Cocaína, libros y series de televisión: Simón Soto publica sus diarios de abstinencia
El autor de Matadero Franklin publica sus diarios íntimos donde da cuenta, entre asuntos como las adicciones y la creación literaria, del ocaso de la producción de ficción seriada en Chile. “Hay que ver por qué HBO tiene la visión a comienzos del 2000 de empujar un proyecto como The Wire”, señala. Además anuncia un libro de relatos situados en el universo de su novela y otro inspirado en El Temucano.
“Ayer tuve la primera sesión con el siquiatra. El objetivo es recibir ayuda para dejar el alcohol. Fui honesto con el doctor y le confesé que, la mayoría de las veces, no soy capaz de controlarme y termino sumido en una profunda borrachera, acompañada casi siempre por el consumo de cocaína”.
Así empieza el libro Todo es personal. Diarios de abstinencia (Ediciones UDP, 2020), donde el escritor y guionista Simón Soto registra los días en que buscó alejarse del consumo problemático de sustancias.
Allí revela que la lectura de El viaje a Echo Spring, por qué beben los escritores (Ático de los Libros, 2016), el ensayo de Olivia Laing, fue determinante en su decisión de encontrar ayuda y que asuntos como el “malditismo” son “una trampa”.
“Hay un halo romántico de muchos autores, algunos muy buenos, que han tenido una relación de tensión y dependencia con ciertos vicios, con ciertas sustancias; lo que interpela a alguien que es joven y que ha descubierto este milagro de la literatura”, dice Simón Soto, desde el otro lado de la línea, y enseguida enumera a Charles Bukowski, Allen Ginsberg y Jack Kerouac.
“Eso puede funcionar durante un tiempo, pero después es insostenible básicamente porque para poder escribir —que es una cuestión muy desafiante en términos creativos, intelectuales y físicos—, tu cuerpo y tu cabeza tienen que estar cien por ciento al servicio de esto”, advierte, “el alcohol, la hierba y sobre todo la coca, producen momentos de euforia que son muy pequeños, y eso provoca un quiebre químico en uno, con bajones y resaca. Eso, a medida que el consumo aumenta, se va intensificando y evidentemente hay menos energía, y uno solo quiere recuperarse pero luego está nuevamente el llamado del vicio”.
Con ayuda del siquiatra Benjamín Icekson, el autor comprobó que sus días de abstinencia eran proporcionales a sus renovadas energías para trabajar y crear.
“Pensé que me lo estaba diciendo para que yo me sintiera bien, pero prontamente lo experimenté. Estaba solo al servicio de trabajar”, asegura, “escribir en un ejercicio muy complejo, muy agotador, y creo que simplemente no se puede hacer borracho. Faulkner, Hemingway, cuando escribían las cosas cototas que escribieron, estaban trabajando y después se hacían pedazos. Pero cuando uno trabaja, trabaja”.
“Watchmen es como escuchar a Dylan o leer a Onetti”
Hace más de una década que Simón Soto escribe diarios de vida, “es un registro que me apasiona mucho y que lo he leído mucho y cada vez me parece más que es un formato muy relevante para alguien que escribe porque es una especie de pista de entrenamiento del lenguaje, de la prosa, de la estructura, de todo lo que compete al registro de la escritura”, asegura.
Llevados en paralelo a la escritura de su primera novela, Matadero Franklin (Planeta, 2018) —que va en su sexta edición y de la que más de un crítico llegó a decir que “renovó el relato social chileno”— y al desarrollo de la serie En la frontera —”un True Detective en La Araucanía”, aún en carpeta—, los diarios registran un lapso de unos cuatrocientos días, sin tregua y situados entre 2017 y 2018.
Allí visitamos con la abstinencia como brújula las aguas densas de una crisis familiar, la anotación de sueños y pesadillas, la narración de un suicidio y noticias que califican como rarezas, la constatación de la debacle de la producción de ficción seriada en Chile y la circulación de personajes reconocibles del mundillo literario y televisivo.
