El lunes 8 de marzo de 1979 (o 17 Esfand en el calendario persa) el Día Internacional de la Mujer tuvo más sentido que nunca para las iraníes, pues miles se congregaron en las principales avenidas de Teherán a fin de protestar contra la ley, promulgada por el nuevo gobierno islámico, que les imponía el uso de la hijab como requisito para salir de casa.
Testigo de la jornada fue la fotógrafa Hengameh Golestan. Ella llevaba unos años tomando instantáneas para diarios y revistas, que retrataban a mujeres y niños con jeans y polera en situaciones cotidianas. Sonrisas, miradas de complicidad y preparadas poses, formaron su fino sentido estético.
Pero ese día era distinto.
"Estuve en las calles desde la mañana hasta la noche porque algo estaba sucediendo siempre. Todos los días eran tan impredecibles. El estado de ánimo era de expectación, emoción, y un poco de miedo. Estábamos participando activamente en la configuración de nuestro futuro a través de acciones en lugar de palabras y eso se sintió increíble", contó a The Telegraph.
Se trataba de una lucha por la supervivencia. Mantener las pocas libertades públicas que se habían conseguido a pulso. Desde mediados del siglo el país persa avanzaba, no sin sobresaltos, hacia un modelo de desarrollo de inspiración absolutamente occidental. Eso permeó hasta la sociedad. Con el auge del petróleo, la moda tomó como referencias lo último que surgía en Europa y Estados Unidos, hombres y mujeres compartían las aulas del sistema escolar y disfrutaban tanto de la música disco como del punk.
El gobernante era el Shah Mohammad Reza Pahleví. Un hombre tímido, enfermizo y parco, que accedió al trono a los 22 años gracias al apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. Aunque quiso llevar adelante un proceso de nacionalización y algunas tibias reformas, estas se empantanaron en la corrupción, el autoritarismo -policía secreta incluida-, y el temor a las reacción de sus protectores.
Pese a la riqueza generada por los yacimientos de petróleo, que permitió la introducción de un estilo de vida moderno -en especial en la corte-, el fuerte control policial y la desigualdad social encendieron la flama del descontento. Pahlevi intentó salvar lo que quedaba con la introducción de políticas liberales -a sugerencia de consejeros estadounidenses-, pero era tarde. En enero de 1979, una oleada de protestas y la falta de apoyo entre las poderosas elites religiosas -que desaprobaban la influencia occidental- le forzaron al exilio.
En su lugar se levantó un gobierno teocrático y conservador liderado por el carismático Ayatolah Jomeini, un intelectual que había retornado del exilio con un aire mesiánico. Pero fiel a su radical concepción del poder, de inmediato barrió con muchos de los avances. Y las mujeres fueron casi su primer objetivo. Se les prohibió acceder a ciertas carreras profesionales (como ser juezas), las escuelas estaban separadas por género y se estableció de facto el predominio de la autoridad masculina, sea del padre o el marido -a quienes por cierto, se les permitió la poligamia-. Bajo una rígida aplicación de la ley islámica, se lapidaba sin más a quienes se consideraba adúlteras. Se prohibieron la música y el cine occidental, además del consumo de alcohol. Era un total cambio de época.
Contra esa oleada de normas que las invisibilizaba de la sociedad, las iraníes se levantaron en marzo de 1979.
Al respecto, la película animada Persépolis es un relato de la tensión entre la tradición y la modernidad. La historia de la joven Marjane, quien se debate entre el gusto por la cultura occidental y su apego a la familia, le hace vivir con una profunda sensación de desarraigo. El país en que creció ya no existía, y en el extranjero, la hostilidad hacia lo que representó el movimiento de Jomeini le limitaba su integración social.
La jornada de protesta en Teherán pronto derivó en una fuerte represión por parte de grupos conversadores y los agentes de seguridad que atacaron a las manifestantes. "Tomar fotos en la multitud no fue fácil, la mayor parte del tiempo corría y me escondía de los funcionarios del gobierno que no querían que se tomaran imágenes. Era una empresa en solitario, el hecho de que tendrías que correr y esconderte constantemente hacía imposible entrar en equipo", relató Hengameh Golestan.
Las imágenes de la concentración se convirtieron en una serie que tituló Witness 1979, la que se pudo ver completa por primera vez en una exposición en la galería The Showroom, de Londres, en 2015. Años después, desatada la guerra entre Irán e Irak la fotógrafa intentó obtener un permiso para ir al frente como fotorreportera, pero se le negó aduciendo su género. En 1984, tal como la joven Marjane debió marchar a europa, aunque en su caso fue a Inglaterra,
Respecto a como analiza el acontecimiento de esa fría tarde de marzo, con la mirada del presente, ella señaló al Telegraph: “Este resultó ser el último día en que las mujeres caminaban por las calles de Teherán descubiertas. Fue nuestra primera decepción con los nuevos gobernantes de Irán después de la revolución. No conseguimos el efecto que habíamos deseado. Pero cuando miro esta foto, no solo veo el hijab sobre ella. Veo a las mujeres, la solidaridad, la alegría y la fuerza que sentimos”.