De Star Wars a La Misión: John Williams y Ennio Morricone por 10
Los compositores que acaban de ganar el Premio Princesa de Asturias de las Artes son los dos músicos de cine más populares del último medio siglo. De la banda sonora de El Bueno, el Malo y el Feo (1966) de Morricone a Tiburón (1976) de Williams hay también un considerable cambio de estilos. Acá seleccionamos algunas de sus mejores partituras para el cine.
Uno era hijo de un baterista de swing y el otro de un trompetista freelance. El primero creó su inicial banda sonora en 1958 para la serie televisiva Playhouse 90 de la cadena CBS. El segundo trabajó en la RAI e hizo arreglos para varios cantantes antes de componer en 1960 la música para el filme Muerte de un amigo, de Franco Rosi. En fin, John Williams se educó musicalmente en la Universidad de Los Angeles (UCLA), cerca de Hollywood, mientras que Ennio Morricone tuvo una formación clásica en el prestigioso Conservatorio de Santa Cecilia de Roma.
Para el estadounidense su primer Oscar llegó en 1972 por sus arreglos del musical El violinista en el tejado, mientras que el italiano recién obtuvo uno en el 2016 por Los ocho más odiados, de Quentin Tarantino. Si se miden en premios de la Academia de Hollywood, las biografías de ambos son desequilibradas y algo injustas: Williams tiene 52 nominaciones (sólo lo supera Walt Disney) y cinco Oscar; Morricone apenas seis postulaciones y dos estatuillas, una de ellas honoraria. Sin embargo, la influencia y popularidad de los dos es pareja y en términos concretos Morricone es más prolífico: supera las 400 bandas sonoras.
Con 91 y 88 años respectivamente, el italiano Ennio Morricone y el estadounidense John Williams fueron los ganadores del reciente Premio Princesa Asturias de las Artes, que el año pasado había sido para el director teatral Peter Brook y que antes han obtenido el cineasta Martin Scorsese, el arquitecto Frank Gehry o el cantautor Bob Dylan, por nombrar algunos.
A continuación presentamos una selección de sus bandas sonoras más conocidas
El bueno, el malo y el feo (1966). Antes de componer esta partitura, Ennio Morricone ya había sentado las bases instrumentales del llamado spaghetti western: en Por un puñado de dólares (1964) y Por unos dólares más (1965), ambas de Sergio Leone, había silbatos, ocarinas, campanas tubulares, guitarras eléctricas y coros. El soundtrack de El bueno, el malo y el feo, con su archi-famoso tema principal, es sólo la sublimación y el destilado de las composiciones anteriores.
Erase una vez en América (1984). Las mejores décadas creativas de Ennio Morricone fueron en los años 70 y 80, en el período que lo vio trabajar con Bernardo Bertolucci en filmes como Novecento (1976) o La tragedia un hombre ridículo (1981) y crear la música para Erase una vez en América, la obra maestra de Sergio Leone. La cinta es la historia de un grupo de chicos judíos que se abren camino en Nueva York y se van transformando en hampones de distinta estirpe. La música es pura evocación romántica y contiene una de las mejores intervenciones de la cantante italiana Edda Dell’Orso, presente en el tándem Leone-Morricone desde la trilogía de westerns de 1964, 1965 y 1966.
La misión (1986). Morricone ha dicho en varias entrevistas que por la música de este filme sí que esperaba obtener el Oscar. Lo tiene todo: orquesta, coros, voces infantiles y adultas, zampoñas andinas y el famoso tema del oboe del padre Gabriel (Jeremy Irons en la película). Debe ser la banda sonora más conocida de Morricone junto a Cinema Paradiso y El bueno, el malo y el feo. O al menos la más usada en comerciales, casamientos, primeras comuniones o ceremonias varias. Su pompa no le quita un ápice a su auténtica inspiración. Perdió en los Oscar frente a ‘Round Midnight, música de Herbie Hancock para la cinta de Bertrand Tavernier que en honor a la verdad se componía de temas ya existentes.