Dice Simón Soto: “Curiosamente, cuando ya estaba trabajando en el libro como obra me di cuenta que también había un registro de casi los últimos estertores de la industria chilena, porque aclaremos que afuera la ficción seriada está en un punto álgido, sigue creciendo de la mano del streaming, incluso la pandemia ha demostrado que la gente está ávida de relatos interesantes y los consume; pero acá da la impresión que siempre hemos estado muy, muy atrasados en todos los ámbitos de la realización para televisión. El modelo de hace treinta o veinte años, que es el que sigue vigente acá, hoy se ha vuelto más crítico y el libro registra el final de ese proceso”.
“Fue interesante ver la muerte de una industria pequeña, atomizada, hecha pedazos en todos los sentidos, en términos de producción, ni hablar en términos de contenido y de creatividad”, explica el autor, “creo que quienes componen esa industria tienen que cuestionarse cómo va a seguir. Imagínate que ahora está a la venta el edificio de TVN, así de crítica es la cuestión. Además, el mercado de quienes ven telenovelas melodramáticas largas permite que solo exista un proveedor de ese contenido. ¿Qué hacemos con esa industria, cómo se reinventa? Es evidente que lo que funcionaba hace veinte años ya es insostenible”.
Según el guionista de Secretos en el jardín y la última temporada de Los 80, el desafío está en reinventarse “no mirando al pasado, sino observando a las industrias que funcionan. Hay que ver por qué HBO tiene la visión a comienzos del 2000 de empujar un proyecto como The Wire, cuyas dos primeras temporadas entiendo que no funcionan en términos de audiencia, pero que siempre fue un producto de mucho prestigio y que hoy en el encierro lo está viendo mucha gente. Y aunque no fuera así, es un producto importantísimo porque abre un espectro de creación en ese formato”.
“Menciono eso porque habla de una industria grande que admite productos como C.S.I. hasta cuestiones como Watchmen, que es una miniserie de altísima calidad narrativa”, dice el escritor, “para mí es como escuchar a Dylan o leer a Onetti. Watchmen está a esa altura y entra en diálogo con esas cosas”.
La ansiedad de la influencia
-¿Hay algún límite para contar la intimidad familiar o de otras personas?
-Sobre todo en este tipo de relato, donde la materia prima es la experiencia inmediata, es muy difícil hacer esa separación, porque uno solo quiere dotar de fuerza al relato y generalmente eso entrecruza la cotidianidad, pero también las cosas densas, complejas, terribles, ¿no? Te diría que luego, cuando empieza el trabajo de edición del libro, de la escritura, de corrección, las cosas que son demasiado gratuitas uno trata de omitirlas y también ciertas cosas que uno consulta con el otro, que pueden ser demasiado delicadas, hay una deferencia hacia esa persona. Lo que decidí hacer en el relato, porque me interesaba que no fuera solo un cahuín, sino que tuviera un sentido autónomo, fue cambiar algunos nombres porque lo que importa es el relato y no ese pequeño elemento que puede ser un personaje cercano. Sí está ese límite finalmente de la gratuidad, en general cuando es algo demasiado gratuito no tiene sentido, pero también las cosas más complejas, más densas, generalmente tienen sí tienen un sentido literario porque complejizan el relato.
-¿Escribir libros se parece a lanzar un búmeran?
-Sí, por supuesto. Yo creo que el lector es un componente de cualquier literatura. Es algo que expone Ángel Rama cuando plantea en La novela en América Latina. Panoramas (Ediciones UAH, 2013) que los problemas del novelista es que el lector es un componente del proceso de la literatura y eso crea un cauce de regreso, una marea o una resaca. Y ahí se devuelve. Sí, po. Hay ciertas percepciones tanto de cercanos, de lectores, cosas que a alguien le hacen sentido, que calan en alguien, cosas erráticas que no están bien resueltas. Todo eso aparece a la luz cuando el libro entra en contacto con lectores, ¿no? Y es muy interesante.
