Ya había cantado 21 canciones esa noche en el Boston Garden. Pero al final James Brown, un exitoso cantante soul con una carrera en ascenso, dejó un single que había lanzado en diciembre de 1967: “I Can’t Stand Myself (When You Touch Me)”. Era ideal para el cierre; se trataba de una canción rápida, de contagioso ritmo quebrado, armonía de pocos acordes y un fraseo vocal rápido y percusivo.
Apenas empezó a cantarla, un chico intentó subir al escenario. Un policía intervino en el acto, y con un fuerte empujón lo mandó de vuelta a la platea. Pero de inmediato, otros probaron suerte. En unos segundos, el proscenio estaba invadido. Los policías sacaron sus lumas y entraron a escena dispuestos a expulsar a los muchachos a viva fuerza.
Veloz como siempre, Brown tomó el control de la situación. “Estoy bien, estoy bien”, les dijo a los policías. Solo quería darle la mano a los chicos, dijo. Solo eso.
Aquel gesto de Brown evitó un enfrentamiento inmediato entre los jóvenes afroamericanos y la policía. Hubiera sido uno más de los cientos que ocurrían a esa hora en varios puntos de Estados Unidos, los que dejaban muertos, heridos, detenidos y focos de incendio.
Era la noche del 5 de abril de 1968. Han pasado un poco más de 24 horas desde que una bala mató al reverendo Martin Luther King en Memphis. El activista más reconocido de los derechos civiles, el Premio Nobel de la Paz, había caído. De inmediato una ola de protestas surgió desde los barrios marginales de población afroamericana. El gobierno federal sacó a la Guardia Nacional para controlar a los manifestantes y en algunos estados, los gobernadores impusieron el toque de queda. La noche fue muy larga.
Por un puñado de dólares
En Boston, una de las ciudades fundacionales del país en la costa este, el tema de la discriminación estuvo en el centro del debate en la elección de alcalde del año anterior, en la que se impuso el joven Kevin White, de 38 años. Era un demócrata que estaba decidido a impulsar el programa de desegregación escolar establecido con mucha dificultad en 1965.
Aunque hubo incidentes en algunos puntos de la ciudad, como en el barrio de Roxsbury, White -que llevaba solo tres meses en el cargo- temía una escalada. Por eso cuando se enteró de que había un concierto programado en el Boston Garden para la noche del 5 -aunque no sabía quién demonios era James Brown-, de inmediato quiso cancelarlo. Estimó que no había lugar para un show en esas condiciones.
Apenas Tom Atkins, el único integrante afroamericano del Consejo de la Ciudad, se enteró de la intención de White, reaccionó de inmediato. Según consta en el libro El hombre que trabaja más duro: cómo James Brown salvó el alma de América, de James Sullivan, Atkins le hizo ver al alcalde que cancelar el show, en pleno conflicto social, traería mucho más problemas que permitirlo. “Tendrás a 15.000 chicos en el Boston Garden, descubrirán por un pedazo de papel pegado en la puerta que el show ha sido cancelado y, si aún no están enojados y angustiados por el asesinato del Dr. King, ahora realmente se enojarán”.
No muy convencido, White finalmente aceptó.
Lo que carcomía la cabeza del alcalde era evitar una multitud de jóvenes rabiosos en las calles, que posiblemente saldrían exaltados del teatro. Hasta que uno de sus asesores se apuntó con una solución: sugirió que la TV pública local, WGBH, transmitiera el concierto. Así mantenían a la gente en casa y se evitaban problemas.
Apenas llamaron desde el ayuntamiento para pedirles su ayuda, en la estación televisiva comenzó el debate. Sí, era buena idea, ofrecían un servicio, pero por otro lado, se arriesgaban a transmitir disturbios en vivo y en directo y eso solo enardecería más los ánimos. Finalmente, según explica Bob Seay en la crónica sobre el espectáculo que escribió para el portal de WGBH, solo accedieron a eso a de las 17.30, faltando tres horas del show. A toda prisa se llevaron un equipo básico con tres viejas cámaras en blanco y negro y un par de focos para iluminación.
Mientras, desde la oficina municipal se contactaron con Brown para avisarle el plan de transmitir el concierto por TV. En principio éste se resistió. Para “Mr. Dynamite”, el asunto no era sencillo. “La ciudad arregló la emisión televisiva del concierto sin su consentimiento y estaba perdiendo decenas de miles de dólares a través de personas que devolvían boletos para poder verlos en casa gratis”, explicó al Washington Post el documentalista David Leaf, quien hizo una película sobre el concierto llamada The Night James Brown Saved Boston.
Además, poco tiempo antes ya había filmado un especial para la TV en Nueva York, lo que le exponía a una demanda por incumplimiento de contrato al romperse la exclusividad. Por ello, Brown exigió una compensación: si querían que la gente no fuera al concierto para verlo gratis frente a la pantalla, debían pagarle US$60.000.