Los intocables (1987). Otra gran banda sonora y otra nominación fallida al Oscar. Al menos esta vez el maestro romano perdió contra la magnífica creación de Ryuichi Sakamoto y David Byrne para la película El último emperador (1987). Fue la primera de las tres creativas colaboraciones que Morricone mantuvo con Brian de Palma (después vinieron Pecados de guerra y Misión a Marte). Hay tres temas clásicos: el de las fanfarrias con trompetas dedicado a Eliot Ness, el de las cuerdas apuntaladas por percusión sobre la mafia y el del piano y los bronces con sordinas que representa a Al Capone. Una joya.
Cinema Paradiso (1988). Una de las más composiciones más emotivas y directas del compositor italiano y el inicio de su larga colaboración con el cineasta siciliano Giuseppe Tornatore. La historia del proyeccionista de cine del pueblito de Giancaldo en la Italia de los años 50 es perfectamente acompasada por la música, que acá descansa sobre todo en las cuerdas y en las maderas de viento.
Tiburón (1975). El segundo Oscar que John Williams obtuvo fue en realidad el primero que ganó por una banda sonora original: en 1972 también se había llevado una estatuilla, pero en el desaparecido rubro de Mejor arreglo musical y canción por El violinista en el tejado (1971). Tiburón es la puerta de entrada a la casa de John Williams y a la de Steven Spielberg, pues representan los dos primeros éxitos de sus respectivas carreras. Habían empezado juntos en Loca evasión (1974), pero acá el potencial de ambos emergió en gloria y majestad. El tema central del gran escualo, definido por las cuerdas bajas y los cornos, es tan poderoso y popular que se transformó en una suerte de segunda identidad del colosal monstruo de las aguas.
La guerra de las galaxias (1977). Un gran año. John Williams se transformó en el compositor oficial de la ciencia ficción y del blockbuster contemporáneo con las partituras que creó para La guerra de las galaxias de George Lucas y Encuentros cercanos de tercer tipo de Steven Spielberg, estrenadas en mayo y noviembre de 1977. La música de La guerra de las galaxias es el himno de la banda sonora sinfónica moderna, con un tema central adictivo e inolvidable. En el mismo molde un año después creó otro himno: la música de Superman (1978). La anécdota de los Oscar es la siguiente: John Williams fue nominado doblemente por La guerra de las galaxias y Encuentros cercanos. Ganó la primera.
Encuentros cercanos del tercer tipo (1977). Para muchos, esta es la cumbre del compositor, una mezcla de melodías en la tradición pos-romántica por la que es conocida junto a efectos sonoros de vanguardia. La historia de la trivia dice que Steven Spielberg desarrolló la última escena del filme a partir del tema final, de nada menos que 12 minutos de duración: cabe ahí de todo, desde los atonales sonidos del inicio hasta el enfático e inolvidable motivo final, el de los cinco tonos. En fin, el de los extra-terrestres.
La lista de Schindler (1993). Para quienes no tomaban en serio a Steven Spielberg, la dramática La lista de Schindler vino a ser una declaración de principios: el director de los niños y las fantasías también podía contar tragedias históricas de la humanidad. Spielberg se llevó el Oscar a Mejor director, los productores (entre ellos el propio cineasta) el de Mejor película y Williams su quinto y último Oscar a Mejor banda sonora. El tema central, interpretado en violín nada menos que por Itzhak Perlman, es otro clásico y su utilización en comerciales y en muchos noticieros de televisión ha sido profuso.
Harry Potter y la piedra filosofal (2001). Tal vez la última de las creaciones de John Williams que se filtró para siempre en el imaginario de Hollywood es su música para la saga de Harry Potter. El llamado Tema de Hedwig, que utiliza la celesta de manera destacada, es el que sobrevuela esta película, pero es también el que se extiende por las siete película. Es lo mismo que sucedió con el Tema principal de La guerra de las galaxias (1977) o The raiders march de Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981). Eso sí, este es otro Williams, mucho más delicado, sutil, etéreo, distinto.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.