-Karl Ove Knausgård cuenta que se hizo escritor porque le rompieron la infancia. Cómo es contigo, ¿por qué escribes?
-Bueno, mencionas a un autor que a mí me gusta mucho y que justamente trasciende la mera autobiografía, la condescendencia consigo mismo, porque ocupa esa materia prima que es su vida y la transforma en lenguaje, en estructura, ¿no? A mí me gustó mucho. Sí, po. Yo creo que el acto de escribir, la literatura tiene que ver con preguntas, con enormes preguntas que no pueden ser respondidas, ¿no? Y eso es lo que impulsa un constante cuestionamiento que se expresa a través de relatos, de la exploración literaria, básicamente. Entonces sí, yo creo que hay zonas de insatisfacción humana con uno mismo, de cuestionamiento, donde se mezclan una serie de cuestiones que tienen que ver con el dolor, con la culpa, con la inquietud, y se suman al hambre intelectual. No puede ser solo el quiebre, la infancia quebrada o la adolescencia quebrada, eso tiene que estar sumado también a una inquietud y a lo que Bloom llama “la ansiedad de la influencia”. Claro, uno se siente interpelado y hay una especie como de espíritu henchido a través de las lecturas, de las películas, de la música, del alimento estético, que se mezcla y te empuja a buscar tu propia forma de realizar esas preguntas que no tienen respuestas, a esas preguntas imposibles de responder.
“La experiencia es solo una parte”
El proyecto literario de Simón Soto incluye dos libros de cuentos, los volúmenes Cielo negro (Libros La Calabaza del Diablo, 2011) y La pesadilla del mundo (Montacerdos, 2015), además de la novela Matadero Franklin y algunas series emitidas en Canal 13 como Secretos en el jardín y la temporada final de Los 80.
Sobre el proceso de publicar un diario íntimo, dice que le interesaba ampliar su registro y volcarse a “esa pista de entrenamiento donde uno se empuja y prueba otras cosas que después va a desarrollar en otras plataformas literarias”.
“No me interesaba publicar algo igual a Matadero Franklin”, aclara Soto, “quería hacer una cosa distinta, pese a que los libros yo creo que dialogan”.
El escritor argentino Fabián Casas dijo que en el mundo actual la gente ya no tiene ni quiere tener experiencia, que le deja eso a las máquinas. Simón Soto piensa que la experiencia “es solo una parte del proceso” y que se valida cuando se es capaz “de llevarla a un producto literario”.
“Parte de la pega del escritor es la observación y el trasvasije hasta el producto literario, ¿no? Entonces la experiencia por sí misma no tiene mucho sentido, el sentido lo adquiere en este proceso”, dice el escritor, “para mí es muy importante, pero también es parte de los elementos, como la experiencia intelectual, qué cosas está leyendo uno, está viendo uno, de qué se está alimentando intelectualmente para forjar o para direccionar lo que uno quiere escribir”.
Dice que siempre ha leído diarios de escritores, pero que cuando ya vislumbraba que Todo es personal sería su próximo proyecto de obra, reforzó esas lecturas. “Los Diarios de Tolstói son muy importantes”, recomienda, “El oficio de vivir de Pavese, Diario de Raúl Ruiz, La tentación del fracaso de Ribeyro, el diario de Gombrowicz y los diarios de Alejandra Pizarnik y Susan Sontag”.
“Six Feet Under ha envejecido muy, muy mal”
Tal vez una de sus facetas menos conocidas es la de comentarista de series y autor de ensayos sobre televisión. Allí Simón Soto ha sido un entusiasta defensor de la calidad dramática de HBO, de los arranques impactantes en las narraciones audiovisuales y del retrato del tono oscuro y las zonas quebradas de la psique humana. ¿Qué busca ahí el autor de La pesadilla del mundo?