“En aquellos días no era fácil para los artistas afroamericanos encontrar un lugar en Boston, ¡y ahora el alcalde de prácticamente estaba rogando ayuda a un hombre negro!”, añade Leaf. Ello permite comprender todo lo que estaba ponderando el músico a la hora de exigir el dinero.
Al enterarse del monto que pedía el artista, el alcalde estuvo a punto de patear el tablero y cancelar todo. Nuevamente, fue Tom Atkins quien le convenció de seguir adelante. Si se consideraba lo que tendrían que gastar en reparar daños al mobiliario público, al final el gasto no era tanto, argumentó.
Cuando James Brown llegó junto a su banda al Boston Garden se encontró con una fila de jóvenes solicitando la devolución del dinero de los tickets, pues ya se había informado que el espectáculo se transmitiría por TV y que iba dedicado “a la memoria del Dr.King”. Cuando terminaron la prueba de sonido, el alcalde llegó hasta el lugar para conocer al cantante y conversar con él en privado.
Al final solo llegaron 2.000 personas de las 15.000 que soportaba el lugar. Aplaudieron a rabiar cuando Brown subió a escena y comenzó su show. Arrancó con la balada “If I ruled the world". Apenas terminó el primer número, subió el alcalde a escena.
“Todo lo que les pido esta noche es esto: cuidémonos el uno al otro aquí en el Garden y de vuelta a casa. Prometemos que no importa lo que pueda hacer cualquier otra comunidad, nosotros en Boston honraremos al Dr. King en paz”, dijo el edil a la joven audiencia que lo miraba desde las tribunas.
“Quedamos hipnotizados por la actuación de Brown y nos sorprendió que a la transmisión le fuera tan bien -recuerda Bob Seay-. Pero también estábamos ansiosos por lo que podría estar sucediendo en las calles de la ciudad. A las 11 de la noche vimos noticieros en otras estaciones de televisión locales para ver si había estallado alguna violencia, pero para nuestro gran alivio, todo fue pacífico”.
Con su habitual desplante y facilidad pasmosa para los falsetes, Brown desplegó un show eléctrico e intenso en que pasaron temas como “I got the feelin", “Try Me”, “I got you (feel good)”, “Please, Please, Please”, entre otros. Además, como estilaba en esos días, dejó una sección a cargo de Marva Whitney, una promisoria cantante que era su pareja por entonces. Su voz se oye en sus versiones de clasicazos del repertorio R&B como “Chain of Fools”, “I Heard It Through the Grapevine”, y temas como “Check Yourself”.
Hasta que llegó la última canción. Brown comenzó a cantar “I Can’t Stand Myself (When You Touch Me)”, el policía empujó al chico que intentó subirse al escenario y luego se produjo la invasión. Brown, micrófono en mano le pidió calma a los agentes que en ese momento ingresaban a tomar detenidos. Como solía hacerlo, él tomaría las riendas del asunto.
“¡Somos negros! ¡No nos hagan quedar mal a todos! Déjenme terminar el espectáculo -les dijo-No están siendo justos consigo mismo, o conmigo, o con tu raza. Ahora le pedí a la policía que retrocediera porque pensé que podría obtener algo de respeto de mi propia gente. No tiene sentido".
“¿Estamos juntos o no?”, remató.
El asunto, en el Garden, se calmó.
Con los años, se instaló la idea de que esta presentación contribuyó a apaciguar los ánimos en Boston. “Algunos dicen que no hay pruebas de que el concierto de Brown haya evitado que Boston se desborde -escribe Bob Seay-. El representante estatal Byron Rushing me dijo que los residentes de Roxbury estaban tan traumatizados por los disturbios en agosto de 1967 que dejaron destruidos algunos negocios de Blue Hill Avenue que no querían que se repitiera ese tipo de violencia”.
Por su lado, en un reportaje sobre el show -con ocasión de sus cuarenta años- para The Washington Post, Terence McArdle señala que “después de que terminó el concierto, la estación lo retransmitió nuevamente hasta las 2 am y las calles permanecieron en silencio”. Más aún, de alguna manera, Brown -quien finalmente se llevó mucho menos de US$60.000- se instaló como un interlocutor para las autoridades. El alcalde de Washington D.C lo llamó para que hablara ante la gente, pues en la ciudad las protestas no amainaban. Tiempo después, en junio de ese año, cantó para las tropas estadounidenses en Vietnam, pese a que previamente se lo habían negado.
Acaso comprendiendo el momento y el cartel que le habían endilgado, en agosto Brown sacó un sencillo con sabor a himno: “Say It Loud - I’m Black and I’m Proud”. Pero para no defraudar a nadie, en los shows pedía a los afroamericanos cantar “I’m black” y a los blancos “I’m proud”. Todos contentos.