en París, no hicimos más que ponerlo. Dylan nos volvía locos", agrega.

Con sus primeros trabajos, el Premio Nobel 2016 había ganado una reputación como exponente de la llamada “canción protesta”. Canciones de sencilla sonoridad folk como “Masters of war” o “One too many mornings” le granjearon popularidad como artista comprometido. Más cuando en mayo de 1963 se negó a asistir al Show de Ed Sullivan, pues le habían pedido que no cantara “Talkin 'John Birch Paranoid Blues”, en cuya letra habla de la paranoia anticomunista que sacudía a la sociedad estadounidense. Se había transformado, quizás sin buscarlo, en un héroe.

1963. Bob Dylan y su novia de entonces, Suze Rotolo. Ambos salen en la portada de The Freewheelin'.

Una confusión

Ese encuentro también pasó a la historia porque el hombre de "A Hard Rain's A-Gonna Fall" se permitió compartir un cigarrillo de marihuana con el cuarteto. "Había escuchado un disco nuestro en el que decíamos 'I can't hide' (no puedo esconderme), y él entendió 'I get high' (alucino)", recuerda Lennon en la Antología. "Vino corriendo y dijo: 'Chicos, tengo un hierba fantástica' (...) pasamos toda la noche fumando y riendo.  Cada vez que sonaba nuestro teléfono, lo descolgaba Bob y respondía: 'Hola, esto es Beatlemania'". La canción que Dylan escuchó mal fue "I want to hold your hand", el primer número uno del grupo en EE.UU.

Según relata Aronowitz en su libro Bob Dylan y los Beatles (2004, AuthorHouse) el mismo cantautor folk fue quien preparó todo. "Se movió inestable sobre el tazón mientras estaba de pie junto a la mesa, mientras trataba de levantar la hierba de la bolsa con las yemas de los dedos de una mano, para poder aplastarla contra la hoja de papel que sostenía con la otra mano. Ya había bebido".

Aunque la generación nacida en la postguerra mostraba una mayor tolerancia al consumo de estupefacientes y alucinógenos, el consumo regular no era algo nuevo. "Hacía tiempo que las drogas se habían puesto de moda", detalla Lennon. "Los músicos de jazz llevaban años tomando drogas duras, pero los medios no empezaron a airearlo hasta los sesenta. La gente fumaba marihuana en Liverpool cuando éramos niños", agrega.

Particularmente en el jazz, son conocidos los casos de artistas como Louis Armstrong, quien fumaba marihuana desde su adolescencia y no lo dejó hasta su muerte. También hubo otros como Charlie Parker, un habitual consumidor de sustancias como heroína y alcohol. Su situación fue más dramática pues su adicción le persiguió toda la vida. Incluso el célebre Miles Davis tuvo un período de adicción, pero logró zafar a partir de una medida radical: dejó la droga de golpe y sopetón, de un día para otro, sin sustituto.

En la Antología, George Harrison detalla que, pese a lo que se afirma, esa noche en Nueva York no fue su iniciación con la cannabis. "La primera vez obtuvimos la marihuana de un baterista más viejo con otro grupo en Liverpool. En realidad no lo intentamos hasta después de haber estado en Hamburgo. Recuerdo que lo fumamos en el camarín en un concierto en Southport y todos aprendimos a bailar twist esa noche, un baile que hacía furor. Queríamos aprender a bailarlo. Todos decían: 'Esto no está haciendo nada'. Era como esa vieja broma en la que se celebra una fiesta y dos hippies están flotando en el techo, y uno le dice al otro: 'Esto no funciona, hombre'".

Como sea, en aquella velada, tanto los Beatles como Dylan lo pasaron en grande. "No recuerdo mucho de lo que hablamos. Fumábamos marihuana, bebíamos vino. Éramos rockeros que nos gustaba divertirnos y el surrealismo. Era tiempo de fiesta", recuerda Lennon en el libro mencionado.

Por el camino de Bob

El encuentro de esa noche y las horas escuchando discos pronto estimularon la fecunda imaginación de Lennon. Parte del material que compuso para los discos Beatles For Sale (1964), Help! (1965) y Rubber Soul (1965), tenía influencia de las canciones de Dylan, según propia confesión. "No recuerdo exactamente cuando comenzó, 'I'm a loser',  'You've got to hide your love away', ese tipo de canciones. En lugar de proyectarme en una determinada situación, trataba de expresar lo que sentía sobre mí mismo (...) creo que fue Dylan quien me ayudó a hacerlo", recuerda el músico en The Beatles Anthology.

"Desde el punto de vista vocal y poético, Dylan ejerció una influencia enorme", afirma McCartney en el mismo texto. "Como letrista sigue siendo uno de los mejores. Algunos de los poemas que musicalizó aún son mis obras preferidas", agrega.

La admiración es mutua. Años después, para el disco tributo The Art of McCartney, Dylan grabó una versión de "Things we said today", una de las canciones que "Macca" compuso para el álbum A Hard Day's Night (1964). Incluso en algún momento manifestó su intención de trabajar en una placa junto al bajista. Hay consenso en señalar que, en parte, la decisión del autor de "Blowin' in the wind" de electrificar su sonido, se debió al influjo de los de Liverpool. Ello definió su disco Bringing It All Back Home (1965), con gran impacto en sus seguidores. Especialmente, la tarde del 25 de julio de 1965, cuando el paladín de la canción protesta se presentó con guitarra eléctrica y banda de acompañamiento, lo que ocasionó las pullas del respetable. A su manera quería dejar atrás su imagen de trovador y encantador de tertulias. Lo suyo era más grande. Era su propia mirada del rock n' roll.