“Yo creo que la hondura de los seres humanos y de los hechos y de las circunstancias, ¿no? Creo que eso siempre va abrir brechas, va abrir sombras y, por ende, va dejar un espacio de inquietud y de reflexión en el material literario. Eso siempre, o generalmente, es sinónimo de mayor complejidad. Y eso es lo que uno agradece”, responde.
Luego añade: “Imagínate este diario limpio de sueños, de pesadillas, de conflictos humanos con otros, de conflictos propios, de cuestionamiento... sería una prédica de un evangélico con un parlante en calle Puente, afuera del Metro Cal y Canto, empujando a la gente a la moralina, a dejar la vida licenciosa, etcétera. No sería literatura, sería un panfleto como médico”.
Simón Soto cree que las zonas que ocultamos por la vida social, por la convivencia con otros, es algo difícil de contener.
“Todos los conflictos de uno son difíciles de mantener a raya, entonces la literatura y la ficción, con sus distintos registros, son una forma de explorar esos cuestionamientos, esas grandes preguntas que abren estas zonas oscuras que mencionas tú”, dice.
Luego cita un caso: “Pensemos en el motivo por el que la ficción seriada, las series de televisión, se han transformado en arte, en obras de arte. Eso ocurre cuando el relato se vuelve complejo. El elemento determinante es que los personajes se vuelven complejos y ambiguos moralmente, ¿no? Entonces pensemos en los grandes relatos de la ficción seriada: Los Soprano, The Wire, Better Call Saul, Deadwood; lo capital es que nos enfrentamos a personajes que son difíciles de asir, ¿no? Pienso en Mad Men con Don Draper... hay una enjundia, un magma de humanidad y complejidad que permite que eso trascienda la caricatura y se vuelva más complejo”.
“Para mí la serie que peor ha envejecido es Six Feet Under, que sin duda tiene cosas buenas, pero es muy melodramática y muy condescendiente con sus personajes. Y creo que eso le ha hecho envejecer pésimo y, sobre todo, le ha hecho envejecer pésimo frente a otros relatos que están llamados a ser canónicos dentro de la ficción seriada. Insisto, frente a Los Soprano, frente a The Wire, Six Feet Under ha envejecido muy, muy mal”, comenta el guionista y ensaya una respuesta, “creo que tiene que ver con que es condescendiente con sus personajes y es manipuladora. El relato está manipulado excesivamente hacia el melodrama y por eso envejeció mal. Imagínate que ni siquiera salió en Blu-ray. Tal vez alguien va a salir a decir ‘pero eso es porque los derechos…’, pero puta, algo dice que todas las series de HBO hayan sido remasterizadas porque están vivas y siguen generando un interés, y Six Feet Under me parece que no. Se ha vuelto insufrible volver a verla”.
Lo que viene
“Estoy en el proceso último de un libro de relatos largos que va a aparecer en octubre, se supone, por Planeta, si es que no llegan los extraterrestres o cae un calamar gigante sobre la torre de la Telefónica”, detalla Simón Soto, “son cinco relatos, casi nouvelles, en torno al mundo de Matadero Franklin aunque con otros personajes y otros tipos de narrador. Quise jugar con los puntos de vista, con las voces, y es como una amplitud o spin-off en torno al mundo de la novela”.
“Sobre la serie En la frontera —que aparece en sus diarios—, agotamos todas las instancias y no encontramos financiamiento ni fondos. No nos ganamos el CNTV el año pasado, entonces golpeamos algunas puertas en el ámbito extranjero y todavía no hay ninguna respuesta”, dice el autor, “y si todo sale bien, mi próximo proyecto es una novela inspirada en la figura de Tito Fernández, El Temucano. Estoy investigando, me compré un par de vinilos de distintas etapas suyas. Es un personaje que me interesa mucho como figura pública, me parece muy complejo”.
“Y bueno”, concluye, “siempre sigo escribiendo diarios, aunque no con el afán de publicar”.
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